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Las Brujas de la noche, las peores pesadillas de Hitler

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Las Brujas de la noche, las muejres que aterrorizaban a Hitler

El 22 de junio de 1941 Alemania inició la invasión de la Unión Soviética lo que supuso la apertura de lo que se conocerá como ‘Frente oriental’, el teatro germano - soviético, uno de los escenarios militares más cruentos de la historia.

Tras más de cinco años de encarnizados combates, el Ejército Rojo se hizo con la victoria el 9 de mayo de 1945, entre sus filas había un millón de mujeres que trabajaron y lucharon incansablemente en todos los puestos, desde la retaguardia hasta la primera línea del frente.

David Alegre Lorenz , Doctor Europeo en Historia Comparada, Política y Social y coeditor de la Revista Universitaria de Historia Militar, en su visita a El Condensador de Fluzo, destacó el papel decisivo que tuvieron las mujeres soviéticas en la guerra y expuso el caso de ‘Las brujas de la noche’, tres regimientos de aviación compuestos únicamente por mujeres.

Las mujeres en el Ejército Rojo

La mayoría de las mujeres que formaron parte de las tropas soviéticas, fueron voluntarias deseosas de defender su país de la agresión alemana. Lo hicieron como enfermeras, cocineras, médicos, zapadoras, artilleras, francotiradoras, aviadoras e, incluso, tanquistas.

Es el caso de Aleksandra Samusenko, tenía 19 años cuando comenzó la invasión alemana y llegó a comandar un tanque T-34, columna vertebral de las fuerzas blindadas soviéticas que derrotaron al ejército alemán.

Fue herida en tres ocasiones, y en dos abandonó su tanque en llamas. Saltó a la fama tras la batalla de Kursk, durante la cual destruyó con su T-34 un tanque pesado Tiger y llevó a otros dos tanques a la huída.

Las Brujas de la noche

Condecoradas por sus récords en vuelo como héroes de la Unión Soviética, el más alto título honorario de la URSS, el papel que desempeñaron las aviadoras Marina Raskova, Valentina Grizodubova o Polina Osipenko fue determinante en el desarrollo de la guerra.

En 1941, cuando los alemanes avanzaban hacia Moscú, Stalin autorizó a Marina Raskova la creación de una fuerza de combate aérea compuesta únicamente por aviadoras, mujeres voluntarias de entre 17 y 20 años a quienes Raskova formó y entrenó en el pilotaje bajo unas condiciones extremadamente duras.

Dado el alto número de solicitudes recibidas para formar parte de estos escuadrones, se crearon tres regimientos: el 586º de cazas, el 587º de bombardeo y el 588º de bombardeo nocturno, y fue precisamente el 588º el que impuso el terror entre los alemanes, quienes las apodaron: “Nachthexen”, brujas de la noche, supuestamente por el ruido que producían sus aviones y el temor que infundían en sus enemigos.

En 1942 el regimiento de cazas y bombardeo nocturno fueron enviados a primera línea del frente, mientras que los cazas tenían misiones de menor envergadura, la primera misión del regimiento de bombardeo nocturno fue castigar a las tropas nazis que avanzaban sobre Rostov de Don, desde ese momento su actividad fue constante.

Con miles de misiones a sus espaldas, sus incursiones nocturnas desmoralizaban a los alemanes a quienes no dejaban dormir y se convertían en sus peores pesadillas. Entre las misiones de las aviadoras también estaba la dar cobertura a las tropas soviéticas cuando se batían en retirada.

No todas ellas salieron con vida, cuando el regimiento 587º de bombardeo recibió la orden de volar a primera línea del frente para participar en la batalla de Stalingrado, una de las más duras del conflicto, una tormenta provocó la caída del avión y la muerte de Marina Raskova. Las cenizas de la piloto fueron enterradas en el Kremlin y fue despedida con un funeral de Estado en su honor.

La actividad de estas aviadoras no terminó tras la victoria y siguieron hostigando a las tropas nazis en su retirada.

Testimonios de una guerra

Los relatos de las mujeres soviéticas sobre su experiencia en la guerra han llegado a nuestros días gracias al trabajo de Svetlana Aleksiévich, periodista de origen bielorruso ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2015. Aleksiévich recorrió la Unión Soviética y los estados postsoviéticos realizando centenares de entrevistas. En su libro La guerra no tiene rostro de mujer’, publicado en 1985, recopila testimonios que recogen la experiencia bélica de veteranas de guerra soviéticas. La periodista sitúa las vivencias de estas mujeres en el centro del gran relato histórico.

El libro recoge sus visiones de la destrucción física de sí mismas, de sus compañeras y compañeros, del territorio arrasado de su país, de las lágrimas incontenibles al tomar conciencia de que habían sobrevivido y, sobre todo, de que ya no eran las mismas después de su paso por el ejército. La guerra había hecho de ellas personas distintas, sobre todo porque muchas eran adolescentes al empezar.