Ágatha Ruiz de la Prada lleva toda la vida luchando contra dos cosas, una es la depresión
- El color ha sido su vía de escape, para huir de la depresión, la austeridad familiar y los convencionalismos sociales
- El documental Ágatha Ruiz de la Prada, el filtro del amor, ya disponible en RTVE Play
Dice Ágatha Ruiz de la Prada y ella ha tenido miedo a la muerte desde niña. Una niña que se llamaba Águeda, pero hizo con su nombre lo mismo que hizo con todo lo que no le gustaba: cambiarlo. Su nombre está unido al color, a la alegría y a la fantasía. Ella es su mejor carta de presentación, su mejor embajadora, su mejor escaparate. Quienes la conocen bien la describen como adicta al trabajo. "Es una trabajólica", dice Juan Carlos Mesa, que trabajó a su lado durante años. Se describe como una curranta y eso que trabajar no estaba bien visto en su familia. "Mi abuelo consideraba que trabajar era una ordinariez", dice la diseñadora en El filtro del amor, el documental que ha hecho Imprescindibles, de RTVE.
¿Quién era su padre?
Ágatha es hija de aristócratas, el arquitecto Juan Manuel Ruiz de la Prada y Sanchiz es su padre y María Isabel de Sentmenat y Urruela, su madre. Siempre se sintió como pez fuera del agua y por eso desde niña empezó a 'dibujarse' un mundo propio al que nadie en casa prestaba atención. Quiso estudiar moda en Barcelona y se aburrió soberanamente: ella no quería coser, ella quería crear. Por eso se trasladó a Madrid y empezó a trabajar con Pepe Rubio, uno de los iconos de la Movida.
Tenía 20 años y cuando se hartó de hacer recados, como ir a comprar hombreras a Pontejos, se unió con Carmen de la Cuadra para hacer sus propias prendas con la ayuda de sus hermanas, Ana e Isabel. El trabajo fue una liberación, una escapatoria, una tabla de salvación con la que ahorró a su familia un dineral en psicólogos. "Para mi madre, trabajar era liberarse de su familia. Si mi madre no estuviera trabajando estaría en un manicomio", dice Cósima, la hija de Ágatha.
La veterana de la moda
Su esfuerzo y entrega tuvo recompensa. Ágatha ha logrado muchas cosas que van más allá de los premios y los reconocimientos. El más importante es tener un estilo propio, reconocible desde lejos. Esto es algo con lo que sueñan muchos diseñadores y que muy pocos consiguen. El suyo surgió como una respuesta emocional, como un puñetazo en la mesa en la que se come los domingos. "Yo hago trajes de pobre con tela de rica", decía en los 80.
El color fue su protesta contra la austeridad, contra la sociedad y contra el negro, el no-color contra el que ha luchado toda la vida. "El ir vestido de colores era como ir hecha una payasa, la gente se burlaba de ti. Todo el mundo iba de negro y yo iba de colores. Y al final, cuando alguien iba de colores, decían ¡mira, esta va como Ágatha Ruiz de la Prada! ¿Qué quiere decir? ¡Que te están regalando el color! ¡Es un regalo de la pera, es como si te regalan el cielo, el mar o las flores!", dice. Y aprovechó su regalo, declinando sus virtudes hasta el infinito. "Su mundo de colores era rechazar la depresión y rechazar ese no hacer nada", dice su hijo Tristán. " En la familia de mi madre ha habido muchas personas con mucha depresión y ella lo ha vivido mucho".
Huir de la depresión
Tristán se refiere sobre todo a su abuela, que se quitó la vida en 2005. En una entrevista con Vanity Fair, Ágatha habló de la infelicidad en la que vivió sumida su madre, a quien diagnosticaron un trastorno maníaco-depresivo. Ella es todo lo contrario a su madre y se abraza a la vida, con alegría y color, también con arte. Esta es otra de sus vías de escape y hasta hoy sigue estando muy presente en sus colecciones. Sus desfiles engañan: a primera vista su moda parece naïf y casi infantil, pero es todo lo contrario. Ágatha es una feminista declarada y convencida, una luchadora por los derechos de la mujer una guerrera que se rebela contra lo impuesto, ya sea el color o la fatalidad. "Durante muchos años la moda ha sido para gente infeliz, porque lo que estaba de moda era la femme fatale. Y o no quiero ser fatal. A mí las fatales me caen fatal. No me interesa tener fatales a mi alrededor, porque las fatales son las que te quitan el marido, las que te hacen una putada, se dan muchísima importancia".