Fuerteventura, un desierto habitado: ¿A qué retos ambientales se enfrenta la isla?
- Fuerteventura es un desierto que ha triplicado el número de habitantes y recibe en torno a dos millones de turistas al año
- Reserva de la Biosfera, debe combinar un desarrollo económico basado en el turismo con la protección del medioambiente
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La isla canaria de Fuerteventura es desde hace varios miles de años un desierto, pero debido a causas naturales y humanas se está desertificando, se ha convertido en un territorio con mayores dificultades para el desarrollo de la vida. Apenas llueve, escasea la vegetación, sus aguas subterráneas están siendo sobreexplotadas y la erosión empobrece continuamente su suelo. Además, según estudios recientes, las playas de la isla y de todo el archipiélago canario se verían afectadas por un aumento del mar de 18 centímetros para 2050 debido al cambio climático.
La isla depende completamente de recursos exteriores para ser visitable e incluso habitable. Si tiene agua potable es porque las desaladoras se mantienen en funcionamiento, en su mayoría, mediante combustibles fósiles, y si hay comida en la isla es porque llega en barco o en avión. A pesar de todo, de su frágil sostenibilidad, ha visto en pocos años triplicada su población, hoy residen algo más de cien mil personas, y recibe en torno a dos millones de turistas al año.
Fuerteventura, Reserva de la Biosfera
Fuerteventura ha mejorado considerablemente su protección ambiental. Más de la mitad de su territorio pertenece a la Red Natura 2000. Hay trece espacios con diferentes tipos de protección que ocupan el 28 por ciento de la superficie y conserva grandes espacios no construidos, con apenas presencia humana. Además, es reserva de la biosfera desde el 2009. Por tanto, su Administración está comprometida a desarrollar políticas en pro de la protección de su medio natural pero también, teniendo el turismo como motor económico principal, a evitar la masificación y a actuar en las heridas abiertas por un desarrollismo que está ocasionando perjuicios al ecosistema.
Un pulso con el desarrollismo
Antes del despegue turístico, a finales de la década de los ochenta del siglo XX, en Fuerteventura se vivió un pulso entre los que apostaban por seguir el modelo desarrollista de Gran Canaria o Tenerife y los que abogaban por el que entonces defendía Lanzarote, mucho más respetuoso con el medio natural. Ese debate fue ampliamente tratado durante tres años en Malpaís, la primera revista local, que cofundó y dirigió Juan Pablo Nóbrega. Para este periodista majorero, el pulso con el desarrollismo continua: “Todavía hoy en 2022 me encuentro con personas que recuerdan la época de Malpaís y me comentan que, si sacáramos la revista de nuevo, casi podría replicar los reportajes que se publicaban en 1988 o 1989.” De ser así, dice que publicaría uno sobre el modelo de turismo de vivienda vacacional que ahora promueve la inversión extranjera, ya que “el volumen de construcción está siendo exagerado, desordenado y está cambiando la fisonomía de los pueblos.”
Hay varios frentes abiertos. El Parque Natural de Corralejo, una de las joyas paisajísticas más visitadas, hace tiempo que está viendo peligrar su gran complejo dunar. Atravesado por una carretera, con dos hoteles y apartamentos sobre las Grandes Playas y bordeado por complejos turísticos, el viento se ha ido encontrado con barreras y los sedimentos han cambiado su flujo.
El paisaje es uno de los valores naturales más importantes y también el elemento que atrae a miles y miles visitantes, por lo que “estamos ante decisiones difíciles que hay que tomar y no podemos cruzarnos de brazos y esperar a que desaparezca”, observa Tony Gallardo, director de la Reserva de la Biosfera de Fuerteventura, y para recuperar el ecosistema de las dunas de Corralejo, cree que se podría bajar la altura de elementos que están en la costa, eliminar edificios muy antiguos sobre las playas o construcciones que se han quedado a medias junto a las dunas.
Otro ejemplo son los perjuicios que ha causado la ubicación de la gran urbanización Origo Mare, junto al pequeño pueblo de Majanicho, construida sin declaración de impacto ambiental sobre una parte de la Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA). Denunciada por los grupos ecologistas de la isla, la Comisión Europea tiene abierto un expediente sobre las actuaciones que deberían mitigar el impacto de esta construcción y que todavía están pendientes, un expediente que podría elevarse al Tribunal de Justicia europeo y derivar en multas millonarias.
Desarrollar de forma inteligente los espacios naturales
Según Gallardo, se trata de establecer puentes entre la protección de la naturaleza y el desarrollo económico, tal y como demuestra la actuación llevada a cabo en la recuperación del saladar en la playa del Matorral, donde se ha demostrado que “conservar es desarrollar de forma inteligente los espacios naturales, no es eliminar a las personas de la ecuación sino incluirlas de otra manera.”
El saladar de Jandía, en la playa del Matorral, en Morro Jable, hoy goza de la mayor categoría de protección dentro del convenio de humedales. Se trata de una vegetación resistente a la sal que se inunda cuando sube la marea y se adapta a ella. Su función más relevante es que actúa como barrera natural y dinámica frente a la acuciante subida del mar.
En la década de los setenta del siglo XX, se creó “Salvar el Saladar”, el primer colectivo ecologista de Fuerteventura, por lo que el lugar podría considerarse un símbolo de la primera gran batalla por la protección ambiental en la isla. Su recuperación, sin embargo, no se inició hasta el 2002, cuando se contó con apoyo económico gubernamental y del programa Life europeo.
La operación fue posible tras un proceso de negociación en el que se ofrecieron espacios alternativos a los hoteles que tenían licencia para estar sobre el saladar. Luego se tuvieron que desmontar depuradoras, avenidas, zonas ajardinadas, un campo de fútbol o distintos caminos y protecciones contra el viento que hacían los turistas para ir a la playa.
“Aquí se empezó perdiendo, pero acabamos ganando. Y en el proceso aprendimos a convivir con los intereses de muchos sectores”, reflexiona hoy Tony Gallardo. “Durante mucho tiempo, este lugar fue visto como la trasera o, como decían, la solana, un espacio merecedor de ser construido o como mínimo ajardinado, y se partía de no valorar la importancia de los ecosistemas costeros. Ahora todos sabemos que son vitales, no solo importantes, sino vitales.”
Juan Miguel Torres, miembro del Consejo Científico asesor de la Reserva de la Biosfera de Fuerteventura, advierte que si la isla se convirtió en poco tiempo en un destino turístico de calidad fue por su paisaje, sus espacios naturales y el buen estado de conservación que estos tenían, “no por la cantidad de campos de golf o parques temáticos”. Para este biólogo y edafólogo, profesor en el IES Gran Tarajal, si hoy “el paisaje es el nuevo recurso económico, habría que protegerlo y apostar por un modelo de desarrollo que consiga hacer perdurar nuestro modo de vida, que hoy es el turismo.”