La isla que fue un imán para los escritores: Mallorca
Noticia Página Dos
- Agatha Christie, Evelyn Waugh, Kingsley Amis, George Sand o Robert Graves la visitaron en su juventud
- Página Dos recorre algunas de las localidades que inspiraron a los autores
- Allí nacieron Ramon Llull, Llorenç Villalonga, Joan Alcover, Blai Bonet o Antonina Canyelles
Si cada escritor es una isla y ha elegido este oficio porque se lleva bien con la soledad, tiene sentido que los autores se encuentren a gusto en la insularidad geográfica. Más aún si esta tiene lugar en un paisaje bellísimo como es Mallorca.
Robert Graves llegó a Deià en 1929, y vio que tenía todo lo que iba a necesitar: mar, montaña, sol, árboles, nada de política e incluso un par de lujos civilizados: electricidad y un autobús que iba regularmente a Palma. Robert Graves (Yo Claudio, El conde Belisario, La hija de Homero, Los mitos griegos), se definía como poeta y contaba que criaba «perros con pedigrí para alimentar a mis gatos». Los perros eran sus libros, los gatos sus poemas. La casa en la que Graves vivió sus últimos días es ahora un pequeño museo dedicado al escritor, que está enterrado en el cementerio local. Anaïs Nin, D. H. Lawrence o Julio Verne también amaban Deià.
La escritora francesa George Sand —en realidad llamada Aurore Dupin— visitó la zona con Frederick Chopin en 1838. Aunque su obra Un invierno en Mallorca no siempre muestra una imagen especialmente romántica de los habitantes de la isla, puso en el mapa el encantador pueblo de Valldemossa, donde la pareja se refugió en un monasterio abandonado durante el invierno. De aquel lugar habló también Unamuno: «Es lo más célebre que como lugar de retiro y de goce apacible de la naturaleza tiene Mallorca. Cuenta ya con su tradición y leyenda literarias».
Agatha Christie en el Faro de Formentor
Agatha Christie llegó a Mallorca por primera vez en 1932, procedente de Oriente Medio, y se alojó en un hotel de Pollença. Así nacería Problema en Pollença (originalmente, The Regatta Mystery and Other Stories) con su protagonista Parker Pyne —que ya había aparecido en obras anteriores—, que narra su sorpresa al descubrir en Mallorca una importante afluencia de turistas británicos y americanos durante el invierno. También parece pasar desapercibido, quizá como la propia autora. Se relata el amor de Christie por el paisaje y sus paseos hasta el faro. El texto evoca un pueblo idílico en los años treinta, con pequeños hoteles, espléndidas vistas y bohemios descalzos hablando de arte en los cafés.
En 1913 el poeta nicaragüense Rubén Darío viajó a Mallorca invitado por Joan Sureda, y se alojó en la cartuja de Valldemossa, en la que décadas atrás habían residido Chopin y George Sand. Allí empezó El oro de Mallorca —que es, en realidad, una autobiografía novelada—. En enero de 1914 regresó a París. Su siguiente parada fue Barcelona, donde dio a la imprenta su última obra poética de importancia, Canto a la Argentina y otros poemas, que incluye el poema laudatorio que había escrito años atrás por encargo de La Nación.
George Sand: «Mallorca es para los pintores uno de los más bellos paisajes de la tierra, y uno de los más ignorados. Es El Dorado de la pintura. Todo en ella resulta pintoresco. El silencio es más profundo que en ninguna otra parte. Todo cuanto puede soñar el poeta lo ha creado la naturaleza en este lugar, y el arte no puede añadir nada».