Irene Vallejo, autora de El infinito en un junco, en el Especial Lectura de Página Dos
Noticia Página Dos
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- En estos tiempos de impaciencia, economía de la atención e inmediatez, el libro nos ancla a un presente observador
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Cuando el equipo de redacción de Página Dos empezó a preparar este Especial Lectura se preguntó qué autor podría encarnar esa mezcla de humanismo, sabiduría y compromiso con el mundo del libro, y el nombre surgió enseguida: Irene Vallejo.
«Somos seres entretejidos de relatos, bordados con hilos de voces, de historia, de filosofía y de ciencia, de leyes y leyendas», cuenta la autora en su Manifiesto por la lectura (Siruela). «Por eso, la lectura seguirá cuidándonos si cuidamos de ella. No puede desaparecer lo que nos salva. Los libros nos recuerdan, serenos y siempre dispuestos a desplegarse ante nuestros ojos, que la salud de las palabras enraíza en las editoriales, en las librerías, en los círculos de lecturas compartidas, en las bibliotecas, en las escuelas. Es allí donde imaginamos el futuro que nos une».
La relación de Irene Vallejo con ese entrañable y esencial objeto que nos consuela y ayuda a sobrevivir, el libro, empezó tan pronto aprendió a leer. Con su padre visitaba la librería Pórtico. De muy pequeña, creía que los libros que tenían en casa los habían escrito sus padres. «Cuando mi padre me contó la Odisea, yo estaba convencida de que esa odisea era solo para mí». Se acabó doctorando en Filología Clásica, y centró su labor en la investigación y divulgación de los autores clásicos. Escribió novelas como El pasado que te espera, La luz sepultada, El inventor de viajes o El silbido del arquero, hasta que en 2019 la editorial Siruela publicó ese milagro llamado El infinito en un junco, traducido a veinte idiomas, galardonado con el Premio Nacional de Ensayo 2020 y en su 37ª edición a día de hoy.
¿Qué enamoró tanto al público de esta carta de amor a los libros? Su naturalidad, aparente sencillez, pasión contagiosa y admiración por los sabios que lo dejaron todo dicho hace siglos. Y Vallejo dedicó «esa fabulosa aventura colectiva a miles de personas que, a lo largo del tiempo, han hecho posibles y han protegido los libros: narradoras orales, escribas, iluminadores, traductores, vendedores ambulantes, maestras, sabios, espías, rebeldes, monjas, esclavos, aventureras… Gente común cuyos nombres en muchos casos no registra la historia.»
Óscar López pregunta a Irene acerca de aquella frase de Umberto Eco que dice que el libro—como la rueda o la cuchara— es un invento imposible de mejorar. «Ha llegado a nuestros días porque ha evolucionado. Es ligero, transportable, resistente, autónomo. Es el resultado de una búsqueda de siglos.»
En Página Dos necesitamos los libros, reivindicamos su importancia. «Los relatos nos ayudan a sobrevivir. Las palabras son un hechizo cargado de futuro. Somos una especie frágil, particularmente frágil: ni muy fuerte, ni demasiado rápida ni especialmente resistente al hambre, la sed, el calor o el frío. No estamos adaptados al vuelo o la vida bajo el agua. Nacemos completamente indefensos y nuestra infancia es más prolongada que la de ningún otro animal. Hasta un virus minúsculo nos pone en peligro. Sin embargo, la brisa de una cualidad asombrosa nos ha impulsado hacia un desarrollo inesperado, hacia un imprevisible progreso. Esa facultad es nuestra imaginación, que, aliada con el lenguaje, nos permite soñar lo inconcebible, colaborar y fortalecernos unos a otros. Somos la única especie que explica el mundo con historias, que las desea, las añora y las usa para sanar.»