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José Sacristán, el actor en el que habita un niño dentro

  • Un repaso a la trayectoria del de Chinchón a través de sus propias palabras en RNE
  • Recuperamos sus reflexiones sobre su infancia o su relación con los personajes

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El actor José Sacristán
El actor José Sacristán

El actor José Sacristán ha sido galardonado con el Premio El ojo crítico Especial a sus 84 años por su trayectoria a lo largo de más de seis décadas en el cine, el teatro o la televisión. A continuación, te proponemos recordar algunas conversaciones que ha mantenido el de Chinchón en Radio Nacional. Algunas de ellas inéditas hasta ahora en la web, como la primera que se conserva en el archivo de 1980.

Chinchón: entrañable y duro

De la infancia en su pueblo explicaba que guardaba el recuerdo “tierno y entrañable de aquellos primeros años”, pero también “el hecho de la dureza de la época, de aquellos momentos, aquellos años en que las cosas no eran demasiado fáciles”. El contacto con Chinchón, contaba el 11 de diciembre de 1980, no lo había perdido sino que lo cultivaba y “lo practico semanalmente”.

Cuando entró en el cine de aquel pueblo madrileño de posguerra, quedó fascinado cuando se encendió aquel proyector. Él quería ser uno más de los que salían en aquella pantalla y no sabía que existía el oficio de actor. Además que ir al cine era relativamente asequible, mientras que ir al teatro era demasiado caro.

Aprender un oficio

Sus padres tuvieron que salir del pueblo y emigrar a Madrid. Cuando terminó los estudios elementales con 11 años entró a formarse en la Institución Sindical de Formación Profesional Virgen de la Paloma, el primer curso era de cultura general y el segundo le enseñaban un oficio. Antes de cumplir los 14 años, “Mi padre decidió muy bien por su parte que para sacar provecho yo de mi vida, lo mejor que podía hacer era aprender un oficio. Me puse a trabajar de aprendiz de mecánico”, le contaba a Jordi González en Radio Nacional en Afectos sonoros el 13 de marzo del año 2000.

Allí estuvo hasta que “afortunadamente” le tocó irse a hacer el servicio militar en África. “Yo quería ser artista de cine desde que tenía cuatro años, pero yo sabía que el sueldo en la economía familiar a la que yo me desenvolvía, el sueldo que yo ganaba hacía falta en casa y no podía decirle a mi madre mañana voy a ser si soy Tyrone Power”.

La llamada de José María Rodero

“Me honra haber sido uno de los primeros vendedores del Círculo de Lectores, en el año 63 del siglo pasado”, contaba en Esto me suena y añadía que se hubiera dedicado al cine y al teatro “contra viento y marea”.

“La primera noticia de que a alguien le importaba lo que yo hacía, fue en enero o febrero del año 65. Había trabajado con la compañía Lope de Vega y me fui a estrenar una cosa que se llamaba La pulga en la oreja en el Teatro Beatriz. Eran las diez de la mañana, me llamó José María Rodero, que era el grandísimo actor con el que yo había aprendido un montón, El Calígula, entre otras cosas. Me llamó a casa para decirme ¿pero qué has hecho anoche?, ¿has leído las críticas?. Yo no había leído nada. Efectivamente, aquello fue un poco el principio de todo”.

Esto me suena. Las tardes del Ciudadano García - Con José Sacristán: José Sacristán, 'El loco de los balcones' de Vargas Llosa - Escuchar ahora

No dejar de ser un niño

La primera película que dirigió José Sacristán, Soldados de plomo, en 1983 simbolizaba para él la infancia. El 17 de agosto de 1987 en La radio es tuya recordaba que a “aquel chaval le pasaban unas cosas un tanto extrañas y difíciles” y trataba de volver a alcanzar “un cierto estado de no sé qué que es el que uno tenía cuando tenía esos años. Me preocupa. Esos soldaditos son lógicamente los soldaditos con los que uno jugaba de pequeño y creo que uno no acaba de ser nunca el niño que fue”.

