Tutankamón: Las 13 muertes que alimentaron la leyenda de la maldición del faraón
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No fue el más relevante, ni el más decisivo, casi no sabemos nada de su vida, pero sí de su muerte y por eso es el faraón más famoso de toda la historia. Tutankamón despierta la fiebre por la egiptología y está más de moda que nunca con exposiciones que explotan aún, 100 años después, el hallazgo más importante de la arqueología. No sólo desde un punto de vista científico, la leyenda de la maldición de Tutankamón alimenta todavía más el mito.
¿Quién era Tutankamón?
Sabemos que murió antes de los 20 años, con unos 18 o 19. Era cojo, se sabe por los bastones encontrados en su tumba, y llegó al poder en una época muy convulsa. Su padre había cambiado por completo el régimen y había instaurado el culto a un único dios, Aton, el círculo solar. De las pocas decisiones de gobierno que han trascendido de Tutankamón, los historiadores coinciden en que reinstauró la creencia politeísta.
Perteneció a la 18ª dinastía del Antiguo Egipto y los egiptólogos lo consideran un rey menor porque su mandato duró tan solo 10 años y accedió al trono siendo un niño, con 9 años. Se casó con su hermana o hermanastra y fue uno de los últimos faraones de su linaje.
¿Por qué entonces es tan célebre? Con Tutankamón lo tenemos todo: la momia, la máscara mortuoria, el oro, los objetos de un rey y también los de un chaval: como sus juegos de mesa o sus búmeran.
Jonathan Jones, colaborador de The Guardian va más allá: "El Antiguo Egipto fue la primera civilización bella que conocemos. Crearon belleza y majestuosidad, crearon grandeza. Crearon una estética sublime. Y es increíble porque surge en la edad de piedra". Y añade: "Hay algo misterioso, siniestro e inexplicable en el arte egipcio y sus momias. Algo que nos hace creer en las maldiciones y supersticiones."
La moda del Antiguo Egipcio
"Los europeos tenían debilidad por todo lo clásico. Roma, Grecia... y pensaban que la arquitectura y la escultura egipcias eran burdas. Hasta que Napoleón invadió Egipto y esta concepción cambió. Cuando las antigüedades empezaron a llegar a Europa nació la egiptomanía", asegura Roger Luckhurts de la Universidad de Birkbeck.
Se desató un interés que rayaba lo excéntrico, según Joyce Tyldesley, Egiptóloga del museo de Manchester: "Algunos fueron a Egipto y volvieron con momias. Ahora no nos iríamos de vacaciones y volveríamos con restos humanos como souvenir, pero entonces sí. De hecho, se celebraban fiestas para ver cómo le quitaban las vendas a la momia en cuestión. Las desmembraban en busca de las joyas que solían portar".
Esa mezcla de fascinación y horror de los cuerpos momificados eran la historia perfecta para alimentar las leyendas y el deseo de conocer más. Se aprovecharon de esa corriente los autores más exitosos de mediados del siglo XIX, Arthur Conan Doyle y Louisa May Alcot (Mujercitas).
Howard Carter y el descubrimiento de la tumba de Tutankamón
A principios del siglo XX el estudio del antiguo Egipto se profesionalizó y el país se lleno de arqueólogos en busca del pasado más fascinante. Howard Carterera uno de ellos y aprendió a amar esta civilización en casa de su vecino, coleccionista de objetos provenientes de El Cairo.
Él conocía la lista completa de faraones. Sabía que en el Valle los Muertos todas las tumbas exploradas estaban vacías, a los expertos se les habían adelantado los expoliadores miles de años atrás. Pero de su lista, no se sabía nada de Tutankamón. Y él estaba seguro de que estaba allí.
Convenció al quinto conde de Carnarvon para que financiase su estudio y excavación. Todos sus archivos se conservan aún, incluso su plano cuadriculado con el que organizó su idea de trabajo. Su plan de excavación. 5 años estuvo sacando tierra sin ningún resultado.
Carnarvon le comunicó en junio de 1922 que ya no podía seguir costeando su proyecto, pero Carter insistió. Solo le quedaba un cuadrante por excavar, si no estaba ahí, admitía que la expedición era un fracaso y abandonaría Egipto para siempre.
El 4 de noviembre de 1922 desenterraron unos escalones... 15 días después, se encontraron una entrada sellada que había permanecido intacta 3000 años. Cuando consiguieron tirarla abajo se encontraron el mayor tesoro aqueológico de la historia. Ese día un halcón sobrevoló el campo de trabajo y los operarios egipcios lo tomaron como un mal presagio.
Una capilla de ofrendas, bañada en oro, con todos los objetos de Tutankamón. Más de 5000 piezas. Desde un carro desmontado del faraón para que lo usase en el más allá, hasta tres divanes dorados, pasando por ropa, un botiquín con medicinas y un trono, casi infantil.
El éxito del descubrimiento, en gran parte, asombró al mundo porque entre el equipo de trabajo figuraba un fotógrafo, Harry Burton, que documentó con exquisita delicadeza todo el proceso.
