La princesa de Éboli, una cortesana con vida de cuento
- Tuvo gran poder en la corte de Felipe II y se la relacionó sentimentalmente con diversos personajes de poder
- Se enfrentó a Teresa de Jesús y su figura ha dado para películas y series de televisión
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La historia de nuestro país cuenta con grandes personajes, muchos de ellos mujeres, cuyas vidas han sido llevadas al cine y a la televisión. En ‘Saber y ganar’ hemos recuperado la figura de Ana Hurtado de Mendoza de la Cerda y de Silva y Álvarez de Toledo, más conocida como la princesa de Éboli. Su influencia en la corte de Felipe II fue destacada, además de sus amoríos, y su vida sigue despertando interés casi cinco siglos después de su existencia.
Relacionada con la corte y enfrentada a Teresa de Jesús
La princesa de Éboli era hija de una de las familias de nobles castellanas más poderosas de la época, los Mendoza. A los 16 años contrajo matrimonio con Ruy Gómez de Silva, muy amigo del príncipe Felipe, futuro rey de España. Tuvo 10 hijos con él aunque en 1573 enviudó y tuvo que hacerse cargo de la gestión de su patrimonio. Gracias a la influencia de sus apellidos logró buenas posiciones para sus vástagos y ella siguió manteniendo relaciones cercanas no solo con el aún príncipe Felipe, de quien se dice fue amante, sino también con Antonio Pérez, el secretario del rey, con quien sí mantuvo un idilio.
De su biografía, también destaca su mala relación con Teresa de Jesús a raíz de unos conflictos con la construcción de los conventos de Pastrana. Llama la atención que la princesa de Éboli quisiese ser monja junto con sus criadas, una petición que la llevó a ingresar en uno de los conventos, ocupando una celda austera. Cuando se cansó, abandonó el habitáculo y se trasladó a una casa en el huerto del convento, haciendo vida normal y atesorando vestidos y joyas en sus armarios. Teresa de Jesús, en total desacuerdo con ese comportamiento, la dejó sola en la edificación religiosa y finalmente Ana volvió a su palacio de Madrid.
Enemistad con el rey y encierro hasta su muerte
En la corte de Felipe II, que ya había ascendido al trono, Ana de Éboli se movía como pez en el agua pero su romance con el secretario del rey fue descubierto por Juan de Escobedo, secretario de Juan de Austria. Por miedo a que se supiese, Antonio Pérez lo denunció ante el monarca y Escobedo apareció muerto sin saberse a manos de quien.
La vida de la princesa de Éboli entró en declive. Fue encerrada en Torreón de Pinto y luego en la fortaleza de Santorcaz por orden del rey, quien siempre la había protegido, y privada de la tutela de sus hijos. Se sabe que Felipe II se refería a ella como “la marrana” o “la hembra”, una actitud de desprecio que contrasta con su comportamiento con los hijos de esta, a quienes siempre cuidó y protegió.
La princesa de Éboli murió a los 52 años en el Palacio Ducal de Pastrana, donde pasó los últimos años de su vida siendo atendida por su hija Ana.