El "cabronazo" que sacó a Pavarotti al escenario mundial
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Luciano Pavarotti ya era adorado por muchos, como cuenta su biografía en Documaster, cuando en 1967 y con 32 años, conoció a su nuevo representante. Todo iba a cambiar para bien y su fama se iba a extender a todos los rincones de la tierra. Incluso llegaría donde nunca se había escuchado música clásica. No hay que ir muy lejos, las habitaciones de muchos jóvenes, por ejemplo.
'No necesitas a un representante'
El tenor acababa de debutar en el Metropolitan Opera de Nueva York. El mundillo operístico ya le empezaba a conocer en Europa y era su segunda vez en Estados Unidos. Allí no tenía un representante y su sello discográfico le buscó a uno: se llamaba Herbert Breslin. Le escogieron por su fama de listo, atrevido, casi canalla y fanfarrón. Luciano Pavarotti era amable y necesitaba alguien que se impusiera, ante él, ante los competidores y los empresarios.
Nacido en el Bronx, Nueva York, Herbert Breslin había luchado en la II Guerra Mundial. Al volver a casa se sacó el título de maestro de escuela y enseñó, curiosamente como Pavarotti antes de dedicarse a la música. Breslin había sido también redactor de discursos y miembro del equipo de relaciones públicas en la compañía Chrysler. No temía a un auditorio, no temía negociar.
Se documentó y, siguiendo los dictados de la discográfica, le explicó a Pavarotti que debía hacer oir su voz al público en directo. Gracias a las actuaciones en vivo permitiría a miles de personas disfrutar de ese maravilloso don y de su imponente presencia y saber hacer. Tampoco se negarían a ninguna entrevista o actuación en la radio o la televisión.
Su relación empezó con los periódicos alabando el magníufico debut del cantante en el Metropolitan. Así que Luciano Pavarotti llenó decenas de teatros de los Estados Unidos: Herbert Breslin había ideado para él actuaciones en solitario, conciertos y galas donde Pavarotti era la estrella. Ni la música, ni el libreto, la trama, la soprano, la puesta en escena o el compositor, sinó él. Se llevaban de maravilla, eran amigos y el negocio iba de perlas.
La separación
Pavarotti y Breslin se separaron tras 36 años. Si salieron airosos y triunfaron fue porqué el cantante había nacido con un don natural en una familia que le apoyó, que se había esforzado en sus estudios de canto y en sus actuaciones. Sin duda, a Herbert Breslin no se le puede quitar mérito, porque supo encumbrar a Pavarotti a la fama mundial. No solo le hizo concocido mucho más allá de los teatros de ópera, sinó que le convirtió en una figura de fama mundial. En todos los países donde actuaba, se formaban largas colas en las taquillas para conseguir entradas. Le adoraban.
Según parece, Nicoletta Mantovani, la nueva amante y posteriomente segunda esposa del tenor, tuvo bastante que ver en que Pavarotti cambiara de representante. Al romper el trato, ambos dijeron que ya llevaban demasiado juntos, pero Pavarotti y Breslin en realidad querían seguir caminos distintos. Breslin narró muchas cosas en su libro, escrito junto a la crítica de música clásica Anne Midgette, y no se cortó un pelo. Para empezar, lo tituló 'El rey y yo'.
Breslin escribió que había logrado para Lucciano Pavarotti 'la mayor carrera en la música clásica' porque le sacó de los escenarios de ópera y lo lanzó 'a los brazos del gran público'. Le molestaba, o eso dijo tras la ruptura, el comportamiento del tenor fuera de los escenarios, caprichoso como un niño, con excentricidades como llevarse un restaurante entero a China por si no le gustaba la comida de aquel país.
Decía que Pavarotti no sabía leer música y que se aprendía los papeles de memoria y que las aventuras con las secretarias se sucedían una tras otra... Que compraba un caballo, luego un yate, luego otra casa... Le describe enganchadísmo a la comida, la fama y el sexo, y se ríe de él tras compartir una sauna diciendo que cómo podrá alguien con su figura.
Herbert Breslin había luchado como un jabato por el negocio, abriendo puertas aquí y allá. Hasta Pavarotti le había pedido que visitara al presidente Richard Nixon.en la Casa Blanca porque consideraba 'injusto que los cantantes de ópera paguen impuestos' porque 'su vida es corta'. Añadía el antiguo mánager: 'va a cumplir 70 años y todavía está cantando'.
Un día, en Atlantic City, Pavarotti se negó a cantar en el casino. Uno de los responsables del establecimiento le montó una carpa fuera. Se llamaba Tibor Rudas, y le puso en la mano cien mil dólares, que no pasaron por el filtro de Breslin. Al cabo de poco, Rudas era su represetante y para la primera actuación de Los Tres Tenores le consiguió dos millones de dólares.
Irónicamente, Luciano Pavarotti dijo de quien había llevado su carrera durante casi 40 años que 'Herbert era mi esposa en la ópera'.