¿Por qué nos sentimos culpables si comemos algunos alimentos?
- Nuestras elecciones alimentarias responden a nuestro instinto de supervivencia
- Mentalidad “dieta”: evitamos comer ciertos alimentos y los categorizamos entre buenos y malos
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Muchas personas sienten culpa, frustración o remordimientos después de comer dulces, bollería, carne… Pero estos alimentos les siguen pareciendo apetecibles y les cuesta rechazarlos. Un círculo del que parece complicado salir y que a nivel emocional tiene un alto coste.
Marta García Pérez, psicoterapeuta experta en psicología de la alimentación y de la obesidad, explica que es erróneo pensar que no tenemos fuerza de voluntad porque en realidad, las elecciones alimentarias que hacemos responden más al instinto de supervivencia. Por lo tanto, nuestro cerebro al ver un pastel o un trozo de tarta no lo identifica solo como algo placentero sino también como un alimento con un contenido alto de energía y que nos va a ayudar a sobrevivir.
La mentalidad “dieta”
Cuando vemos estos alimentos y nos contenemos entramos en lo que la psicoterapeuta denomina la mentalidad “dieta”: aparece la prohibición de incluir determinados en nuestra dieta y los moralizamos, es decir, empezamos a creer que hay alimentos buenos y malos. Por lo tanto, nos sentiremos bien si consumimos aquellos productos etiquetados como buenos pero si consumimos los otros, aparece la frustración y la decepción.
Hay que tener en cuenta que nuestro deseo por algo aumenta si está prohibido, y que la industria del marketing alimentario no ayuda mucho: packagings atractivos, aromas que nos invitan a entrar en comercios… Y como sabemos, una comida saludable empieza por una compra saludable.
La comida para gestionar emociones
En Saber Vivir ya hemos hablado en otras ocasiones del hambre emocional, y de sus diferencias con los atracones y con comer compulsivamente. La comida es simplemente un recurso más ya que siempre que comemos lo hacemos conectando con nuestras emociones.
Cuando no identificamos el origen de un conflicto que nos provoca ira u otra emoción desagradable, o si lo identificamos pero no lo queremos resolver, podemos utilizar la comida para taparlo. ¿Por qué la comida? Marta García Pérez describe esta relación con la alimentación como la maternofilial. La comida sería como una madre siempre dispuesta a ofrecer lo que queramos. Pero al igual que esa figura materna, la comida no puede resolver un conflicto que seguirá ahí por mucho que la utilicemos para enmascararlo o que la culpemos de nuestra frustración.