¿Cuántas palabras en peligro de extinción conoces?
- El CSIC a través del Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI) es el vivero de palabras moribundas desde 1914
- Tres equipos de encuestadores de los años 30 fueron los “guardianes” de las palabras en vías extinción
- Todo el material de investigación lingüística del CSIC está en Internet desde el año 2016 y es de libre disposición
- Cada viernes y lunes, El Escarabajo Verde en RTVE Play y en la web de Cienca y Futuro
“¿Cómo rescatar del olvido a las palabras en desuso? ¿Cómo resucitar las palabras moribundas de nuestro mundo rural? “El Escarabajo Verde” realizó una llamada en redes sociales, Facebook, Instagram y Twitter, las de más impacto, para que pudieran colaborar en un catálogo visual con fotografías de aquellos términos que estaban en vía de extinción, como nuestras especies naturales emblemáticas. El resultado fue casi un centenar de “palabras de antaño”, relacionadas con la agricultura, el manejo del ganado, la casa de pueblo puertas adentro, los términos topográficos, los aperos de labranza, los utensilios del pastoreo, espacios de ganado doméstico, las herramientas de carpintería artesanal y otros oficios en declive.
Joyas del lenguaje
Colodra, papujado, tumbillo, zahurdón, aprisco, escucar o amurriado… ¿Qué significado tienen, por ejemplo, estas 7 palabras en vías de extinción? Muy fácil, todas están incluidas en el proyecto ALPI, el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica. La colodra es una cuerna de cabra decorada con un buril para guardar leche de ordeño, papujado es un guiso desvaído y líquido, tumbillo es un brasero de madera para calentar las camas en invierno, zahurdón es el chozo del pastor en Los santos inocentes de Delibes, aprisco es el vallado para los carneros, escucar es cascar nueces y amurriado es estar enfadado con el mundo. Este vivero de palabras moribundas está contenido en un atlas de gran formato que mezcla los contenidos topográficos con los filológicos, todas las variantes lingüísticas de nuestro territorio. Es el verdadero guardián de las palabras en vías de extinción.
Un poco de historia
El trabajo de investigación fue arduo. Concebido por Ramón Menéndez Pidal, y continuado por su discípulo Tomás Navarro Tomás, el proyecto ALPI se basó en unos cuadernos de encuesta elaborados a principios de los años 30: tres equipos de encuestadores de ese tiempo se encargaron de recoger datos de fonética, léxico y morfosintaxis a las 1.300 cuestiones de estos cuadernos de campo realizados en los 527 puntos de encuesta.
Los informantes, o encuestados, solían ser gente mayor y de género masculino, que fueran del lugar y hubieran salido poco de él. En cada pueblo o aldea se “recuperaban” estos términos y su respuesta era copiada por medio de transcripción fonética. La mayor parte de la encuesta se realizó entre 1931 y 1935, se interrumpió en la Guerra Civil, y se completó entre 1947 y 1954. Todo el material es accesible en Internet desde 2016, de forma virtual, y de forma presencial en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, en el extrarradio de Madrid. Como nos explica Pilar García Mouton, colaboradora de Radio Nacional de España, en el programa de Pepa Fernández, “De Pe a Pa”, y filóloga e investigadora del CSIC, “al trabajar con atlas lingüísticos es fácil encontrar testimonios del pasado en la sincronía de los mapas. La historia del vocabulario castellano está llena de vacíos que nunca podremos rellenar. Por lo pronto, es preciso localizar sistemáticamente las palabras, siempre que no sean de uso general, saber que una palabra se emplea en Almería, en Aragón o en Argentina”.
Recuperación linguistica
Viajamos al corazón de La Mancha para recuperar palabras en Villacañas, un pueblo que huele a madera de otros tiempos, que vivió el esplendor y el ocaso a la vez. Las “puertas de Villacañas” llegaron a tener denominación de origen, pero las sucesivas burbujas inmobiliarias dieron al traste con esta industria. Su gente es deudora y depositaria de un lenguaje que le enraíza a la tierra, en este caso a los silos, viviendas subterráneas, construcciones que recuerdan a almacenes de grano bajo la tierra. De la mano de varios informantes de Villacañas, Juana Simón, silera, Antonio Mata, escritor, Jesús Porrero, técnico de ferretería industrial o Teresa Aparicio, agente de turismo, alcanzamos a entender el significado de palabras tan autóctonas como lumbrera, majada, garlopa, guillame, gubia o escofina, entre otros.
También hicimos trabajo de campo en un escenario de la antigua Castilla la Vieja, Castrillo Tejeriego, pueblo asomado al valle del Jaramiel, con cereales, alcores, cardos, avena loca, cuervos, chopos y arroyo cangrejero, “como cualquier pueblo que se precie”, según decía el gran recuperador del lenguaje en castellano, Miguel Delibes. De la mano del cronista de su narrativa, Jorge Urdiales, descubrimos nuevos términos encuestando a sus informantes: Afori de la Fuente, labrador, Fermín Ortega, obrero industrial, Arturo Urdiales, ciclista, y Chelo de la Fuente, ama de casa, nos regalaron palabras de antaño como rebarco, bocacerral, acorrillar, mediatín, chito, herradón, entre otros.
Todo un reto antropológico y lingüístico. Porque, como decía el genial Delibes, si perdemos nuestras palabras de antaño, perdemos nuestra vida.