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La monja que fingió su propia muerte para escapar del convento

  • En 1318, una monja fingió su muerte para huir del convento donde vivía en contra de su voluntad
  • El historiador Javier Traité contó su historia en El condensador de fluzo
  • El condensador de fluzo: "Perdone que no me levante" o "La muerte" ya en RTVE Play

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El condensador de fluzo - Curiosidades históricas - Joan de Leeds

Joan de Leeds no deseaba ser monja. La Iglesia insistía en que las novicias solo debían entrar en el convento por voluntad propia, y siendo adultas, pero más de una acabó entrando sin desearlo y estando aún en la adolescencia. Joan era una de ellas. Para escapar del convento de St. Clement, en York, tomó una decisión radical: fingir su propia muerte. En 1318, Joan fingió padecer una enfermedad mortal, creando un maniquí a semejanza de su cuerpo para llevar a cabo el engaño sin ser descubierta, ayudada por algunos cómplices. Después, huyó a la ciudad de Beverley, a unas 50 millas, donde al parecer se fue a vivir con un hombre.

En 2019, un equipo de investigadores medievales de la Universidad de York descubrió la historia de esta monja gracias a la traducción y digitalización de los libros de registros de los negocios de los arzobispos de York entre 1305 y 1405. Entre ellos, se encontraban los escritos del arzobispo William Melton, quien, tras enterarse de la huida de Joan a Beverley, había decidido enviar una carta al deán de Beverley relatando lo sucedido. En ella, podían leerse fragmentos como el siguiente:

“Por un pensamiento malicioso, simuló una enfermedad del cuerpo, fingió estar muerta sin temer por la salud de su alma, y con la ayuda de numerosas cómplices malhechoras, con alevosía construyeron un muñeco a semejanza de su cuerpo para engañar a los fieles devotos. Y sin vergüenza alguna lo enterraron en espacio sagrado. Ahora vaga a sus anchas con notorio peligro para su alma, y para escándalo de toda su orden”.

Más allá de la acusación del arzobispo de que Joan se había dejado llevar “por el camino del deseo carnal”, las motivaciones de Joan para huir y el desenlace de esta historia han permanecido como una incógnita. Recientemente, los historiadores de la Universidad de York lograron arrojar algo más de luz sobre el asunto, gracias a una carta enviada al arzobispo por un confesor: el hermano John. Según la carta, Joan había acudido a él para confesar sus pecados. En la confesión, contó que sus padres la habían entregado al convento antes de la mayoría de edad y en contra de su voluntad, que jamás había pronunciado sus votos y que, tras quejarse durante años sin obtener atención alguna, finalmente había optado por llevar a cabo su plan. Joan había logrado escapar del convento, pero no de la culpa por sus pecados. Por esta razón, había acudido a confesarse, aunque con una petición: que la penitencia no fuera regresar al convento.

Al apreciar la falta de vocación de Joan, John expuso al arzobispo William que obligar a la novicia a profesar en contra de su voluntad, habiendo sido enclaustrada cuando era menor de edad y sin haber pronunciado sus votos, era un error. Finalmente, el confesor optó por imponerle una penitencia acorde a sus deseos de no regresar al convento, así como autorizarla a casarse, permitiéndola así vivir en paz con Dios. La respuesta del arzobispo y el final de esta historia sigue siendo, a día de hoy, una incógnita.