Perder a un padre, perder a una hermana. Página Dos habla del trauma del suicidio con la escritora Miriam Toews
Noticia Página Dos
- Pequeñas desgracias sin importancia (Sexto Piso) habla de dos hermanas de vidas opuestas
- La autora se pregunta en la novela: ¿qué hacer cuando alguien te dice que ya no quiere vivir?
- La historia, desgarradora, tierna y con toques de humor pone de relieve la fragilidad de la familia
Si alguien se pregunta por qué Miriam Toews (Canadá, 1964) ha querido escribir sobre algo tan doloroso como el suicidio de una hermana, las razones son tan lógicas como generosas. Porque ya ha pasado un tiempo —sucedió en 2010—, y tiene una perspectiva más amplia. Para que su libro (Pequeñas desgracias sin importancia, Sexto Piso) sea una posible ayuda para quienes se enfrentan a problemas de salud mental. Y porque la escritora considera importante hablar de la muerte asistida, un debate que cada vez más gobiernos ponen sobre la mesa.
Su hermana le pidió ayuda para morir. Y ella le dijo lo que el instinto responde siempre: lucha. «Ya llevo cuarenta años luchando». En la novela, Miriam y Marjorie se transforman en Yolandi y Elfrieda. Una lleva una vida algo caótica; la otra es una pianista de renombre y tiene la familia perfecta. Y, sin embargo, no quiere seguir viviendo. ¿Cómo transmitir al otro la fuerza necesaria? ¿Qué dimensiones morales ocultas tiene la palabra ‘ayudar’?
La novela comienza con una mudanza de la familia, con las dos niñas aún pequeñas. «Consideraban a mi padre un tipo raro, un hombre callado, depresivo y estudioso que daba paseos de quince kilómetros por el campo y que creía que uno se ganaba el cielo a fuerza de leer, escribir y reflexionar. (...) Ya en nuestra casa nueva, mi madre vivía inquieta y entre ensoñaciones; mi padre daba porrazos moviendo cosas en la cochera; yo me pasaba el día construyendo volcanes en el jardín de atrás y Elf empezó a trabajar en potenciar su visibilidad. Había decidido que ella también quería dejar su marca.»
Miriam Toews nació en Manitoba, estudió y ejerció el periodismo y ha hecho alguna incursión como actriz en el cine. Doce años antes de la pérdida de su hermana, la escritora vivió otra. Su padre se suicidó en 1998. Le dedicó un libro de memorias (Swing Low: A Life) que es hoy un clásico sobre salud mental.
En Pequeñas desgracias sin importancia, Elfrieda tiene tres sueños en uno: destacar, huir de la aburrida comunidad menonita en la que vive y tocar el piano. Lo último le servirá de vía de escape y billete hacia la gran ciudad. Cuando unos ministros del pueblo visitan a la familia para reprender a los padres por tener un piano en casa (la música estaba prohibida, salvo la religiosa), Elf intuye que ha llegado su momento. Y se pone a tocar con toda la pasión de la adolescencia. «En esos instantes los hombres del salón vieron claro que mi hermana no se quedaría en el pueblo, no después de expresar tanto tumulto interior; es más, que para retenerla allí tendrían que quemarla en la hoguera o enterrarla viva. Fue el momento en el que mi padre lo perdió todo de golpe: la aprobación de los ministros, la autoridad como cabeza de familia y a su hija, que ya era libre y por tanto peligrosa.»
Óscar López pregunta a Toews cómo se vive con esa incerteza, saber que el otro quiere irse. «Es una situación imposible. Es muy extraño dar ese salto mental entre la vida y la muerte. Sin embargo ahora, tantos años después, me arrepiento de no haberla ayudado. Habría sido lo correcto»