Cuando a finales de noviembre Carter y Carnarvon presentaron al mundo su hazaña, se desató la locura mediática. Diarios de todo el mundo enviaron a sus periodistas a cubrir la noticia y cada avance de la excavación. Saturados de tanto reportero, decidieron concederle la exclusiva a Times. Los demás corresponsales tuvieron que tirar de fuentes no oficiales y mucha rumorología para completar sus crónicas. El caldo de cultivo perfecto.
La leyenda de la maldición de Tutankamón
El mundo acababa de salir de una guerra mundial y de una epidemia de gripe que dejó millones de muertos. Eran los locos años 20 y la gente necesitaba historias de aventuras con las que evadirse, Tutankamón era la nueva estrella. Enseguida el público empatizó con un joven que había muerto demasiado pronto, como los soldados de la gran guerra.
Arthur Weigall era egiptólogo y redactor y era dado a narrar sucesos paranormales alrededor de la civilización egipcia. El día que el Conde presentó, como patrocinador, su exitoso descubrimiento, Weigall escribió: "Tendrá suerte si vive seis semanas más". Se convirtió en una frase profética.
La primera muerte que se atribuyó a la maldición de Tutankamón
El quinto conde de Carnarvon murió solo cuatro meses después de entrar en la tumba. Sus descendientes explican que un mosquito le picó en la mejilla izquierda y, al afeitarse, una bacteria entró en la herida y terminó muriendo de sepsis en un hotel de El Cairo.
En el momento de su fallecimiento, dos sucesos simultáneos desataron las supersticiones: un gran apagón dejó la capital egipcia a oscuras y su perra Sussi, en Londres, murió después de emitir un angustioso aullido.
Roger Luckhurts de la Universidad de Birkbeck analiza la leyenda: "En occidente nos gustan mucho las historias de ricos que padecen desgracias. De ahí procede el éxito de los tabloides. Aúpas a alguien para luego destruirlo. Es como una venganza porque por lo general las historias de maldiciones las suelen contar los pobres y oprimidos."
Se abrió entonces un agitado debate a nivel mundial. ¿Estaban haciendo arqueología o profanación? Con una Europa sumida aún en duelo por los muertos de la Primera Guerra Mundial, el esoterismo y los médiums cobraron bastante relevancia.
Howard Carter nunca respondió, pero sí guardó las cartas que le envió una afamada vidente advirtiéndole del peligro: " Creo que la muerte de Lord Carnarvon le sobrevino por abrir la tumba de Tutankamón sin ceremonias para aplazar cualquier posible maldición. Para satisfacer a los espíritus que guardaban la tumba habría bastado con derramar una ofrenda de vino, aceite y leche en el umbral." Se puede leer en una de las misivas.
Carter, estudioso meticuloso, nunca dio pábulo a todas estas habladurías y prosiguió su investigación. Mientras tanto la prensa encontró otras 12 muertes más con las que alimentar la leyenda.
Las muertes relacionadas con la maldición del Faraón
En mayo del 23, George Jay Gould, un magante del ferrocarril estadounidense, falleció de pulmonía tras visitar la tumba y en julio, el playboy egipcio Ali Fahmy Bey murió por los disparos de su mujer tras haber visitado ambos sepulcro del faraón.
Arthur C. Mace, que colaboró activamente en las excavaciones, un año después sufrió una crisis tan fuerte que tuvo que marcharse de Egipto. Regresó a Nueva York donde murió en 1928.
La persona que trabajó con Howard Carter para radiografiar algunos objetos del ajuar funerario, Sir Archibald Reid, murió en enero de 1924.
Georges Benedite, egiptólogo francés, cuando se disponía a inspeccionar la tumba, resbaló en los escalones y murió en 1926.
El secretario de Lord Carnarvon se llamaba Richard Bethell y murió en extrañas circunstancias en 1929. Se dijo que se suicidó en su club de Londres. Pero el gran valedor de la historia de la maldición fue su padre que, al enterarse de la noticia, comenzó a gritar "¡Es la maldición de la momia!". Solo unas semanas después, el padre se arrojó por una ventana y murió también.
10 años después ya había 13 muertes relacionadas con la tumba según la prensa. Algunos de ellos, jamás habían estado en Egipto. Un arqueólogo americano, harto de las noticias falsas elaboró una lista de todas las personas que habían participado en el hallazgo. El porcentaje de muertes era perfectamente normal desde un punto de vista estadístico.
La inscripción de la maldición en la tumba
En el imaginario colectivo terminó calando la historia de que a la entrada de la tumba había una frase atemorizadora escrita: "La muerte llegará pronto a aquellos que perturben el reposo del faraón".
Steve Snape, arqueólogo se muestra rotundo: "La historia de esa tabla no tiene ninguna credibilidad" En el Antiguo Egipcio esas advertencias se escribían en las tumbas de los civiles, no de los reyes.
Las tumbas de las personas normales no se escondían. Eran bien conocidas y recibían visitas. No se dejaba un cuerpo y se olvidaban de él. Era el lugar donde residía su espíritu. Había una cámara funeraria y luego una capilla de ofrendas y ahí es donde se han encontrado las amenazas.
Las tumbas del Valle de los Reyes no recibían visitas. Nadie acudía allí para hacer ofrendas porque el rey era muy diferente. La maldición que decían, jamás se ha encontrado.
Por cierto, Howard Carter tardó 10 años en sacar todos los objetos. Llegó a cumplir los 64 años. Murió por causas naturales.