La ley de la calle en el Bilbao de los noventa
Noticia Página Dos
- Guillermo Aguirre habla con Página Dos de su nuevo libro, una crónica generacional
- Un tal Cangrejo (Sexto Piso) narra una adolescencia salvaje en el Bilbao de los años noventa
- La novela, dividida en tres partes, se inspira en las vivencias del propio autor
Guillermo Aguirre tardó una década en escribir Un tal Cangrejo (Sexto Piso). Ambientada en el Bilbao callejero de los noventa, la novela es una historia de poder y traición enmarcada en los códigos adolescentes: deseo, lealtad, ideales, trapicheos. El ritmo es frenético, la violencia está siempre latente, los personajes —Cangrejo, Jotacé, Beni, Tarado, Sara— se buscan la vida como pueden.
Cangrejo tiene doce años —la novela sigue su camino hasta que cumple dieciocho— y está fascinado con el mundo de la calle, con sus broncas y sus mitos. Poco a poco se ve arrastrado lejos de las aulas, en una ciudad gobernada por muchachos y plagada de motos, pandillas y trifulcas, en la que los únicos motores son el sexo, el dinero y el poder. Su educación sentimental será a tortazos, figurados y literales.
«Cuando éramos reyes, Bilbao era una ciudad oscura. (...) Ocupábamos las plazas y los parques, sus castillos y trenecitos de plástico y madera a los que los niños iban por las mañanas a jugar. Era aquella una urbe conquistada y reconquistada por los chavales. (...) Existía una política y problemas adultos que se discutían en bares que nos estaban prohibidos. Cada parque era una autonomía en sí mismo, con una lengua y unas leyes propias.»
Un tal Cangrejo (Sexto Piso) reúne en parte las vivencias del propio autor. Él también nació en Bilbao, él también dejó los estudios en la adolescencia y vivió esa picaresca callejera y la presión de asomarse al mundo adulto antes de hora. Aguirre, explica él mismo, fue un adolescente rebelde, desconcertado y enfadado. La pandilla era su verdadera familia, y solo el que lo ha vivido desamparado sabe el lazo que se crea en esas relaciones de amistad. No se metió en más líos por esa mezcla de azar, providencia y custodia sobrenatural que tienen los adolescentes. «Creo que la mayoría de las inconsciencias de los que caminan por el lado salvaje de la vida suelen ser cosas que se van de la mano, que se van de madre. Cosas que empiezan por un chiste, un reto».
Óscar López pregunta a Guillermo Aguirre cuál es el recuerdo de su Bilbao de los noventa: «Era una ciudad en movimiento y cambio, dejando atrás su pasado industrial y naval, todavía no se había construido el Guggenheim. Para nosotros era un parque de atracciones, porque nos podíamos colar en todas las obras. Cangrejo tiene vivencias mías, el grupo de amigos se parece, pero los hechos más fuertes de la trama son ficción.»
Hay en la novela una frase llamativa sobre crecer y sobre los adultos: «Madurar no es cambiar por dentro sino aparentar por fuera.» En Un tal Cangrejo no hay artificio, manierismos ni simulaciones. Todo es genuino, urgente, vivo, a flor de piel. Tampoco es una novela pesimista; al contrario, quiere demostrar —su misma historia personal da fe— que uno puede despistarse unos años y luego crear grandes cosas. El caos de la adolescencia, desconcertante para todos, deja paso al talento y a un camino fructífero.