Cádiz, vigía del mar y las culturas
- Fenicios, romanos y andalusíes dejaron su impronta en esta ciudad trimilenaria
- Fue puerta al Nuevo Mundo y cuna de la primera constitución liberal europea
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Los gaditanos nunca han apartado la vista del horizonte. El Atlántico ha traído ataques y desgracias, pero también gran prosperidad económica. Los comerciantes de la ciudad, cuyo puerto ostentó el monopolio de los tráficos con América en el siglo XVIII, levantaron multitud de torres vigía para controlar la llegada de sus barcos; inconfundibles siluetas que siguen dotando a Cádiz de un perfil único. También son extraordinarios miradores, algunos visitables, como la barroca torre Tavira, que además de ser la terraza más elevada de Cádiz ofrece una panorámica completa a través de su cámara oscura, un ingenio óptico que proyecta imágenes en movimiento del exterior.
Desde lo alto se entiende muy bien la especial configuración de Cádiz, una ciudad montada sobre dos antiguas islas del litoral –Erytheia y Cotinusa– unidas entre sí y al continente por un tómbolo, una larga barra de sedimentos por donde hoy discurre la carretera y las vías férreas que la conectan con San Fernando. A este cordón umbilical, en uso desde tiempos romanos, se han sumado en las últimas décadas dos puentes que sobrevuelan la Bahía de Cádiz hasta la orilla de Puerto Real: el José León de Carranza y el majestuoso puente atirantado de La Pepa, construido para conmemorar el segundo centenario de la constitución de 1812, aunque fue inaugurado en 2017.
Las esencias, en frasco pequeño
El espacio es el que es en Cádiz. La ciudad, actualmente habitada por 115.000 personas, difícilmente puede seguir creciendo. De hecho, pese a ser la capital provincial, no es la ciudad más poblada; la superan Jerez de la Frontera y Algeciras. El ensanche moderno ocupa un alargado rectángulo entre el área dunar protegida y las murallas exteriores de la ciudad antigua.
“Al cruzar las murallas de Cádiz parece que cambiamos de universo. “
Son apenas unos metros, pero al cruzarlas parece que cambiamos de universo. No es raro oír a los gaditanos de extramuros decir “vamos a Cádiz” ante la perspectiva de atravesar las Puertas de Tierra.
El muro, precedido por un foso ajardinado y flanqueado por dos baluartes que albergan sendos museos de títeres y técnicas litográficas, luce en su centro una portada de mármol que, vista desde el interior, tiene el aspecto de un arco de triunfo. Sobre él se yergue una torre con cuatro garitas en los vértices que formaba parte de una red de telegrafía óptica que permitía enviar mensajes a Madrid en poco menos de dos horas. A derecha e izquierda, los imponentes lienzos del muro nos presentan el material constructivo primordial de todo el Cádiz antiguo: la piedra ostionera. Es pura roca marina, un conglomerado de arena y conchas fosilizadas que dan un aspecto único a los sillares. El nombre lo toma de los ostiones (ostras), cuyas veneras son fácilmente reconocibles en estos pedazos de arte natural.
“En el barrio de Santa María hasta los niños cantan por alegrías. “
Al otro lado de las Puertas de Tierra nos espera el barrio de Santa María, donde –según el dicho local– “hasta los niños cantan por alegrías”. Estamos en una de las cunas del flamenco y de aquí es Enrique el Mellizo. La calle Concepción Arenal nos invita a echar un ojo a las exposiciones de la Casa de Iberoamérica, un elegante edificio blanco con un gran pórtico que en su día fue cárcel real. La bocacalle que queda justo enfrente conduce a una capilla que concentra el hondo fervor de los vecinos: la de Jesús Nazareno, en el monasterio de Santa María.
El corazón de Cádiz está junto al 'Malecón'
Unos pasos más allá saludamos al Atlántico. Comienza el Campo del Sur, una luminosa avenida abierta al océano que recuerda al Malecón de La Habana. El parecido no es casual, ya que Cádiz sirvió de modelo para la construcción de ciudades fortificadas en el Nuevo Mundo. Pero mucho antes de la Era de los Descubrimientos este lugar ya estaba habitado. Primero por los fenicios; después, por los romanos. En este arranque del Campo del Sur, a mano derecha, podemos visitar las ruinas del segundo teatro más grande de Hispania. Recorremos una parte del graderío y su centro de interpretación –todo gratis–, donde se recrea la parte del yacimiento que no puede ser excavada por encontrarse bajo otras edificaciones protegidas.
Y como las culturas y las edades de la ciudad se superponen, el teatro romano parece ceder el testigo al edificio colindante. La antigua mezquita es un vestigio de la Qadis árabe hoy transformado en la iglesia de Santa Cruz, también conocida como la Catedral Vieja. El templo, reedificado en estilo barroco, conserva planta y hechuras andalusíes, empezando por la cúpula blanca que en su día cobijó el mihrab y después el ábside.
