Linn Ullmann: «La mayoría de las familias son extrañas. Lo poco habitual es una familia normal»
Noticia Página Dos
- Página Dos entrevista en Oslo a la hija de la actriz Liv Ullmann y el cineasta Ingmar Bergman
- Acaba de publicar Los inquietos, un libro acerca de sus recuerdos de infancia y el vínculo «revolucionario» que unía a su familia
- «Mi padre decía que envejecer es un trabajo duro y poco glamuroso»
Una de las imágenes arquetípicas de la infancia es ese arcón en el desván que guarda tesoros familiares: álbumes de fotos, juguetes, un disfraz, un sombrero, souvenirs, una brújula, cartas atadas con una cinta, objetos que no tienen lugar en el día a día pero que sería desalmado tirar. En el altillo de la casa de la escritora Linn Ullmann una caja esperó durante siete años. Contenía cintas de conversaciones grabadas con su padre, el genial cineasta Ingmar Bergman (Fresas salvajes, El séptimo sello, Persona). Esas charlas eran la base para un libro de Ingmar y Liv acerca de la vejez. La muerte del director de cine en 2007 dejó el proyecto a medias.
Bergman era un obsesionado del orden, la puntualidad y el control de los sentimientos. Su hija Linn es la menor de nueve hermanos. Cada verano, desde que era una niña, visitó a Bergman en la remota isla de Fårö. Todo eso forma parte del pasado. Linn es ahora una adulta sin padre, y con una caja llena de recuerdos que espera su momento. Así nace Los inquietos (Gatopardo), una novela autobiográfica con sus recuerdos de infancia y juventud en un momento apasionante del siglo XX. Ullmann evoca la relación entre dos artistas absorbidos por el trabajo y una niña que tiene prisa por ser adulta, y se asoma a uno de los grandes misterios de la condición humana: es imposible conocer de verdad a nuestros padres.
«Los amaba sin reparo, daba por hecho su existencia como una da por hecho las estaciones o los días o las horas, uno acababa donde empezaba el otro, yo era hija de ella y de él, pero si tenemos en cuenta que ellos también querían ser niños, a menudo todo se complicaba un poco. Y hay una cosa más. Yo era hija de él y de ella, pero no era hija de los dos. Nunca fuimos tres. Cuando paso los montones de fotos que tengo delante en la mesa no encuentro ninguna fotografía de nosotros tres juntos. Ella y él y yo. Esa constelación no existe.»
Linn no recuerda a sus padres juntos. Cuando se conocieron, Liv era una veinteañera casada con un psiquiatra, y Bergman había pasado ya por cuatro divorcios. Nunca se casaron, pero convivieron cinco años. «Mi padre llegó a Hammars en 1965, tenía cuarenta y siete años, y decidió hacerse una casa allí. Era una playa desierta de piedras, con unos cuantos pinos torcidos. Encajaba con su idea más profunda de las formas, las proporciones, los colores, la luz y los horizontes. Rodaron un film en la isla, era la segunda que mi padre rodaba allí, y mi madre interpretaba uno de los dos papeles femeninos protagonistas. Es la primera película hicieron juntos y se enamoraron casi de inmediato.»
En un mirador de la Ópera de Oslo, Óscar López pregunta a Linn si le impresionó volver a oír la voz de su padre en aquellas cintas de cassette. «Escuché solo una pequeña parte. Sentí arrepentimiento, vergüenza y tristeza por haber tardado tanto en empezar.»