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Especial Días de Cine Clásico

Así murió John Wayne: un set rodaje maldito, bombas atómicas y radiación

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John Wayne (1907-1979)
John Wayne (1907-1979), protagonista del especial 'Días de Cine Clásico'

Ni centauros del desierto, ni legiones invencibles, ni forajidos de medio pelo, de entre todos los enemigos a los que se ha enfrentado John Wayne en un set de rodaje, ninguno supero al de la nube radioactiva que cayó sobre El conquistador de Mongolia. La película de 1956 producida por Howard Hughes y dirigida por Dick Powell, se rodó en un árido desierto de Utah, muy cerca de un campo de pruebas de armamento nuclear del Ejército de EEUU.

Bajo la piel de Genghis Khan, en la que fue su primera gran película épica, Wayne pensó que solo tendría que hacer frente a unos barbaros, pero meses después de terminar el rodaje, descubrió que algo había deteriorado su cuerpo. No solo el suyo, otras 91 personas, de las 220 implicadas en el rodaje de El conquistador de Mongolia, murieron meses ya años después, muchos desarrollando cáncer, como le paso al actor estadounidense.

John Wayne caractetizado como Genghis Khan en 'El conquistador de Mongolia' (1956)

John Wayne caractetizado como Genghis Khan en 'El conquistador de Mongolia' (1956)

Rodando muy cerca de la muerte

En aquel tiempo se desconocía los efectos de la radiación en los seres humanos, aún no se había producido la catástrofe de Chernobyl en 1989, y se tomaban muy pocas precauciones al respecto. Solo unos años antes de que comenzase el rodaje de la película en 1954, a unos 200 kilómetros del lugar en el que se alojarían los actores, tuvieron lugar 31 explosiones nucleares. La última prueba, un año antes.

Los vientos arrastraron la nube radioactiva de aquellas explosiones hasta el desierto de Escalante, en Utah, y allí soltaron la carga con sus lluvias radioactivas, justo donde poco después cabalgaría John Wayne. El equipo sabía de las pruebas nucleares y se preocupó de medir los niveles de radiación con contadores Geiger. De hecho, hay relatos de algunos miembros del rodaje que detallan cómo, al caer la noche, se podían ver destellos brillantes brotar del suelo con un resplandor rojizo. Pero sus medidas no fueron suficientes.

Las pruebas atómicas en EE.UU. de los 50 solían tener público

Las pruebas atómicas en EE.UU. de los 50 solían tener público

Desconocimiento y pocos estudios sobre la radiación

Por supuesto, los estudios que relacionaban la exposición de este polvo contaminante y el cáncer ni si quiera había comenzado a estudiarse. Pero al poco tiempo de terminar el rodaje, comenzaron a llegar las primeras muertes. El primero fue Víctor Young, compositor de la banda sonora, murió a causa de un tumor cerebral el mismo año. Más tarde en 1963, fallece el director de la película Dick Powell por un linfoma.

Más dramática sería la muerte del actor mexicano Pedro Armendáriz. Seis meses después de conocer el fallecimiento de Powell, encontraron su cuerpo sin vida. Se quitó la vida de un disparo al poco de averiguar que padecía un cáncer de pulmón incurable. El mismo cáncer que acabó con la vida de la actriz Agnes Moorehead en 1974.

Moorehead fue una de las primeras de la compañía en percibir una conexión entre la película y la radiación. Su amiga Sandra Gould, quien apareció con ella en Embrujada, recordó que antes de que Moorehead desarrollara el cáncer que la mató, recordó los rumores sobre "algunos gérmenes radioactivos" en Utah, observando que "todos en esa película han tenido cáncer y murieron". Cuando se estaba muriendo, Moorehead dijo: "Nunca debí tomar ese papel."

Lo cierto es que de las 91 personas que murieron tras el rodaje, 46 desarrollaron esta enfermedad. En junio de 1979, John Wayne perdió la batalla contra el cáncer de estómago que padecía, una metástasis extendió el tumor por su cuerpo. Algunos hablan de cifras superiores, y elevan el número de víctimas hasta las 150.

John Wayne en 'Días de cine'

Las verguenzas de El conquistador de Mongolia

En1984, el crítico de cine Michael Medved publica el libro El Salón de la vergüenza de Hollywood que recogía las investigaciones sobre algunos de los mayores desastres financieros de la industria del cine estadounidense. Entre ellos se encontraba El conquistador de Mongolia, una superproducción que se estampó en la taquilla (otra maldición más).

Más allá del análisis económico, el libro examino e investigó en profundidad y confirmó el vínculo entre las muertes y la exposición al polvo radioactivo. Actualmente, nadie duda de la influencia de las pruebas nucleares sobre la salud del equipo de rodaje de El conquistador de Mongolia.