La Dehesa, un ecosistema creado por el hombre
- La dehesa ha sido reconocida como el Sistema Agrario de Alto Valor Natural más extenso de Europa
- Factores sociológicos y biológicos diezma los encinares y amenazan su supervivencia
- Los propietarios de fincas de dehesa piden diversificación y apoyo institucional para que sea sostenible
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La dehesa ocupa tres millones y medio de hectáreas concentradas en el suroeste de la península, dos tercios en España, y otro tercio en Portugal, donde se le conoce como montano.
En Extremadura ocupa el 40% de su territorio y supone un paisaje único y genuino, una auténtica cultura -si entendemos como tal una forma de entender la vida en comunión con el entorno- que lleva tras de sí varios siglos de existencia. En total vienen a ser 1’4 millones de hectáreas de superficie adehesada, entre las provincias de Cáceres y Badajoz, con algo más de extensión en territorio cacereño.
“La dehesa ocupa tres millones y medio de hectáreas concentradas en el suroeste de la península“
El hombre decidió en la Alta Edad Media clarear el bosque mediterráneo y limpiarlo de matorral para optimizarlo como pastos. Entonces eran tierras de frontera entre los reinos cristianos y los musulmanes, permanentemente expuestos a los ataques propios de la llamada reconquista, y manteniendo parte del arbolado era más fácil defenderse. A medida que las fronteras se afianzaban, la dehesa permaneció como una forma de explotación agrícola y ganadera compatible con la biodiversidad original.
Debido al uso prioritario de la dehesa para la ganadería extensiva, la fauna principal la compone la cría de ganado ovino, caprino, ovino y el porcino ibérico, que convive con más de 20 especies de mamíferos y 60 de aves, algunas de ellas en peligro de extinción como el lince ibérico o el águila imperial.
La dehesa, en peligro
Parece mentira, pero este ecosistema tan biodiverso está hoy amenazado. La dehesa requiere un cuidado exhaustivo por parte del hombre que, en cambio, la está abandonando paulatinamente. Las nuevas generaciones han perdido la identidad cultural y el sentido de pertenencia a estas tierras y cada vez son menos los que permanecen en ellas para mantenerlas y optimizarlas. Fincas que antaño contaban con diez o más trabajadores, con suerte cuentan hoy con uno que se dedica exclusivamente a la vigilancia de sus límites. El matorral recupera su espacio en detrimento de los pastos y el bosque vuelve a cerrarse.
Otra consecuencia derivada del abandono, es la desertización. También inciden factores ambientales adversos, como el cambio climático, o la plaga que se conoce como la seca, una bacteria que diezma las encinas, auténticas reinas de la dehesa porque son la base de la alimentación del ganado.
En busca de soluciones
Solo la iniciativa de unos pocos se enfrenta a la deriva de la dehesa. Por un lado, desde INDEHESA se investigan e incentivan nuevas técnicas de explotación tanto agrícolas como ganaderas e incluso industriales, así como estudios para combatir la seca y otros problemas acuciantes. Por otro lado, los propietarios de fincas de dehesa buscan nuevas fórmulas con las que rentabilizar sus tierras, a la vez que se asocian para conseguir el reconocimiento de su singularidad y unas ayudas acordes a esa singularidad porque –sostienen- la dehesa no es únicamente bosque, ni únicamente agrícola, y mientras las instituciones no le concedan una calificación adecuada, las ayudas que puedan concederle no serán adecuadas ni suficientes.