El cine español se va de la ciudad al campo, más allá de la revolución de 'Alcarrás'
- Los nuevos cineastas españoles posan, cada vez más, su mirada fuera del mundo urbano
- Cinco lobitos, El agua, Cerdita, tres cintas participadas por RTVE, son ejemplo de ello
- Hablamos sobre ello con sus directoras: Alauda Ruiz de Azúa, Elena López Riera y Carlota Pereda
En los últimos años, han sido varias las películas que han llevado al espectador a lugares poco habituales en las ficciones: el campo, las periferias de las ciudades, suburbios, pequeños pueblos, zonas rurales… Surgen así miradas y paisajes diferentes de los que estamos habituados a ver o formas diferentes de mostrar lugares más conocidos, que parece que han llegado para quedarse.
En especial, este 2022, varios directores y directoras han elegido estas zonas más rurales para situar sus historias. Desde la aclamada Alcarrás de Carla Simón, ganadora del Oso de Oro en la Berlinale, una cinta que dignifica la mirada del mundo rural a través de una historia familiar, hasta As bestas, el thriller rural de Rodrigo Sorogoyen ambientado en una pequeña aldea en la montaña gallega que se estrenará a finales de este año.
Fuera de las grande urbes, el relato cambia el foco, alumbrando personajes -especialmente los femeninos- en los que el cine no había reparado hasta ahora como merecían. Títulos como Cinco lobitos, El agua o Cerdita, las obras de Alauda Ruiz de Azúa, Elena López Riera y Carlota Pereda, respectivamente, son también ejemplo de ello. Tres cineastas que acercan opiniones sobre este cambio de perspectiva cinematográfica y con las que hemos tenido la oportunidad de hablar sobre ese acercamiento de las ficciones actuales hacia lo rural.
¿Por qué esta tendencia actual a situar las historias en zonas rurales?
La directora de El agua, una de las sorpresas de la Quincena de Realizadores del pasado Festival de Cannes, cree que aún es pronto para responder a esa pregunta. "No tenemos perspectiva histórica para saber cuáles son las razones”, comenta. En su película, Riera se sitúa en su pueblo, Orihuela (Alicante), para contar una historia que nace de la tradición oral de la zona y que cuenta que el agua de las inundaciones está ligada a la muerte y que siempre se lleva con ella a mujeres.
Una mirada diferente al pueblo y a la naturaleza que se suma a la del resto de películas y que para Riera puede deberse a que “hay otro tipo de perfiles que están accediendo a hacer películas. [...] Gente que no viene de familias bien, ni de familias que pertenezcan a la cultura o que hayan crecido en una capital. [...] Eso se ve reflejado en una diversidad de miradas, de lugares donde se hacen las pelis, de historias…”.
También comparte esa opinión la directora de Cinco Lobitos, Alauda Ruiz de Azúa. Su película comienza en Madrid y viaja más tarde a Mundaka (Vizcaya) para abordar la primera maternidad, la relación madre-hija, y contraponer la vida precaria, opresiva y acelerada de la ciudad, frente al ritmo de lo rural. Alauda es de País Vasco y vivió en un pueblo de la costa; de ese origen surgió su inspiración para esta película: "Si vienes de ese sitio, de alguna manera natural tiendes a ir a esos sitios cuando escribes".
A estos nuevos perfiles que están accediendo al cine, se suma, en palabras de Carlota Pereda, que “hay cierto agotamiento de ver siempre lo mismo. [...] Durante cierto tiempo parecía que las únicas narrativas válidas eran las urbanas, historias de gente de clase media que quería ser director o escritor”. La directora de Cerdita eligió Villanueva de la Vera (Cáceres) para situar una historia que habla del bullying y sus consecuencias que, en este caso, acaban siendo terroríficas.
