Copito de nieve dio fama mundial a Jordi Sabater Pi, pero también le arruinó su vida
- Jordi Sabater Pi no descubrió a Copito de nieve, pero sí lo envió al zoo de Barcelona
- Esto ensombreció su gran hallazgo: los chimpancés eran capaces de hacer herramientas
Su nombre quedó eclipsado por el de un pequeño gorila blanco. Poca gente sabe quién es Jordi Sabater Pi, pero casi todo el mundo conoce o ha oído hablar de Copito de nieve. Esta es la historia de un gran hombre que vivió a la sombra de un primate, esta es la historia de una injusticia. Para empezar por el inicio es preciso retroceder a 1940. Jordi Sabater Pi sale de Barcelona huyendo de los desastres de la posguerra y se instala en Guinea Ecuatorial, entonces colonia española. Tenía 17 años cuando se desembarca en Santa Isabel, con la idea de trabajar y enviar dinero a casa. No tiene estudios universitarios y compagina su trabajo como capataz en varias plantaciones con su verdadera pasión: la naturaleza. En sus ratos libres dibuja sin parar, logrando ilustraciones detallistas que llaman poderosamente la atención, incluso de National Geographic.
Siente predilección en la observación de los gorilas y sus ilustraciones se revelan de una gran importancia para la ciencia. National Geographic le da una beca y le contrata como colaborador. A su lado está Nuria, su novia, con quien se ha casado por poderes para que ella pueda viajar a Guinea. Allí todos conocen su pasión y su curiosidad por todo lo relacionado con los primates. Por eso Benito Manié recurre a él. El indígena fang está harto de que los gorilas destrocen su finca y organiza una batida con otros vecinos. Localizan a un macho y una hembra y los matan. Cuando van a cogerlos -la carne de gorila era muy apreciada-, ven que la hembra lleva una cría en sus brazos, junto al pecho. Es un gorila diferente, es un gorila blanco
Un hallazgo excepcional
Benito se lo lleva a Sabater. Sabe que a él le interesará ver este prodigio de la naturaleza. "Mi padre lo vio y pensó que era algo único", dice el hijo del etólogo. Lo que no sabía el indígena es que ese pequeño primate haría historia y sería más famoso que todos ellos. La fama de Copito llegó a todos los rincones del planeta y los organizadores de la Exposición Universal de Montreal lo quieren tener y le ofrecen un millón de dólares, pero Sabater lo tiene claro: "Si va a algún sitio, será al Zoo de Barcelona". En todo el mundo se habla de gran hallazgo, pero Sabater no lo ve así. Para él es solo "una anécdota". La noticia se publica en National Geographic, pero hubo algo que no gustó a Sabater. "Yo lo llamé Gorila Blanco, pero los americanos lo bautizaron como Copito de nieve, me parece impropio para un gorila".
La llegada de Copito de nieve a España
Cuando Copito de nieve llegó viaja a Barcelona, se le recibió casi con todos los honores, dejando a Jordi Sabater Pi en la sombra, en un despiadado segundo plano. Pero él tiene la cabeza en otro lugar. Lleva tiempo estudiando a los chimpancés y hace un magno descubrimiento: encuentra 'bastones' de madera rodeando un termitero. "¿Los han hecho los pigmeos?", se pregunta. Durante meses recorre la zona, desde el valle a las montañas, buscando la respuesta. Y la encuentra. Han sido los chimpancés que campan cerca del río Muni, que los utilizan para hurgar en los termiteros.
Este hallazgo es excepcional, una revelación muy importante que rompe con todo. Hasta entonces se pensaba que la diferencia entre los humanos y los animales era la fabricación de herramientas, pero Jordi Sabater Pi descubre que la tecnología no nace con el ser humano, nace antes. La revista Nature, la Biblia de la ciencia, publica este hallazgo el 5 de julio de 1969. Todo un logro para alguien que es académico y no tiene la carrera universitaria terminada.
El regreso a Barcelona
Es entonces cuando Guinea Ecuatorial se independiza y Jordi regresa con Nuria a Barcelona. Tiene 48 años y una espina clavada: no tiene título universitario. "Para el resto del mundo yo era el profesor Sabater Pi, en mi país me había convertido en el Sabater sin título". Pero no se achanta. En 1972 recibe otra beca de Natioanl Geographic y se une a la primatóloga Diane Fossey en Ruanda para estudiar a los gorilas: ella en la montaña y él en la costa, su especialidad. Cuatro años después se quita la espinita clavada y se licencia con premio extraordinario, para empezar a dar clases de Psicología animal en la universidad. Pero no encajaba, siempre se sintió poco reconocido, constantemente eclipsado por Copito de nieve, al gorila albino, a la "anécdota" de su carrera profesional.
Pero lo peor estaba por llegar. En 2003, se concede el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica a la británica Jane Goodall, por sus revolucionarios estudios de los chimpancés salvajes y sus aportes científicos. Sabater se siente ninguneado. "Los dos llegaron en paralelo a los mismos descubrimientos, fue algo que le dolió muchísimo". Pero el trabajo de Sabater Pi se sigue valorando. Ahora se ha publicado el cómic 'Rara avis, que cuenta la insólita vida del etólogo, una obra de Raúl Deamo y Tyto Alba. "Conocí personalmente a Sabater Pi en la UB en el 2007, dos años antes de su muerte; le hacíamos una entrevista en vídeo. Descubrí a un científico con una muy interesante trayectoria en África, un magnífico dibujante de la naturaleza y un gran observador de los primates y otros animales. Siempre pensé que si hubiera nacido en Norteamérica, le habrían hecho alguna película y todo el mundo lo conocería", ha reconocido Deamo. En el año 2000, el científico concedió el material que había recopilado a lo largo de toda su carrera a la UB y la universidad creó el Fondo Sabater Pi, con libros y revistas sobre etología, más de 1.500 dibujos y acuarelas, cerca de 5.000 documentos escritos y 1.500 diapositivas.
Copito de nieve murió en 2003, enfermo de cáncer de piel, y la noticia dio la vuelta al mundo. Más discreta fue la muerte de Nuria, en 2007, con parálisis cerebral. Y lo mismo ocurrió el etólogo. Jordi Sabater Pi murió el 5 de agosto de 2009, tenía 87 años. Todos ponen en valor su trabajo, destacando su gran entusiasmo y su curiosidad. "Es el modelo de científico perfecto. Él decía que era un primate domesticado por la cultura" dice Oriol Sabater, su hijo. "Es uno de los últimos grandes naturalistas en el sentido de creador, de innovador y de inconformista", añade Joan Tort, su biógrafo.