Un botánico quiere regar sus tomates con agua de mar
- La agricultura consume un tercio de toda el agua dulce que se usa en el mundo
- La producción de alimentos debe aumentar en un tercio para 2050 según la FAO
- El botánico Mark Tester de la universidad KAUST crea cultivos resistentes a la salinidad
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Un par de años antes de la pandemia, el botánico Mark Tester había ido de turismo al cráter volcánico de Al Wahbah, en Arabia Saudí, país al que se había mudado para investigar en la recientemente creada universidad KAUST. Cerca del punto turístico, Tester encontró una pequeña aldea rústica que había sido abandonada no mucho tiempo antes. El motivo por el que los habitantes habían dejado el lugar estaba a la vista: el palmar cuyos dátiles daban sostén a la economía del pueblo estaba completamente seco. Sus palmeras habían muerto debido a la creciente salinidad del agua que se había utilizado para regarlas.
Un tercio de la agricultura mundial sería inviable de no ser por el agua de riego. De hecho, la agricultura consume dos tercios de toda el agua dulce que se usa en el mundo y gran parte de esa agua se extrae del subsuelo. Y la cantidad que se extrae es enorme a escala global, tanto que las reservas de la mayoría de los principales acuíferos del mundo están disminuyendo drásticamente. Una de las consecuencias de este uso poco sostenible es el aumento de la salinidad del agua extraída que puede hacer inviables los cultivos, como en el caso atestiguado por Tester en Arabia Saudí.
La crisis del agua es uno de los grandes desafíos para la humanidad. De hecho, el Foro Económico Mundial lo ha catalogado entre los tres mayores riesgos para la seguridad económica mundial y no existen pronósticos optimistas con la aceleración del cambio climático y el aumento poblacional. Para alimentar al mundo, según la FAO, es necesario incrementar un 50% la producción de cereales en 2050.
Regar tomates con agua salada del Mar Rojo
Pero Mark Tester está aplicando sus conocimientos botánicos en una idea que puede ayudarnos a paliar esta crisis. Tester quiere crear cultivos que se puedan regar con agua salada. En la universidad de KAUST, a la orilla del Mar Rojo, Pere Estupinyà pudo conocer un invernadero experimental muy especial dirigido por Tester, donde ya se cultivan tomates y pimientos regados con agua de mar. Pero, ¿cómo se crea una variedad de tomate que no se muera con agua salada?
La clave está en la genética, pero no en la creación de variedades transgénicas. Tester reconoce que manipular genéticamente sus cultivos aceleraría el proceso, pero su pragmatismo va más allá de lo científico. A pesar de que no existe ninguna evidencia científica en contra de la seguridad de los cultivos transgénicos, gran parte de la sociedad recela de los organismos manipulados genéticamente, “y si queremos que nuestros cultivos sean útiles para luchar contra las crisis del agua y alimentaria, debemos evitar que sean rechazados por la población, como ya sucedió con el arroz dorado”, dice Tester.
Por ello, la estrategia de Tester consiste en buscar variedades silvestres de las plantas cultivadas cuyo genoma ya esté adaptado para tolerar el agua salada. Un ejemplo de ello es una variedad no domesticada de tomates que crecen en las rocas salpicadas por las olas del mar en las islas Galápagos. “Después de identificar cuáles genes le permiten vivir en esas condiciones, los integramos en los tomates domésticos mediante reproducción sexual, cruzando ambas variedades de plantas”, explica Tester. Básicamente, se trata de hacer en el laboratorio lo mismo que la naturaleza, pero de una forma controlada, un tipo de proceso que los científicos de esta área llaman neodomesticación.
No solo resistentes a la sal, también agradables al paladar
Otra estrategia para lograr cultivos que se puedan regar con agua salada consiste en realizar injertos. Las variedades logradas por cruces, pueden ser resistentes al agua salobre, pero también pueden carecer de las propiedades que prefieren los consumidores. Los tomates cultivados en el invernadero de KAUST, por ejemplo, se obtienen al injertar los tallos de variedades comerciales en la base de plantas obtenidas por cruce (las raíces son la parte crítica para el riego con agua salada).
Existen muchos grupos de investigación trabajando en esta línea para mejorar la resistencia de la agricultura a ambientes poco propicios. Tester resaltaba el caso de un tipo de cebada que se obtuvo cruzando variedades domésticas con otras silvestres recolectadas al costado de caminos en Oriente Medio. Esta nueva variedad aumentó su rendimiento en un 30 por ciento al ser regada con agua salina, y todo gracias a un gen de la variedad silvestre que se pudo introducir en la variedad doméstica. Toda una línea de investigación y desarrollo que puede ser clave para la seguridad alimentaria en países de zonas áridas y que están sufriendo los efectos de la desertificación impulsada por el cambio climático.
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