Llama la atención, además, que la mayoría de estas películas están dirigidas por mujeres algo que, quizá no tiene una relación directa con lo rural, pero que sin duda viene influenciado por el aumento de la presencia de mujeres en la industria cinematográfica. De hecho, estas películas destacan también por sus protagonistas femeninas: Laia Costa, Luna Pamiés, Laura Galán, Susi Sánchez…
En los últimos años, han coincidido numerosas películas situadas fuera de las grandes ciudades, o en la periferia de estas, que han destacado precisamente por esas protagonistas femeninas: Greta Fernández en La hija de un ladrón (2019), de Belén Funes, que se sitúa a las afueras de Barcelona y con la que consiguió la Concha de Plata a Mejor actriz en el Festival de San Sebastián; Olivia Baglivi y Milena Smit en Libélulas (2022), donde sueñan con irse del barrio porque allí no tienen futuro; Andrea Fandos y sus compañeras en Las niñas (2020), de Pilar Palomero -último gran estreno de RTVE Play-, situada en Zaragoza; Barbara Lennie en Petra (2018), historia que se sitúa en una casa en pleno campo; Natalia de Molina en La maniobra de la tortuga (2022), que transcurre en un Cádiz muy alejado de la ciudad luminosa a la que estamos acostumbrados.
Aunque todavía queda mucho por hacer en este sentido, López Riera tiene claro que “las mujeres cada vez vamos accediendo a más, vamos ganando terreno que era nuestro, que deberían haber sido nuestros desde hace mucho tiempo. Y no solamente de las mujeres, de personas que no se identifiquen solamente con el hombre blanco heterosexual que ocupaba los lugares de poder y al que le han concedido todos los espacios de producir, escribir, dirigir películas…”
Mujeres conectadas con lo rural
Algo que comparten las tres directoras es su estrecha conexión con lo rural, de la que se ven influenciadas sus películas. Alauda Ruiz de Azúa vivió durante muchos años en un pueblo de la costa, por lo que Bakio y Mundaka, los dos pueblos en los que se rodó Cinco lobitos, eran el lugar perfecto para situar su historia: “Se parecían mucho al sitio que yo tenía en la cabeza: un pueblo costero, que puede ser idealizado, porque son sitios muy bonitos, con el mar, pero también tienes esa dualidad del invierno solitario, del verano que explota con la gente…”
Elena López Riera reconoce que “hacer cine es una excusa muy buena para volver a ver a tu familia, a tus amigos y volver al pueblo”. En su caso, situar El agua y sus anteriores historias en Orihuela “fue algo natural de ir a lo inmediato, a lo que me iba interesando en cada momento y, por casualidad o no, era mi pueblo”.
Para Carlota Pereda lo rural “siempre ha sido un refugio, el lugar donde era feliz desde la infancia” pero del que empezó a ver las luces y las sombras al llegar a la adolescencia. Su historia, Cerdita, nació en la piscina de Villanueva de la Vera, lugar donde acabó rodando el corto (ganador del Goya en 2019) y escribiendo el guión del largometraje. Por este motivo, para ella “era impensable rodarla en otro lugar”.
Cómo se muestra el campo y la periferia en sus películas
Alauda considera que Cinco lobitos ofrece “una visión realista, cotidiana [...]. Se llega y se ve ese mar, esa luz maravillosa, esa sensación de paz y luego se convierte, como todo, en un sitio más cotidiano, más rutinario. Creo que de alguna manera el viaje es un poco perder esa idealización y verlo en su cotidianidad, en su normalidad, como cualquier otro sitio”
En el caso de Cerdita, el hecho de ser una película de género influye directamente en todo lo que aparece en ella. A Carlota Pereda le interesaba “ese contraste entre sitio bello, agradable para muchos y la crudeza de lo que le sucede a Sara” algo que considera que “sumaba al conflicto de la protagonista”, porque “la presión social, el qué dirán, se notan mucho más en los pueblos, aunque sea el pueblo más amable y hermoso”.
