Así eran las famosas fiestas del poeta José Hierro, ¿qué pasaba en Nayagua?
- Situada al sur de Madrid, en una zona yerma, José Hierro levantó un oasis para los suyos
- Imprescindibles culmina la celebración del centenario de su nacimiento el 3 de abril de 1922
- El documental, José Hierro, el poeta de los vencidos (2023), puede ver en La 2 y RTVE Play
Cuando no estaba enredabo entre versos y sonetos, José Hierro dedicaba casi todo su tiempo a disfrutar junto a los suyos en su particular refugio. Poesía y vida tenían lugar en Nayagua, un pequeño terreno en la Comarca de la Vega en el que el poeta construyó algo más grande que una simple casa de verano. Situado en Titulcia, a pocos kilómetros de Madrid, aquel lugar lo suficientemente alejado de la capital como abstraerse del mundo, se levantó sobre un terreno donde los paramos de esparto y retama acabaron dando paso a grandes arboledas de pinos, cipreses y viñedos. