Montgomery Clift, el accidente que desfiguró el rostro de la belleza de Hollywood
- Protagonista del clásico del western, Río Rojo, Clift encarnó un tipo de belleza meláncolica y vulnerable
- Su vida quedó marcada por el accidente de coche que le desfiguró el rostro en 1956
- No te lo pierdas, esta noche en Un lugar en el sol, con Elizabeth Taylor
La de Montgomery Clift fue una belleza inusual para Hollywood. Considerado "el soltero más codiciado de América", su presencia en pantalla enamoró a todo el mundo y rompió con los cánones masculinos del cine de los años 50. La claves estaba en aquella mirada melancólica y vulnerable que irradiaba un misterio al que nadie paracía poder acceder, pero que resultaba tremendamente cautivadora. Una interpretación íntimista, que apelaba al dolor sentimental del hombre y del que serían deudores actores como Paul Newman o James Dean.
El debut en el cine de Monty Clift no pudo ser más deslumbrante: un papel coprotagonista en un western que marcó al genero, Río Rojo (1948), considerado uno de los mejores de la historia del cine. Con aquella cinta, su carrera despegó de forma imparable. Aunque fue con Los ángeles perdidos (1958, Fred Zinnemann), su primera película como protagonista, con la que logró ganarse el cariño del público.
Un lugar en el sol (1951), fue otro de los títulos emblemáticos de su filmografía. La cinta en la que se forjó una de las amistades más poderosas del Hollywood entre Clift y Elizabeth Taylor, dos almas gemelas que dieron rienda suelta al más poderoso amor (platónico) del cine.
Juntos protagonizaron otras dos cintas más: El árbol de la vida (1957) y De repente el último verano (1959). Y fue con ella con quien Clift más libremente pudo expresar su condición sexual y sus mayores inseguridades. Liz fue un apoyó fundamental para el actor, presente, incluso, en la que consideró la primera de sus dos muertes.
Accidente y autodestrucción
Ocurrió un noche de mayo de 1956, aquel día Montgomery Clift no murió, pero contempló como el mundo se apagó para siempre. Elia Kazan, uno de sus profesores del Actor’s Studio, definió sus últimos años de vida como "el suicidio más largo de la historia de Hollywood". En aquel año, el actor se encontraba en pleno rodaje de El árbol de la vida. Su coche se empotró contra un poste de teléfono tras salir de una fiesta en casa de Elizabeth Taylor, coprotagonista de la película. El coche quedó drestrozado mientras Clift agonizaba.
Su destino parecía imitar el de James Dean, fallecido a los 24 años en las mismas circunstancias un año antes. Pero la suerte de Clift corrió otro destino. Avisada del suceso, su amiga Liz Taylor, se abrió paso entre el revoltijo de hierros que era el coche de su amigo. Clift se estaba ahogando con unos dientes que se habían clavado en su garganta. Taylor los extrajo manualmente y le salvó la vida antes de que acudiesen en su ayuda.
El accidente le causó paralisis facial y el actor tuvo que ser sometido a la cirugía plástica para recuperar la belleza de su rostro. Para él, aquel accidente desfiguró su cara, no era capaz de reconocerse, a pesar de que las secuelas no fueron apenas percibidas después, cuando, tras recuperarse del accidente, retomó el rodaje de El árbol de la vida.
Desde el famoso accidente, ase volvió más inseguro, con dolores crónicos (en su carteran cuentan que llegó a llevar 200 tipos de pastillas diferentes para enfrentarse a sus penas y dolencias) y traumas permanentes, el actor se había ido deslizando sin freno por una senda que ya venía bordeado desde antes del accidente: los excesos con el alcohol y las drogas, la reclusión en un mundo propio de difícil acceso para los demás, la perpetua zozobra ante el temor de que su homosexualidad fuera conocida por el público.
Su vida entró en una espiral de la que no saldría
A partir de entonces, Taylor fue casi el único apoyo con el que contó. La actriz, además de amiga incondicional, utilizó sus contactos para conseguir papeles a su amigo cuando ningún director quería ya contar con él. Liz Taylor, que reconoció que Clift se le insinuó en alguna ocasión, quiso casarse con él, pero pronto asumió que su amigo prefería a los hombres. La sexualidad de Clift fue otra de las causantes de sus tormentos (parece que no terminaba de aceptar su homosexualidad y que incluso se castigaba por ello).
El actor aún pudo rodar títulos clásicos como: El baile de los malditos (1958 ) de la que el actor se sentía especialmente orgulloso y Los juicios de Nuremberg (Stanley Kramer, 1961), en la que aparecía durante unos escasos -pero memorables- 10 minutos.
Los rodajes cada vez eran más arduos: el actor llegaba tarde, no conseguía memorizar sus frases y su carácter cada vez se tornaba más difícil. Algo parecido le pasaba a Marilyn Monroe, con la que rodó Vidas rebeldes, de John Houston, en 1961. El proceso de autodestrucción de Clift concluyó el 23 de julio de 1966, cuando fue hallado muerto en su apartamento por una oclusión de la arteria coronaria.
El actor dejó tras de sí interpretaciones que han hecho historia y, más allá del mito y la leyenda, una profunda e inquisitiva mirada que cautivó y sigue cautivando a millones de espectadores. Se barajan muchas hipótesis sobre cuáles fueron las verdaderas causas de su caída; no obstante, como él dijo en una ocasión: "No soy raro, sólo estoy intentando ser un actor; no una estrella, un actor".