Historias de pueblos sumergidos
- La sequía ha provocado que algunos pueblos que quedaron sepultados por un pantano vuelvan a ver la luz
- Patrimonio, historias y recuerdos sumergidos afloran en este viaje en El gallo que no cesa
En España, según los datos del Instituto Geográfico Nacional, existen más de 1200 embalses con una capacidad superior a 50 hectómetros cúbicos. Debajo de ellos yacen cientos de pueblos que en su momento quedaron sepultados. Para los vecinos fue muy complicado abandonar sus casas, sus tierras de cultivo, sus modos de vida y sus recuerdos para migrar a poblaciones cercanas o creadas ex profeso.
Con la sequía la capacidad de los embalses no deja de bajar, así que muchas de estas memorias vuelven a emerger. En El gallo que no cesa hacemos un viaje también en el tiempo.
La singularidad del embalse del Ebro
Empezamos nuestro recorrido en el norte de España, visitando uno de los pantanos más grandes que existen en esta región. Hablamos del embalse del Ebro, que se reparte entre Cantabria y la provincia de Burgos. Este pantano se inauguró en 1951 y abnegó campos de cultivo, inundó al completo cuatro pueblos y otros desaparecieron parcialmente.
Uno de los municipios afectados fue Las Rozas de Valdearroyo. Su alcalde, Francisco Raul Calderon Macias, nos cuenta que entonces había 3000 vecinos viviendo aquí porque "eran las mejores tierras, las más fértiles, existían muchas empresas que trabajaban aquí y daban empleo a mucha gente". Con la construcción del pantano desaparecieron sus mejores tierras y mucha gente tuvo que emigrar. Francisco Raúl explica que "hemos ido perdiendo población, al no tener trabajo la gente se ha buscado la vida en otros lugares".
La construcción del pantano supuso también un cambio en el paisaje muy importante. El río lo inundó todo, cambió el entorno e incluso el clima. Esta enorme balsa de agua provoca nieblas frecuentes y atrae también muchas aves, así que forma parte de la Red Natura 2000 y está reconocido como Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) y ZEPA.
En la actualidad uno de los lugares qué más visitantes convoca es la torre de la antigua iglesia de Las Rozas de Valdearroyo. Esta torre se ha convertido en un recuerdo del pasado y en un símbolo para la localidad. "Es un símbolo de resistencia de todo aquello, los que somos de aquí así lo interpretamos, que significa que hemos luchado por quedarnos aquí", concluye el alcalde.
Mediano, el pueblo que se inundó de repente
Hay muchos pueblos en España que han vivido historias paralelas. El 29 de abril de 1969, las casas de Mediano, en Huesca, empezaron a inundarse con los vecinos todavía dentro. Javier Carruesco, alcalde pedáneo de Mediano, explica lo que sucedió ese día: "Vino una riada, la presa estaba ya casi estaba acabada, entonces el agua subió por las calles y tuvieron que sacar las cosas con camiones a toda prisa". Los habitantes de Mediano vieron cómo el agua del Cinca y de la lluvia iba cubriendo sus viviendas y sus recuerdos de manera abrupta.
Mediano era entonces un pueblo con mucha vida, estaba viviendo un momento álgido: había dos restaurantes, cafés, tiendas, casas de labranza… pero todo se perdió después de esa inundación repentina. La mayor parte de los vecinos se fueron a otras localidades, se construyó un pequeño pueblo al lado de la carretera que pertenece a La Fueva (el actual Mediano), aunque muy pocos vecinos se quedaron a vivir en él. Las casas antiguas se destruyeron en unas maniobras militares. Tan solo hay dos lugares que resisten, "la torre de la iglesia y el esconjurandero para espantar las tormentas".
Los vecinos que quedan intentan que se arregle esta torre del siglo XVII, que está catalogada como Bien de Interés Cultural (BIC). Temen que el agua y el paso del tiempo acaben con ella.
En Mediano, está ambientado el libro La línea invisible del horizonte, de Joaquín Berges, aunque en la novela se llama Sinia. En cualquier caso, merece la pena acercarse a ver la torre, los paisajes y el patrimonio de los alrededores en pleno Sobrarbe.
Iznájar, el pantano más grande de Andalucía
Nuestra siguiente parada es el pantano más grande de Andalucía: el pantano de Iznájar. Cubre parte de las provincias de Granada, Málaga y Córdoba y lleva 50 años suministrando agua potable a gran parte de Andalucía Occidental. Fue una de las grandes obras de ingeniería de su época y se inaguró el año 1969.
Belén Ortiz, arqueóloga e historiadora de Iznájar, cuenta que "se perdió muchísima población, muchísimas zonas de cultivo, las mejores y mucha gente se tuvo que marchar".
Medio siglo después, el pantano ha cambiado el paisaje de Iznájar y de sus alrededores y se ha convertido en un atractivo turístico: es posible navegar por él, en káyak o con una barquita de hidropedales, usar sus playas para descansar o recorrer las rutas que hay a su alrededor.
En los años de sequía, cuando el nivel del agua está más bajo aparecen algunos de los recuerdos: las casas, los molinos o las fábricas que desaparecieron vuelven a salir a la superficie y evocan aquellos tiempos. Además, "se forman unos paisajes muy interesantes y nos da a entender como era el territorio antes con el río, como estaba estructurado el paisaje”.
Iznájar en sí también merece una visita con sus casas blancas en la ladera de la montaña y los monumentos en la parte alta. Todo con vistas al pantano.
Otras historias sumergidas
Si hay más de mil embalses en España, nos podemos imaginar la de pueblos que permanecen sepultados. Muchos de estos pantanos se construyeron a mediados del siglo pasado, es decir que cada vez queda menos gente que recuerda cómo era la vida en estas localidades Y aunque sus historias son parecidas, siempre hay algo que las hace singulares. Por ejemplo, Portomarín, en la provincia de Lugo, trasladó su cementerio y la iglesia cuando el embalse de Belesar amenazaba con sepultarlo y los años de sequía aparecen las casas del viejo Portomarín.
Algo similar ocurre en el embalse de Luna, que se inauguró en 1956. Iván Domínguez, de la Casa del Parque de Babia y Luna, nos cuenta que se quedaron anegados 16 pueblos. "Los últimos en abandonar los pueblos son los que quedan más a la cola e incluso ves entrar el agua en tus casas".
Y luego hay grandes tragedias. Una de ellas, la que sucedió en Ribadelago, en Sanabria, el 9 de enero de 1959. Cuando colapsó la presa y se llevó por delante un pueblo entero y 144 vidas.
Estas son tan solo algunas historias, pero hay muchos más lugares cubiertos de agua dulce.