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Literatura

Tarantino, Lorca y Sergio Leone inspiran este western de Fernando Navarro

Noticia Página Dos

  • Página Dos entrevista a Fernando Navarro, que publica Malaventura (Impedimenta)
  • Los catorce relatos del libro son estampas desérticas de sangre, deseo y venganza
  • En esa tierra de nadie entre Almería y Granada no hay héroes ni villanos, solo personajes solitarios

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Tarantino, Lorca y Sergio Leone inspiran este western de Fernando Navarro

Al niño Fernando le encantaban tres cosas: ver películas de John Ford (Centauros del desierto era su preferida), leer a Lorca en la escuela y aprenderse los diálogos de El bueno, el feo y el malo, de Sergio Leone. Navarro es escritor, pero también ha trabajado como guionista de series y películas dirigidas por Kike Maíllo, Paco Plaza, Lluís Quílez o Jaume Balagueró.

Malaventura (Impedimenta) es el primer libro de Fernando Navarro, con catorce relatos poblados por marginados que sobreviven en un desierto hostil y melancólico. Guardia civiles, tenderos, amantes, forajidos, maestrillos, hechiceras, ganaderos, cantaores. Esta vez el wild west cae en un sur con un imaginario próximo a Tarantino, Cormac McCarthy, los Coen, E. L. Doctorow o Elmore Leonard. Héroes y villanos en una Andalucía remota, irreal y salvaje.

Entre las historias encontramos una mujer barbera atrapada en una reyerta. El linchamiento de un legendario bandolero. Una misteriosa matanza en una fonda, con un borrico como único testigo. El amor imposible entre una vidente y un forajido, o una inundación que sigue su curso llevándose por delante todo lo que encuentra a su paso. «Algunos personajes los imaginamos en otro relato, hay algo de juego donde se entrecruzan e hilvanan historias» explica Navarro. «Estaba intentando retratar un lugar y un estado de ánimo, el desamparo. La violencia amoral transita por todos los cuentos.»

La herencia estética de los spaghetti westerns

Óscar López pregunta al escritor por la importancia del paisaje, heredero de aquellos spaghetti westerns que se rodaron en Almería en los años sesenta. «Tengo un recuerdo. En una película de Clint Eastwood diría, se veía a una mujer enlutada cruzando el plano hacia su casa, y en la puerta de esa casa había una ristra de pimientos rojos puestos a secar. De ahí sale esa fusión entre el bandolerismo quinqui que tenía lugar en sitios como la serranía de Ronda, y los forajidos salvajes norteamericanos.»

Quizá por tener su autor un oficio audiovisual, Malaventura construye imágenes poderosas en la mente del lector, especialmente cuando describe la psicología de los personajes. Este es un fragmento del primer cuento de la novela: «Se contaba que el Morato antes de ser el Morato y esconderse en las cuevas y pasearse por el pueblo se había dejado la vida recorriendo esos caminos sevillanos tan lejos del desierto. (...) Un pañuelico le tapaba media cara, el sombrero encalao tapando la otra media. Con la voz cascá de viejo aunque era joven: anda dame tó lo que tengas y asín no tiro de estas dos, señalando los pistolones. Y a correr sin mirar atrás cuando acababa la faena. Era muy vivo y aprovechaba las vísperas y los caminos de las ferias de bestias. (...) Y ahí que se llevaba el Morato su buena tajá. Una vez, incluso cuentan que dejó limpio al recaudador de Morón, que venía de ponerse agustico de manzanilla y de chicharrones en una feria y que, bueno, dejó de ser recaudador de Morón después de ese día.»

Esas historias de crueldad se dulcifican hábilmente a través de la mirada de los niños. «Sí hay algo de esas pesadillas infantiles y con elementos sobrenaturales del gótico sureño, como en La noche del cazador de Charles Laughton. Su inocencia te permite narrar desde un lugar frío y observador, con pasión y amoralidad. En Malaventura los niños son protagonistas.»