La Catedral Nueva se encuentra a una manzana hacia poniente: Santa Cruz sobre las Aguas. Su construcción fue uno de los efectos de la bonanza económica que supuso el traslado de la Casa de Contratación de Sevilla a Cádiz en 1717. Durante el siglo largo que duraron los trabajos el proyecto fue sufriendo cambios tanto por la sensibilidad de los sucesivos arquitectos como por motivos económicos. La catedral exhibe la transformación de su estilo (y del tipo de piedra) conforme gana altura. Su planta e interior son barrocos, mientras que las fachadas, sus dos torres campanario y la gran cúpula central son de líneas neoclásicas. De su amplio interior sorprende el coro de nogal con doble órgano frente al altar mayor, cubierto por un suntuoso baldaquino. No hay que perderse las capillas de los patronos protectores de Cádiz, San Servando y San Germán, la enorme carroza procesional del Corpus Christi –pura plata– ni el Ecce Homo de la capilla de San Sebastián, obra de La Roldana, primera escultora de cámara de nuestro país. Tampoco debemos pasar por alto la enorme cripta, excavada bajo el nivel del mar, con planta en forma de estrella y una acústica de lo más peculiar. Quien quiera disfrutar de las mejores vistas panorámicas desde los 56 metros de la Torre del Reloj puede subir por una rampa que se ciñe al perímetro octogonal interior del campanario.
El Pópulo: Cádiz medieval
El arco de la Rosa, en la plaza de la Catedral, es uno de los tres accesos del barrio del Pópulo, germen medieval de Cádiz de cuyas murallas se conservan algunos vestigios. En la plazuela de San Martín llama nuestra atención la Casa del Almirante, residencia de Diego de Barrios, un oficial de la flota de Indias que se hizo construir dos torres vigías además de una suntuosa portada tallada en mármol genovés.
“Los cruceros con frecuencia parecen un edificio más en la plaza de San Juan de Dios. “
Un corto paseo nos conduce a la plaza de San Juan de Dios, alargado espacio con palmeras abierto al puerto donde atracan los cruceros. Es frecuente que la obra muerta de esas moles flotantes cierre el costado norte de la plaza como un edificio más. En el extremo opuesto queda la fachada del ayuntamiento, de estilo neoclásico isabelino, con una planta baja porticada en piedra ostionera, dos pisos y gran balcón cobijado por un frontón triangular tras el que brota la torre del reloj. A su izquierda, la pequeña iglesia que da nombre a la plaza, donde los marinos hacían una parada, de camino al muelle, para encomendarse a la Virgen del Buen Suceso. Cristóbal Colón también lo hizo antes de zarpar en su segundo y cuarto viaje.
En busca de plazas con encanto
Seguimos caminando hacia el noroeste. Podemos optar por la línea recta que forman las calles Nueva y San Francisco, un cómodo eje peatonal jalonado de casas con cierros (galerías acristaladas) y mucha vida comercial y hostelera en los bajos. Otra opción es callejear para, después de varios requiebros, alcanzar la recoleta plaza de la Candelaria. Es un espacio trapezoidal que nos recibe con una explosión vegetal, un jardín botánico de pequeñas dimensiones y densas copas arbóreas.
“Casi siempre una paloma o gaviota reposa sobre la cabeza en bronce de Emilio Castelar. “
En su centro, gesticulando como el reconocido orador que fue, la estatua en bronce de Emilio Castelar, tocado casi siempre por la típica paloma o gaviota oportunista que aprovecha la cabeza del político para reposar. En el lado norte de la plaza, una gran placa de piedra identifica la casa en la que vino al mundo.
En el catálogo de plazas gaditanas con encanto tampoco puede faltar la de Las Flores, fácilmente reconocible por los quioscos acristalados donde se venden. En el centro, la escultura de Columela, hoz en ristre, honra al “príncipe de los escritores de agricultura”, como reza el rótulo que identifica a este importante agrónomo de la Gades romana. Ocupa el centro de una pequeña fuente tan blanca como el empedrado del suelo, ensamblado con la técnica de la calçada portuguesa, que nos traslada mentalmente al país vecino.
El templo del buen comer
Nuestros pasos desembocan de manera natural en la gran mole de ladrillo naranja, en estilo regionalista andaluz con toques modernistas, que es el edificio de Correos. A su izquierda nos espera el animado mercado de abastos, la plaza.
El renovado rectángulo central cobija los puestos de productos frescos; especialmente llamativos son los pasillos del pescado, donde el hielo de los mostradores se cubre de doradas, lubinas, mojarras, urtas, sargos, corvinas, langostinos de Sanlúcar y atún rojo de almadraba.
