El Museo del Prado: estudiar el arte a través de la ciencia
- Las radiografías o la reflectografía de infrarrojos permiten estudiar capas del cuadro invisibles a primera vista
- La dendrocronología, estudio de los anillos de crecimiento de la madera, permite ubicar una tabla en su momento y lugar histórico
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El cientifismo no nos impide ver la cultura, sino todo lo contrario, nos hace verlo con otros ojos y entenderla mucho mejor
Ana González Mozo, técnico superior de museos del Gabinete de Documentación Técnica del Prado
La contemplación de obras artísticas es un acto enriquecedor en multitud de niveles, desde el estético hasta el formativo. Y, aunque tradicionalmente se han estudiado por separado las humanidades y las ciencias, lo cierto es que están estrechamente relacionadas. Tanto es así que los avances científicos y técnicos aplicados sobre las obras de arte aportan una nueva dimensión a esa experiencia.
En el Museo del Prado encontramos tres ejemplos de cómo la ciencia está ayudando a restauradores, historiadores e investigadores a conocer mejor la ejecución de las obras de arte y la historia que esconden. Y en El Cazador de Cerebros no podíamos quedarnos con las ganas de aprender más.
¿A qué duque se tapó en ‘Oración en el huerto’?
En los laboratorios del ‘búnker’ del Museo del Prado cuentan con un tubo de rayos X que permite realizar, en una sola exposición, una radiografía a tamaño real, escala 1:1, de cualquier cuadro. “La radiografía es capaz de atravesar todas las capas que constituyen la obra”, explica Laura Alba, investigadora especialista en Estudios Técnicos en el Prado. De este modo se obtiene una gran información “del soporte utilizado, de las capas de preparación para aislar ese soporte, las capas pictóricas, cambios, modificaciones, rastrear medidas originales…”.
Por medio de esta técnica, durante el proceso de estudio del cuadro Oración en el huerto de Colart de Laon, previo a su adquisición por el museo, se encontraron dos personajes tapados en la esquina inferior izquierda. Gracias a la radiografía se pudo apreciar que una de estas figuras humanas, representada de pie en el extremo izquierdo de la pintura, se trataba de santa Inés. Pero la sorpresa llegó con el segundo personaje tapado, que aparece agachado entre santa Inés y Jesucristo: “vimos que uno de los personajes, el donante, tenía unas ortigas doradas en la capa. Así pudimos determinar que era Luis de Orleans, porque la ortiga dorada es la divisa de esa casa”.
Una vez descubierto el misterio que escondía esa nueva capa de pintura, se extrajo con un bisturí una partícula del pigmento para proceder a su análisis químico en el laboratorio: “en las capas de pintura superpuestas podemos ver que entre el repinte y la pintura original hay una capa de separación”. Esto permitió a la restauradora eliminar la capa posterior que tapaba a santa Inés y Luis de Orleans, sin afectar a las capas de pintura originales, tal y como explica la química Lola Gayo. A través del microscopio óptico se pueden observar cuestiones morfológicas como “cuántas capas hay, qué colores tienen los pigmentos, qué tamaño tienen los granos, las grietas…”.
Pero el departamento científico del Prado no solo se centra en la pintura. Maite Jover, bióloga y restauradora, es capaz de ubicar una obra en su contexto histórico a través de la dendrocronología, el estudio de los anillos de crecimiento de la madera. “El patrón, las diferencias entre los anillos, son propias de un momento y lugar concreto en la historia”, de modo que permiten asegurar que la obra tuvo que ser pintada sobre esa madera a partir de ese momento.
El misterio de la Mona Lisa
La copia de la Mona Lisa más antigua que se conoce se encuentra en el Museo del Prado desde el S. XIX y existen registros de ella en España desde al menos el S. XVII. Una copia autorizada y supervisada por el propio Leonardo da Vinci y realizada por uno de sus alumnos en su taller. Pero no ha sido hasta hace apenas una década cuando se ha confirmado su origen, de nuevo, gracias a la ciencia.
Durante una visita al Prado en el año 2010, el conservador de pintura italiana del museo del Louvre sugirió a Ana González Mozo, técnico superior de museos del Gabinete de Documentación Técnica del Prado, realizar un estudio científico de este cuadro. En aquel momento, la icónica figura femenina aparecía todavía sobre un fondo negro. Al someter la pintura a la reflectografía de infrarrojos, “empezaron a salir líneas que no se ven en el original, correcciones en los dedos que también existen en el cuadro de Leonardo”, explica la técnico.
Teniendo en cuenta que en la copia se replican las modificaciones que también se llevaron a cabo en el original, en este caso la ciencia esclarece que se trata de una copia realizada al mismo tiempo que el maestro llevaba a cabo una de las pinturas más conocidas e importantes de la historia.
“Lo que está reproduciendo es una secuencia de trabajo desde un momento intermedio. A partir de ahí, empiezan a tener una historia en paralelo”, subraya González Mozo. Además, los análisis químicos de los pigmentos utilizados dan como resultado algunos compuestos utilizados en el taller de Leonardo, como el carbón negro o la sanguina roja. “Hasta 2010, parecía que Leonardo estaba solo y aislado en el mundo. A partir de 2010 se abre una línea de investigación sobre la gente que le rodeaba y ahora estamos investigando a ese taller”, añade la investigadora.
El cambio de mirada de Herodes
Así como la radiografía permite obtener una fotografía de toda la materia que compone el cuadro, la reflectografía infrarroja se queda “en un nivel superficial, justo el interesante para ver cosas fundamentales: el dibujo subyacente, ciertos arrepentimientos muy ligeros… es prácticamente como ver el proceso creativo en directo”, explica Jaime García-Máiquez, investigador especialista en Estudios Técnicos en el Museo del Prado. “Una información casi inédita y que los propios pintores ocultaron pensando que no se descubriría, tiene una inocencia documental extraordinaria”, añade García-Máiquez.
“Nos estamos metiendo en la mente del artista a la hora de hacer cambios significativos“
En La flagelación de Alejo Fernández, la reflectografía infrarroja ha facilitado que salga a la luz unas curiosas correcciones. Como telón de fondo de la escena, vista entre las columnas del palacio, estaba dibujada en un primer momento la ciudad de Jerusalén. Sin embargo, se terminó sustituyendo por un paisaje natural.
Pero el cambio más grande es el realizado sobre la figura que, según García-Máiquez, representaría a Herodes. En un primer boceto, aparecía mirando a los judíos, que señalaban la flagelación. En la versión final del cuadro, en lugar de interpelar a los judíos, el rey dirige su mirada hacia la flagelación. “Nos estamos metiendo en la mente del artista a la hora de hacer cambios significativos desde el punto de vista iconográfico o histórico”.
En definitiva, los estudios científicos realizados sobre estos cuadros han permitido no solo conocer y valorar mejor las obras, sino acercarnos a la mente del artista. Como apunta Ana González Mozo, “el cientifismo no nos impide ver la cultura, sino todo lo contrario, nos hace verlo con otros ojos y entenderla mucho mejor”.