Una nueva forma de representar lo rural
Algo que se puede apreciar en estas películas es el cambio que se está produciendo en la forma de representar las zonas y a las personas rurales. Carlota y Alauda coinciden en que este cambio viene provocado por el hecho de que se estén contando historias más personales, lo que consigue que, como refleja Ruiz de Azúa, estemos “viendo un imaginario mucho más rico”.
Pero, pese al cambio que está habiendo en ese sentido, Elena López Riera recalca que “conviven algunos estigmas que todavía están y que se ven sobre todo en productos más comerciales”. Algo que espera que pueda ir cambiando poco a poco a medida que surgen películas que van en otra dirección. “Lo interesante es que convivan diversidades de acentos, de culturas, de paisajes, de lugares… [...] porque la realidad es así y a nadie le sorprende que los andaluces tengan acento andaluz, que los murcianos tengan acento murciano…”
Y dentro de esta nueva forma de representación, también se incluyen los conflictos y amenazas que llevan afectando a numerosas zonas rurales en los últimos años. En esta tendencia se sitúan, por ejemplo, Alcarrás y As bestas.
En la película de Carla Simón se cuenta la problemática de la llegada de las placas solares que, en el caso de la familia protagonista, amenaza con acabar con el cultivo de melocotoneros al que se llevan dedicando durante generaciones. En la de Rodrigo Sorogoyen, esta lucha es contra los molinos eólicos, destacando el sentimiento de la tierra como pertenencia y el rechazo a lo que viene de fuera.
El importante papel de los pueblos
Otra cosa en común de estas tres directoras con las que charlamos es que tanto en Cerdita, en Cinco Lobitos y en El agua, -todas ellas participadas por RTVE- se ha contado con la colaboración y la integración en el rodaje de los habitantes de los pueblos o zonas donde se desarrollan las historias. En el caso de Cerdita, Carlota comenta que intentaron involucrar a la gente lo máximo posible, ya fuese formando parte del #teamPiggy o como actores o figuración.
En Cinco lobitos, aunque tuvieron complicado realizar ese tipo de casting debido a la época post-pandemia, también podemos encontrar esta representación: “por ejemplo las pescaderas que aparecen son pescaderas reales de la pescadería del pueblo de mi madre” y “en la escena del txoko, en el funeral, había gente también del pueblo, una cuadrilla real del txoko”.
Quizá la película en la que más presencia tienen estas personas es en El agua, donde la gran mayoría de personajes (incluída la protagonista, Luna Pamiés) son actores no profesionales procedentes de la zona. Pero López Riera destaca la importancia de estas personas “no solamente a la hora de aparecer o no en la película sino cómo se ha ido nutriendo la escritura del guion. Es que yo hago pelis porque vengo de allí y porque me han contado las cosas de una manera muy particular que tiene que ver con contar las cosas como se cuentan allí”. Por este motivo, espera que todo el cariño que le han dado durante el proceso, pueda quedar reflejado en la película.
Al igual que ellas, Alcarrás se nutre del talento local, llevando también a la pantalla a actores no profesionales de la zona. Pero lo rural no solo se tuvo en cuenta a la hora del rodaje, una vez acabada la película, se hizo todo lo posible para que el estreno se pudiese proyectar en distintos pueblos, consiguiendo reabrir las puertas de 40 cines rurales para ver la película.
Estas directoras miran al futuro sabiendo que aún queda trabajo por hacer. Alauda Ruiz de Azúa comenta que estamos en un punto de dibujar y redefinir las representaciones de las zonas rurales y Elena López Riera recalca la importancia de “intentar complejizar las representaciones de lo rural [...] porque los seres humanos somos complejos” y “es importante que las películas intenten, por lo menos, dar cuenta de esa complejidad”.
Lo que parece evidente es que algo está cambiando en el cine español y que estas nuevas representaciones y miradas han llegado para quedarse y para hacer más rico el imaginario al que estábamos acostumbrados.