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Literatura

La hormiga, la cigarra y las fábulas en el siglo XXI

Noticia Página Dos

  • Cada cultura tiene historias con enseñanzas moralizantes
  • Los cuentos del siglo XXI profundizan en los matices de la naturaleza humana
  • La editora Piu Martinez nos habla de su evolución

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La hormiga, la cigarra y las fábulas en el siglo XXI

Los griegos tienen a Esopo. Los romanos, a Fedro. La tradición budista lee los cuentos Jataka, los hindúes los Panchatantra. Todos estos mitos populares, de una estructura sencilla, tienen una moraleja al final de la narración.

Los detractores de las fábulas dicen que, en pleno siglo XXI, algunas resultan arcaicas, con un discurso que refuerza los estereotipos y no profundiza en las complejidades del mundo real. La educación filosófica actual, dicen, debería ir más allá. Las afirmaciones finales de estos cuentos son contundentes, y a veces demasiado monocromáticas: vanidad/modestia, bien/mal, éxito/fracaso, fuerte/débil. La naturaleza humana está hecha de esa mezcla de sombras y luces, que no son excluyentes sino complementarias. La psicología se hace eco del efecto de ese dualismo; los estudios muestran cómo la moral influye en las actitudes socioculturales. Los ciudadanos con una visión unidimensional se resisten a cambiar sus actitudes. Quienes son educados con un mensaje que tiene en cuenta las dos partes son más propensos a aceptar un pensamiento alternativo y a estar dispuestos a evolucionar. La moral es un producto cultural que responde al zeitgeist; cambia con los tiempos y se ve modificada con la educación, la religión, la política o la perspectiva de género.

La editora Piu Martinez, que menciona a autores icónicos como Samaniego o Jean de la Fontaine, constata ese cambio. «La fábula se ha adaptado a los nuevos tiempos. Hay que atender a otras realidades sociales. La moraleja hoy se parece más a un juego.» Las enseñanzas no son tan prácticas ni rígidas; algunas quedan abiertas al juicio del niño. «El juego de la fábula de Enzo Mari (Corraidi) propone un telón que estimula la creatividad infantil con el ensamblaje de varias piezas en un escenario donde nosotros podemos crear nuestra propia historia, un cuento sin fin.»

Las fábulas fueron escritas para poder ser entendidas por todo el mundo, de ahí su aparente sencillez. En algunos de los cuentos morales de Esopo aparece el triunfo del poder y la astucia sobre la debilidad y la inocencia. Otra idea recurrente es la importancia de conocer la propia naturaleza y limitaciones.

Que la moralidad es un proceso dinámico lo demuestran autores como la británica Mahsuda Snaith, que imagina los cuentos clásicos narrados por una mujer. Kamila Shamsie, Kevin Walker o Jeanette Winterson (en Hansel y Greta) también subvierten modelos convencionales en historias con la libertad y la compasión en su centro. La atención se centra en el problema específico y en la respuesta al mismo, en lugar de una conclusión general aplicable para todos.

Las fábulas modernas han comprendido que las apariencias engañan, y que en la escala de grises están las respuestas. Los niños son lectores activos y apasionados, que cuestionan lo que ven. Hablar de ellos sobre la importancia del respeto es uno de los mayores legados que podemos dejarles.