Tamara Rojo: ¿por qué su relación con el espejo ha sido siempre complicada?
- Imprescindibles de RTVE retrata la vida y la loable trayectoria de esta diva del ballet
- Desde 2022 es la directora del Ballet de San Francisco, primera mujer en conseguirlo
Ha roto moldes, esquemas y barreras, y desde que era una niña ha buscado su propio camino. Sus padres la apuntaron a gimnasia rítmica y, a pesar de los prejuicios de su padre sobre esta disciplina, logró cambiar las mazas y la cinta por el tutú. Tamara Rojo es una de las bailarinas más laureadas, celebradas y mejor valoradas del panorama mundial, una artista de la danza que ha entregado su vida y su cuerpo al ballet, un sacrificio que ha merecido la pena. Hasta ahora. El programa Imprescindibles de RTVE repasa la trayectoria de la cantante y reconstruye su leyenda con imágenes de sus mejores obras y con los testimonios de la gente que se ha cruzado en su camino. "Tamara no se conforma con interpretar los papeles, ella quiere interpretar los sentimientos y hacer visible lo invisible", dice Alberto García, del Instituto Universitario de Danza Alicia Alonso.
Sobre las puntas desde que era una niña
Con 9 años ya hacía puntas con Víctor Ullate en jornadas agotadoras. Iba a clase con gente mayor a las siete de la mañana y luego ensayaba de nueve de la mañana a seis de la tarde. "Era muy duro recuerda". La pasión dio paso a la exigencia, a llevar su mente y su cuerpo a límite insospechados. Ha llegado a bailar con una fisura de coxis sin que su compañero se diera cuenta de lo que le estaba pasando. "Las lesiones son muy duras, pero casi nunca he estado parada mucho tiempo. Mi angustia, cuando era joven, era no poder bailar". Una angustia que le llevó a plantearse preguntas, a dudar. "¿Quién soy yo dentro de la danza? Esto lo he tenido que aprender después".
Rompiendo techos de cristal
Esa exigencia consigo misma ha hecho que llegue muy lejos, logrando muchos éxitos. Los aplausos que ha recibido por todo el planeta resultan a veces un tanto lejanos para una España que no le presta la misma atención a la danza como hacen otros países. Tras dejar a Víctor Ullate siguió formándose, rompiendo todo tipo de barreras: con David Howard y Renatto Paroni, en el Scottish Ballet. Con tan solo 25 años fue bailarina principal en el English National Ballet y el mismo puesto tuvo luego en el Royal Ballet de Londres. Ha bailado como artista invitada en los principales ballets de todo el mundo y desde 2022 es la directora del Ballet de San Francisco, la primera mujer en tener este cargo en los noventa años de historia de la compañía. Sería imposible resumir su carrera, sus logros y sus premios en unas cuantas frases. Su carrera tiene una dimensión enorme. "La danza es un compromiso de vida; no es un trabajo, es una vocación. Pero tengo ganas de dejar de trabajar y dejar de ocuparme de mi cuerpo, de la nutrición. No es solo la preparación, es lo que conlleva bailar".
El equilibrio entre profesión y familia
Tiene 48 años y desde hace dos es madre de un niño llamado Mateo, fruto de su relación con el bailarín Isaac Hernández, 16 años más joven que ella. Ahora compagina su vida profesional con su vida familiar, buscando el mismo equilibrio perfecto que ha logrado siempre sobre las puntas. Es una mujer fuerte, mental y físicamente, pero a veces esa fuerza flaquea por culpa de las altas dosis de exigencia y las metas que ella misma se pone. Dice que su relación con el espejo ha sido siempre muy complicada. "He intentado mirar al espejo lo menos posible, porque el espejo es la crítica. Yo si miro al espejo es para analizar y por eso quiero tener maestros de confianza que te digan la verdad, pero sin crueldad". Loipa Araújo, figura clave del ballet cubano, fue una de ellas y tiene la clave para entender la grandeza de Tamara Rojo. "Ella no imita un patrón a la hora de hacer un Lago [El lago de los cisnes] o una Gisele, ella trata de encontrar su Lago y su Gisele. ¡El sello de Tamara está en la búsqueda de la perfección!".
La grandeza de la humildad
Hoy desde la cima de su carrera echa la vista atrás y le surgen dudas. Tantas, que cuestiona todo y se cuestiona a sí misma de una forma constante, haciéndose siempre las mismas preguntas. "¿Cuál es el futuro de la danza? ¿Qué camino hay que seguir? ¿Cómo inspirar a otras personas para que disfruten del arte de ballet? ¿Qué decisiones debo tomar ahora que estoy en un puesto de responsabilidad? ¿Qué decisiones debo tomar para que este arte siga floreciendo, brillando creciendo?", dice, mientras busca respuestas. Y no las tiene. Solo encuentra una para otra gran pregunta. "Si miro atrás, a la bailarina que era, ¿qué me diría a mí misma? Me diría: ¡No te lo tomes tan en serio, disfrútalo más!".