Empezar y acabar con Cervantes

El Quijote es una fuente a la que conviene volver, porque es inagotable en todos los aspectos. No sólo el disfrute de pasar la vista por esos palabros ordenados como los ordenaba don Miguel de Cervantes, sino por todo lo que representa: los referentes morales, éticos. Es un lujo”, explicaba en No es un día cualquiera. A la obra del escritor de Alcalá de Henares se ha acercado en dos ocasiones, primero con el músical El hombre en la mancha y después con El ingenioso hidalgo.

No es un día cualquiera - El ingenioso hidalgo don José Sacristán - Escuchar ahora

Una obra que conoció cuando era un niño. Un grupo de entre “seis y ocho alumnos” asistían a las clases de “dos maestros republicanos represaliados” y “viejecitos” en la calle madrileña General Mola, la actual Príncipe de Vergara. “Tenían los pobrecitos trajes que se les caían”. “En lugar del Padre Nuestro, el Ave María al empezar las clases, leíamos un pasaje de El Quijote al empezar y otro pasaje de El Quijote al acabar”.

Coraje, talento y amor

“En este oficio, pobre de aquel que piensa que lo sabe todo”, decía Sacristán sobre por qué compartir cine con gente joven y emergente como Carlos Vermut o Javier Rebollo el 9 de octubre de 2015 en 24 horas. “Sería un imbécil y luego se equivocaría de medio a medio. Una de las cosas que más estoy disfrutando en este momento es compartir con estos muchachos y muchachas, no solo proyectos de trabajo formidables, sino compartir la cosa de la vida”. Unas aventuras que definía “enriquecedoras y rejuvenecedoras, la suerte es recíproca” y añadía “todo un lujo, estar al lado de gente joven que tienen más que demostrado el coraje, el talento y el amor a este oficio”.

La colonoscopia del poder

Sacristán se interesó cuando le ofrecieron participar en Muñeca de porcelana de David Mamet por “el atractivo que tiene para mí como personaje dramático”, pero también “como ciudadano”. Mamet escribió esta producción para que fuera protagonizada por Al Pacino. El actor de Chichón la define como “una colonoscopia, más que una radiografía del poder, que pone patas arriba todas estas subterraneidades de intereses económicos, políticos, morales y demás”, explicó en El ojo crítico.

“Aprender a no ser como ellos”, señalaba el actor lo que le había dejado huella de los personajes de esta obra. Sobre su relación con estos, recordaba las palabras de Pedro López Lagar: “Yo me pongo la gorra y salgo y luego me quito la gorra, la dejo en la casa y me voy”. Añadía que él tiene “una relación cordial puesto que tengo la suerte de poder elegir”. Destacaba que la base fundamental de este oficio “es lo que tiene de juego por encima de todo” y “un vez que termina la función, yo vuelvo a mi territorio emocional, mi vida. Los personajes se quedan encantados de la vida. Se quedan en el escenario”.

La medida del éxito

Cuando recibió la noticia por el Premio Nacional de Cinematografía, el programa Va de cine de Radio 5 le llamó para felicitarle. Además de estar contento y agradecido por el reconocimiento, recordaba las palabras de su amigo y maestro Fernando Fernán Gómez: “La auténtica medida de éxito en este oficio ejercido en este país es la continuidad en el trabajo”. Este galardón se da todos los años en el Festival de San Sebastián, el actor estaba en València con la obra Señora de rojo sobre fondo gris en estas fechas y el ministerio de Cultura tuvo a bien cambiar el día de entrega para que pudiera asistir.

Homenaje a Delibes

Señora de rojo sobre fondo gris es una novela de Miguel Delibes, “la más personal” del autor, contaba en Tarde lo que tarde. Se quedó “prendado de ella”, pero él argumentaba que no quería que le pusieran cara a este personaje porque él no había puesto la suya: "Sabemos que era él, contaba la historia de la enfermedad y la muerte de su mujer. Se protegía con un personaje de ficción".

El autor vallisoletano "consintió dos años y pico antes de morir que yo hiciera una lectura dramatizada [...]. La verdad es que es una cosa muy personal, un asunto que para mí trasciende lo puramente profesional, porque en lo profesional tengo un material dramático de primera categoría, formidable, pero en lo personal supone el homenaje a alguien a quien tuve el privilegio de conocer”.