“Un tapeo de altos vuelos a precios moderados en el rincón gastronómico del mercado. “
Fuera, en los puestos situados en el peristilo neoclásico de este templo del buen comer, se asienta el rincón gastronómico: propuestas localísimas, nacionales e internacionales para disfrutar de un tapeo de altos vuelos y precios moderados. Desde un plato de chicharrones o una crujiente tortillita de camarones hasta los más selectos pintxos vascos o incluso sushi japonés. Un viaje de sabores con un denominador común: el producto fresco y de proximidad.
La historia, capa sobre capa
Para viajar a otras épocas basta con arañar levemente el suelo del Cádiz intramuros. Los tres mil años de población ininterrumpida de la ciudad (caso único en Europa) se traducen en una auténtica lasaña arqueológica. De su origen fenicio encontramos un asombroso vestigio en los sótanos de un inmueble de la calle San Juan.
Las obras de reacondicionamiento de la mítica taberna flamenca La Cueva del Pájaro Azul dejaron al descubierto una sección del antiguo puerto de guerra del siglo III a. C. Hoy podemos admirar su cantil, que conserva incluso magulladuras de soga. A partir de este hallazgo los arqueólogos concluyeron que uno de los alargados salones subterráneos del local fue construido aprovechando el gran vacío de un dique seco donde se reparaban naves fenicias. Desde hace unos meses es posible vivir la insólita experiencia de caminar por este lugar, directamente vinculado con las guerras púnicas.
Más al norte, en la calle San Miguel, se nos propone un paseo por la vida cotidiana de Gadir. Bajo el Teatro del Títere se conservan los restos de varias viviendas y dos calles del siglo IX a. C. También los esqueletos fosilizados de un ciudadano fallecido durante un incendio y de un gato doméstico. De época romana son los vestigios de una de las fábricas de salazón que operarán siglos después, cuando Gadir se convierta en Gades.
“Las Catacumbas del Beaterio fueron cripta, refugio antiaéreo y templo masónico. “
Ninguna ruta por el Cádiz oculto quedaría completa sin un descenso a las Catacumbas del Beaterio. La visita repasa en 45 minutos toda la historia de la ciudad, desde los fenicios hasta la desgraciada Explosión de Cádiz, cuando el estallido de un polvorín de la Armada provocó cientos de muertos y el derrumbe de muchos edificios en 1947. La retirada de los escombros, que habían colmatado esta curiosa gruta, permitió recuperar la memoria de la comunidad de beatas terciarias franciscanas que aquí oraban y se enterraban en el siglo XVII. El espacio tuvo otros usos a lo largo del tiempo, desde refugio durante la Guerra Civil hasta lugar de reunión de logias masónicas.
La Constitución de Cádiz
El centro geográfico de Cádiz lo ocupa la cuna de la constitución a la que esta ciudad presta su nombre. El oratorio de San Felipe Neri, templo dieciochesco de planta elíptica, sobrio exterior y ornamentados interiores, vio nacer la primera constitución liberal del viejo continente. Las placas de agradecimiento y homenaje adosadas a su fachada dan fe de la importancia del lugar, que albergó las cortes constituyentes en plena Guerra de la Independencia, con el ejército francés a las puertas.
La visita al oratorio y a su centro de interpretación se complementa con el anexo Museo de las Cortes, una pinacoteca que también expone documentos, objetos de interés histórico y una gigantesca maqueta de la urbe, elaborada en madera de caoba y marfil por encargo del rey Carlos III.
De chirigotas y clásica
Dentro ya del barrio del Mentidero avanzamos hacia el neomudéjar Gran Teatro Falla. Su característico frontal de ladrillo, con pilastras y dovelas a franjas blancas y rojas, es uno de los símbolos del inefable carnaval de Cádiz. Aquí se celebra el concurso oficial de agrupaciones, tan esperado como las actuaciones de las chirigotas ilegales que llenan de música y buen humor las calles y plazas de la ciudad.
En una de ellas, no demasiado lejana, encontramos la casa natal del compositor que da nombre al teatro. Manuel de Falla, hijo de acaudalados comerciantes gaditanos, vino al mundo en el número 3 de la Plaza de Mina. Este espacio, sombreado por palmeras y gigantescos ficus, es también el jardín delantero del gran Museo de Cádiz. Sus tres plantas albergan una extensa colección de piezas arqueológicas, etnográficas y pictóricas que nos embarcan en un viaje de conocimiento por la provincia.
En una visita rápida debemos detenernos, al menos, ante los sarcófagos fenicios, el ajuar funerario de una adolescente de la Gades romana, la gran estatua de Trajano, el conjunto de pinturas que Zurbarán realizó para la Cartuja de Jerez de la Frontera y el políptico de los desposorios místicos de Santa Catalina, última obra de Murillo (en su ejecución el pintor sevillano sufrió una mala caída desde el andamio cuyas lesiones le condujeron a la muerte).
