La Cuba de Leonardo Padura en un nuevo caso del detective Mario Conde
Noticia Página Dos
- En la nueva novela de Padura se habla de la visita de Barack Obama a la isla
- Personas decentes (Tusquets) comienza con el asesinato de un exdirigente del gobierno cubano
- Página Dos pregunta a Leonardo Padura sobre su vida diaria en la isla
La Habana, 2016. Ese es el año en el que tiene lugar Personas decentes (Tusquets), la nueva novela de Leonardo Padura. En ese momento están pasando muchas cosas a la vez en Cuba. El presidente Barack Obama visita el país, en lo que la prensa ha dado en llamar «el deshielo cubano». Desde 1928 ningún alto mandatario estadounidense pisaba territorio cubano. Hay más: se prepara un concierto de los Rolling Stones. Y todavía se dará un tercer evento: un desfile de Chanel. Tanto trajín pondrá patas arriba el ritmo de la isla. Todo esto coincidirá, además, con el asesinato de una personalidad política. La policía, desbordada por la visita presidencial, recurre al detective Mario Conde para que eche una mano en la investigación.
Leonardo Padura vive hoy en el mismo barrio en el que nació: Mantilla, en La Habana. En los ochenta comenzó su trayectoria como periodista y guionista. A finales de esa década dio forma al detective Mario Conde, su personaje más popular. Los escenarios de la adolescencia y juventud de Padura son los mismos en los que se desenvuelve la vida algo errática del investigador.
Las novelas de Padura contienen elementos críticos a la sociedad y la política cubanas. Afirma que lo aprendió de Hammett, Chandler, Vázquez Montalbán y Sciascia. «Es posible una novela con una relación real con el ambiente del país, que denuncie realidades concretas y no solo imaginarias.» Óscar López le pregunta acerca de la Cuba de principios del siglo XX. «Intentaban alejarse de lo español y lo colonial, querían adentrarse en lo moderno, lo norteamericano.»
Al comienzo de Personas decentes, Mario es un niño que admira a los chicos cool de su barrio. Una noche en la que están organizando una fiesta se estropea el tocadiscos. Van a pedirle el suyo a la familia de Mario, y les abre el niño. Escuchan con él los discos que llevan encima, y el momento deja en el crío un recuerdo indeleble. «Chama, esto que vas a oír, bueno, casi nadie lo ha oído en la isla de Cuba. Esto acaba de llegar directo del Yunai Kindon y, bueno, ¿tú has oído hablar de los Beatles? Conde, todavía incapaz de articular palabra, negó con la cabeza. Motivito rió. (...) Expectación. Un crash, otro, otro... y se produjo el milagro. It’s been a hard day’s night, and I’ve been working like a dog. Conde no entendió un carajo de lo que decía la letra. Pero de inmediato percibió cómo algo lo penetraba, de modo osmótico, viral, irremediable. En ese instante preciso (...) cruzó una frontera desde la cual no había modo de regresar nunca jamás: el territorio sagrado de los iniciados.»
Mario Conde es un detective inusual. No es metódico ni calculador, sino desordenado, algo borrachuzo y melancólico. Según cuenta Padura, «es un policía que hubiera querido ser escritor, y que siente solidaridad por los locos». Personas decentes (Tusquets) transcurre, por supuesto, en Cuba. «Tengo el gran privilegio de vivir de escribir, pero la realidad cubana siempre toca a tu puerta. La realidad de mi país es el combustible para escribir estas historias.»