Guillermo Fesser homenajea a Marcelo, barman de una barra legendaria en EEUU

• Marcelo es la historia del barman de una de las barras más legendarias del universo, el Oyster Bar de Gran Central Terminal
• El barman cada día utilizaba una corbata distinta para sacar conversación a sus clientes
• Sirvió a personalidades muy variadas como Andy Warhol, Cantinflas o ejecutivos de Wall Street

'Marcelo', el libro de Guillermo Fesser

Guillermo Fesser es sinónimo de Gomaespuma. El periodista vuelve al manejo de las palabras con Marcelo, una novela inspirada en un barman de una de las barras legendarias del universo, el Oyster Bar de Gran Central Terminal, la célebre estación ferroviaria de Nueva York. Se trata de un pequeño homenaje a la generación de emigrantes hispanos al otro lado del charco.

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Marcelo, ya jubilado, durante más de medio siglo sirvió copas a personalidades muy variadas de la ciudad que nunca duerme. Desde anónimas hasta Andy Warhol, Cantinflas, Fernando Rey o ejecutivos de Wall Street. Aunque en la novela haya ficción contiene mucho de la vida real de Marcelo.

“En principio iba a ser su vida y punto. Estuvimos varios años hablando y cogiendo datos. Luego, me di cuenta que para que la gente entendiera el espíritu de quién es Marcelo, tenía que elevar de la mesa esa documentación tan sólida para que se hiciera más digestivo”, explica Fesser en Las mañanas de Pepa Fernández. A lo que el protagonista no se opuso y pensó que el escritor lo “podía ponerme en un manicomio”.

¿Qué pensó Marcelo?

Guillermo viajó hasta Estados Unidos para conocer al barman. Cuando se conocieron lo primero que se le pasó por la cabeza a Marcelo fue “¿quién era ese señor?” pero que fue una gran lección para él.

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“Me dice que quiere escribir algo de mí. Y entonces en el bar no creemos nosotros ya esas promesas. Entonces vuelve a los dos meses otra vez y digo ‘ya viene ese hombre, ¿qué vamos a hacer?’. Trajo a una guardaespaldas, la señora de él, y dice ‘tiene algo, tienes que creerle’. Cuando vino ella ya no puedo pelear más”, comenta el barman entre risas.

Como bien dice el protagonista, en los bares y sobre todo en las barras se hacen muchas promesas. Proposiciones que recibió en sus propias carnes. “Le han pedido matrimonio muchas señoritas. Después le han prometido que le iban a dejar conducir el coche descapotable recién estrenado con las llaves encima. Llevarlo de vacaciones. Le han prometido un mundo”.

Lo más llamativo del barman

Cada día se ponía un complemento distinto, pero siempre bien elegido. Además de ser una tradición que llevaba a rajatabla desde que tenía 20 años. ¿De qué estamos hablando? De la corbata. Con ella, sacaba conversación a cualquier persona que se le sentase cerca y se creaba su propia escena.

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“Yo siempre ando mirando y las veo caras, impresionantes, de seda de todo. Cada cual se viste para exponer. En mi caso me gusta la comedia, me gusta ser un poquito cómico, la expresión del día. Cada vez que yo salgo a trabajar me considero pues que voy a estar en escena, es fantasía mía. Me pongo una y empezamos la conversación por ahí”.

A lo que añade Guillermo. “Es como el calendario. Si nosotros tenemos el gregoriano, él tiene el marceliano. Si es el día del Thanksgiving (Día de acción de gracias) se pone una con pavo. El del Kentucky Derby, con caballos. Hay gente que le iba a observar y no le pedían nada de beber”.

Ciudadanos de segunda

Los emigrantes hispanos tienen un papel decisivo en la historia de Estados Unidos, pero son considerados ciudadanos de segunda. ¿Por qué? Según Fesser, se ha borrado la historia a pesar de ser los primeros europeos en llegar a ese continente y tener las primeras ideas. La primera ciudad se llama San Agustín, situada en Florida.

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“Son personas muy humildes, es gente que viene por necesidades y siguen el lema que está debajo de la Estatua de la libertad. Los estadounidenses quieren que sus hijos aprendan español, para ser bilingües pero no que se casen con un hispano”.