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Síndrome de la vida ocupada o la sensación de "no parar"

  • Las personas que sufren este síndrome huyen de lo que conocemos como aburrimiento
  • El teléfono móvil se convierte en un tercer brazo por la necesidad de estar siempre conectados

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El gallo que no cesa - Síndrome de la vida ocupada, permanentemente activos

Seguramente seas de esas personas que no pueden parar ni un segundo. Estás apuntado a cualquier actividad, ya sea pilates, ir al gimnasio o zumba, y además llevas en el teléfono móvil el correo del trabajo abierto. A esto desde hace unos 10 u 11 años lo conocemos como el síndrome de la vida ocupada, aunque es inherente a la historia de la humanidad.

"No es una etiqueta diagnóstica oficial, no es una enfermedad de verdad. Lo podemos entender como un conjunto de signos y síntomas, es decir, de cosas que sentimos por dentro y que se reflejan por fuera, que tienen que ver con nuestra necesidad de estar permanentemente activados, trabajando, creando, produciendo o también con la sensación de no poder parar", así lo explica Rafael San Román, psicólogo y responsable de la empresa I Feel en El gallo que no cesa.

Huimos del aburrimiento

En muchas ocasiones, las personas suelen huir de lo que conocemos como aburrimiento. Tenemos un poco la necesidad de hacer planes. "Nos hemos montando una vida tan compleja, tan cara y tan exigente y competitiva que sentimos que ya es una trampa. Pero cada uno tiene que detectar si su problema realmente es el aburrimiento o si es que tiene muchos gastos literales y metafóricos", dijo San Román.

"También tenemos esas sensación que se llama autoeficiencia o alta eficiencia, ese placer que encontramos al ir tachando las cosas en las listas de asuntos pendientes que tenemos. Al estar permanentemente produciendo con la cabeza ya en la siguiente tarea, aunque puede resultar estresante, también da una sensación de soy eficaz, cuántas cosas hago", añade. Por lo que muchas personas se acaban acostumbrando y se "instalan en ese estilo de vida".

Aunque a largo plazo este síndrome puede llegar a tener sus consecuencias. Si nos remontamos al confinamiento de 2020, seguramente hubo personas que estuvieron tranquilas pero otras, como argumenta Rafael, "a los dos días ya estaban desquiciados". Lo mismo ocurre cuando llega la jubilación. "Llevamos una vida trepidante durante 40 años y el bajón es impresionante".

Implicación por parte de las empresas

El volumen de trabajo influye mucho, por lo que las empresas deben de tenerlo en cuenta para canalizar de algún modo la salud emocional de sus empleados. La empresa en la que trabaja San Román, I Feel, ayuda a gestionarlo.

El gallo que no cesa - Qué debemos saber sobre el síndrome del trabajador quemado - Escuchar ahora

"Cada vez se van dando más cuenta porque no es sostenible y la gente se desgasta y no está contenta", expone Rafael. Por ello, deben de ir inculcando a los trabajadores la idea de que lo que gusta es que "se cuiden y no que se inmolen en el altar de la productividad". Hay que tener en cuenta que las personas "tenemos un límite físico y psicológico".

El descanso, nuestro mayor amigo

Cuando pecamos de no parar también lo hacemos en nuestras vacaciones o fines de semana. Estamos pendientes de lo que hace el resto a través de las redes sociales. "Vemos que todo el mundo pasa viernes, sábados y domingos estupendos y entonces nosotros no nos podemos quedar atrás. Si me quedo atrás ya estoy con la angustía de que me lo estoy perdiendo".

Esta necesidad se traduce en que el móvil es como nuestro tercer brazo. "Es una ventana al mundo estupenda, pero claro, cuando la abres y ves de todo acabas interpretando de aquella manena porque estamos procesando información permanentemente".

Por lo tanto, debemos de tener como aliados al descanso y al prestigio de "no hacer". Rafael San Román invita a reflexionar sobre "qué es lo peor que puede pasar si no hago tantas cosas" o "no sentirnos culpables por no habernos apuntado a todo". Sé autocrítico y permítete parar.

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