Conectar para sobrevivir
- Adela abandona la ciudad y su velocidad para pasar una temporada en el campo
- junto con expertos supervivientes como Maykol, Quico Taronjí y Mambrú aprenderá las técnicas de supervivencia para conocer la naturaleza y sobrevivir en ella
- Reduce tu huella, sábados en La2 a las 18:30h | Disponible en RTVE Play y en la web de Ciencia y futuro
Hubo un tiempo en el que los seres humanos teníamos una posesión que era más valiosa que nada material que podamos tener ahora. Algo que iba pasándose de generación en generación y que suponía la diferencia entre vivir o morir.
Era el conocimiento profundo sobre la naturaleza. Conocíamos las plantas venenosas, las que podíamos comer, las que podían aliviar ciertas dolencias, sabíamos como cazar, cómo identificar e interpretar los sonidos de los animales, cómo buscar refugio, cómo orientarnos en el bosque, sabíamos leer las estrellas…
A medida que nuestras sociedades pasaron de ser cazadoras recolectoras a convertirse en productoras, ese conocimiento se fue perdiendo y con él el recordatorio diario de que en realidad seguimos dependiendo de los recursos naturales y del equilibrio medioambiental. Esto puede llevarnos a una peligrosa desconexión en la que acabemos destruyendo lo que nos da la vida.
Por eso, como colofón para esta segunda temporada de “Reduce tu huella” quisimos recuperar parte de ese conocimiento y retomar la relación y conexión que un día tuvimos con el medio natural.
Nos echamos al campo en el Valle de la Alcudia, Ciudad Real, dispuestos a vivir una experiencia de supervivencia de la mano de una eminencia en esta materia, Maykol García. No encuentro mejor adjetivo para describirle que “salvaje”. De hecho, es conocido como “el aborigen”. Se encuentra más a gusto durmiendo sobre una cama de hojas bajo una encina que en un mullido colchón entre cuatro paredes. Estar en la naturaleza con Maykol es descubrir la historia de un libro que siempre tuviste entre las manos y que nunca pudiste comprender, simplemente porque no sabías leer.
Quisimos invitar a esta aventura a alguien que superó una experiencia de supervivencia real que a punto estuvo de costarle la vida. Quico Taronji, presentador de “Aquí la Tierra”, reconocido navegante y aventurero, partió en solitario y sin barco de apoyo de Algeciras en 2013 en un kayak trimarán con intención de llegar hasta Estambul. Una fuerte tormenta, con olas de 6 metros y vientos de 45 nudos, le hizo naufragar cuando se encontraba en medio del Mediterráneo. El conocimiento en navegación y el entrenamiento físico y mental que Quico había adquirido durante años antes de afrontar ese viaje, fueron su salvavidas.
Pero en la Alcudia no hay mar por ningún sitio, por lo que en medio del campo, Quico y yo estábamos prácticamente en igualdad de condiciones. Fue para ambos un privilegio poder beber del conocimiento de Maykol, que nos enseñó qué plantas son venenosas, cómo pescar en un río sin caña, cómo encontrar refugio, cómo hacer fuego, cómo cocinar un pescado en un horno de barro…
He de confesar que no todo fue agradable… La supervivencia implica echar mano de los recursos que encuentras y si el menú del día son larvas de escarabajo… no hay más que hablar. Aquí se notó que Quico está más entrenado en esto porque mantuvo mejor el tipo. Yo topé con mi talón de Aquiles. Padezco de cierta aversión hacia los gusanos y me resultaba un imposible meterme una larva en la boca, por muy nutritiva que fuera. Maykol y Quico me mostraron cómo la supervivencia en la naturaleza es en gran parte una lucha contra tu propia mente. Hay que saber controlar el miedo, el rechazo. Así que de pronto comerme un gusano se convirtió en un ejercicio de superación que me hizo sentirme más capaz de afrontar lo necesario para sobrevivir.
Tras pasar unos días inolvidables con estas dos grandes personas, viajamos al Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama para continuar mi aprendizaje en supervivencia en la naturaleza con Mambrú, un madrileño que parece recién sacado de las profundidades de un inmenso bosque canadiense.
A pesar de encontrarnos a pocos kilómetros de una gran ciudad como es Madrid, comprendí que perderse en el bosque sin nociones de orientación y sin un kit de supervivencia básico puede llegar a tener consecuencias trágicas. Mambrú enseña cada semana orientación y supervivencia a personas que desean estar más seguras en el medio natural. Un bosque oscuro, en el que resulta fácil desorientarse, se convierte de pronto en un enorme patio de recreo en el que sentirse tan seguro como en tu propio hogar.
No muy lejos de allí, en La Pedriza, me reencontré con un viejo amigo que conocí el año pasado en la ecoaldea de Sunseed. Tras pasar por algunas de las mejores cocinas nacionales y pasar una temporada aprendiendo y experimentando sobre gastronomía sostenible, Kike Gallardo imparte ahora talleres sobre interpretación botánica y gastronomía. Nuestra dieta se reduce ahora a lo que encontramos en el supermercado, pero hubo un tiempo en el que nos bastaba con echarnos al monte para llenar nuestra cesta con deliciosas y nutritivas plantas, bayas, flores y raíces. Kike trata de mostrar que todos esos alimentos siguen ahí para nosotros, si sabemos encontrarlos. Cuidar de esta flora salvaje, no sólo fomenta la biodiversidad sino que puede suponer un auténtico festival de sabores para nuestra cocina.
Recorrimos el precioso paraje de La Pedriza con un grupo de niños con el que recolectamos dientes de león, mostaza, romero, tomillo… Además de aprender a identificarlos Kike nos mostró las propiedades de cada una de estas plantas. Posteriormente nos preparó un banquete digno de un restaurante de cinco tenedores. He de reconocer que de repetir, me decanto por el arte culinario a base de flores y plantas salvajes de Kike, más que por las larvas de escarabajo de Maykol. Eso si, cuando de supervivencia se trata, me quedó bien claro que hay que dejar a un lado del morro fino.
La experiencia de supervivencia que viví durante esta semana fue un regalo de conexión con la naturaleza y conmigo misma. De alguna forma sentí que los árboles que me habían dado cobijo, las rocas y el musgo que me habían servido de asiento, los alimentos y el agua que encontré, el cielo estrellado de la noche… conformaban mi verdadero hogar, el medio al que realmente pertenecemos.
Estamos rodeados de muchos aparatos que nos permiten estar “conectados” según lo que entendemos ahora por conexión. Esa conexión, que nos permite tener una videoconferencia con una persona que está al otro lado del mundo, produce una desconexión brutal con el entorno que nos rodea. Seguramente muchos de vosotros habéis sentido en un momento determinado la necesidad de dejar móviles, ordenadores, tablets y cables, y conectar con vosotros mismos. Permitidme un consejo: simplemente salid ahí afuera. La clave está en la naturaleza.