Otras plazas imprescindibles
Anotamos dos plazas más en las proximidades. A una manzana al oeste de la de Mina, la dedicada a San Antonio. Las dos torres de la iglesia homónima ennoblecen este amplio y despejado cuadrángulo perimetrado por algunos arbolillos.
Son llamativas las lujosas casas de comerciantes que nos rodean, en las que reconocemos las distintas tipologías de torre vigía (de terraza, garita o sillón) con las que los cargadores de Indias coronaban sus residencias. Una de las más vistosas es el Casino Gaditano, hoy restaurante, que fue en origen vivienda familiar de Tomás Istúriz, activo participante en las Cortes de Cádiz. Del costado opuesto de la plaza parte una elegante vía peatonal –la calle Ancha– jalonada de más inmuebles barrocos.
La última plaza de visita obligada es la de España, un espacio ajardinado cuyo centro lo ocupa el gran monumento blanco dedicado a la constitución de 1812, una combinación de estructuras arquitectónicas y figuras alegóricas. Junto al costado de la plaza que da al puerto se yergue la Casa de la Contratación, palacio de paredes rosadas convertido en sede de la diputación provincial.
Fortalezas y murallas que miran al mar
Desde aquí podemos emprender un paseo perimetral por las fortificaciones de la ciudad. Subimos la escalinata hasta lo alto de las murallitas de San Carlos. Enseguida enlazaremos con la Alameda Apodaca, el baluarte de la Candelaria –convertido en centro cultural–, el romántico Parque Genovés y, al otro lado del Parador de Cádiz, el castillo de Santa Catalina.
Desde sus murallas y garitas oteamos el horizonte y observamos el castillo de San Sebastián, una fortaleza montada en un promontorio rocoso al que se llega caminando por un paseo construido sobre el mar.
La Viña y su playa
“Los botes de pesca fondeados se mecen junto a la orilla de la animada playa de la Caleta. “
Protegida entre ambos castillos se extiende la más familiar y animada de las playas del municipio: La Caleta. Su medio kilómetro de arenal, al que parece querer dar un gran abrazo blanco el balneario de La Palma, es el frontal marítimo del barrio de la Viña.
Este antiguo vecindario de pescadores –todavía se mecen los botes fondeados junto a la orilla de la playa– es la meca del carnaval y el tapeo. Nadie debería pasar por alto los restaurantes de la calle de la Virgen de la Palma.
Otras playas excelentes, más allá de las Puertas de Tierra, son las de Santa María, la Victoria y Cortadura. Son buenos lugares para la práctica del surf y en sus inmediaciones existe bastante oferta hotelera.
Nuestro recorrido
1. Puente de la Constitución de 1812
2. Puente José León de Carranza
3. Yacimiento arqueológico Gadir
4. Cueva del Pájaro Azul (puerto militar de Gadir)
5. Catacumbas del Beaterio
6. Puertas de Tierra
7. Barrio de la Viña
8. Casa de Iberoamérica (Cárcel Real)
9. Campo del Sur
10. Teatro romano
11. Iglesia de Santa Cruz (Catedral Vieja)
12. Catedral Nueva
13. Barrio del Pópulo
14. Casa del Almirante
15. Plaza de San Juan de Dios
16. Ayuntamiento
17. Iglesia de San Juan de Dios
18. Plaza de la Candelaria
19. Plaza de las Flores
20. Mercado de abastos
21. Torre Tavira
22. Oratorio de San Felipe Neri
23. Museo de las Cortes de Cádiz
24. Plaza de España
25. Palacio de la diputación (Casa de Contratación)
26. Museo de Cádiz
27. Plaza de Mina
28. Plaza de San Antonio
29. Iglesia de San Antonio
30. Casino Gaditano
31. Calle Ancha
32. Gran Teatro Falla
33. Murallas de San Carlos
34. Alameda Apodaca
35. Punta Candelaria
36. Castillo de Santa Catalina
37. Castillo de San Sebastián y faro
38. Playa de la Caleta
39. Barrio de la Viña
40. Playa de Santa María
41. Playa de la Victoria
42. Playa de la Cortadura
Ver mapa de Cádiz más grande.
Voces del programa de radio
Fila superior: Lylian del Toro (guía de turismo de Cádiz), Moisés Camacho (historiador), Juan Ignacio Vallejo (director del Museo de Cádiz), Fernando Coucheiro (pescadero) y Pepe Monforte (periodista gastronómico).
Fila inferior: Eugenio Belgrano (espeleólogo), Mari Ángeles Castro (coordinadora de visitas de la Catedral Nueva), Juan Manuel Barragán (geógrafo), José Carlos Fernández (guía de La Cueva del Pájaro Azul) e Isabel María del Río (vendedora del mercado de abastos).