"La Caramba", de tonadillera a beata
- Fue una popular cantante que tomó los hábitos en pleno éxito artístico
- Lou-Andreas Salomé, la primera psicoanalista de la historia
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Una de las cosas de las que más disfrutamos en ‘Saber y ganar’ es descubriendo las historias de personajes de la historia que han tenido vidas singulares. En ‘La parte por el todo’, prueba que ha regresado esta semana a nuestro programa después de unos meses de descanso, la protagonista ha sido María Antonia Vallejo, conocida como ‘La Caramba’. ¿Sabías que fue una tonadillera que decidió dejar su carrera en pleno éxito para convertirse en religiosa? ¡Te lo contamos!
Inicios: fugada de casa y raptada por bandoleros
María Antonia Vallejo nació en Motril el 9 de marzo de 1750 y de muy jovencita se marchó a Cádiz. Los datos que se tienen sobre ella de aquella etapa son muy difusos: se cree que huyó de casa con una compañía de cómicos, que se fugó con toreros, que fue raptada por bandoleros y que fue motivo de disputa pasionales que acabaron en puñaladas. No obstante, parece que todas estas historias obedecen a la creatividad romántica del siglo XVIII.
Lo que sí es cierto es que llegó a Madrid durante el reinado de Carlos III y que ya en 1776 trabajó como tonadillera. En su primer contrato se especificaban sus labores como sobresalienta de música y cantando, especificándose que dos veces a la semana debería interpretar sainetes. El público la acogió estupendamente bien y su talento la hizo convertirse en alguien popular.
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Nace ‘La Caramba’, toda una influencer
El sobrenombre de ‘La Caramba’ viene de una coplilla que le escribieron en la que se repite el verso “Usted quiere… ¡caramba! ¡caramba!”. El estribillo corrió como la pólvora y la artista se convirtió en una gran figura de la corte. Si a ello le sumamos los atuendos que lucía, muy atrevidos para la época, y la admiración que despertaba tanto en hombres como en mujeres, no es de extrañar que ‘La Caramba’ se transformase en toda una influencer de la alta sociedad madrileña. Famosa es la historia de su tocado para la cabeza que consistía en una gran moña de diamantes, muy favorecedor, que se colocaba sobre la cofia y que tenía embelesadas a todas las féminas. De hecho, Francisco de Goya pintó aquel tocado sobre la cabeza de las majas de sus cuadros.
Su carrera llega a las cotas más altas en 1778, cuando contaba con 28 años y una gran belleza y jovialidad. Los pretendientes no le faltaban y se casó en 1780, después de falsificar unos papeles ya que la familia del novio, Agustín de Sauminque y Bedó, se oponía al enlace por considerar la profesión de primera tonadillera de la Corte indigna. La unión duró tan solo un mes y no se sabe quién fue el que puso punto y final a aquella relación.
De los escenarios al convento: nace la beata Maria Antonia
Los años fueron pasando y ‘La Caramba’ seguía gozando del favor del público aunque a sus 34 años muchos ya la consideraban muy mayor. La fortuna quiso que una tarde de 1785, mientras daba su caminata diaria por el Paseo del Prado, le sorprendiese un aguacero. La cantante se refugió en el convento de los Capuchinos de San Francisco y quedó tan fascinada con el ambiente que tomó una drástica decisión: dejar los escenarios y tomar los hábitos.
Hubo mucha incredulidad que hizo que muchos acudiesen a la edificación religiosa para comprobar la verdad. ‘La Caramba’ era una sombra de lo que fue. Decrépita, tapada bajo un sayo negro y debilitada por las mortificaciones a las que se sometía, acabó cayendo enferma y muriendo el 10 de junio de 1787. Tenía tan solo 36 años. Su nombre, no obstante, no ha sido olvidado gracias, en parte, a las tonadillas, romances y canciones donde se la menciona y que la han llevado a ser protagonista de obras teatrales y de películas. Incluso Conchita Piquer entonó su vida de leyenda en forma de canción.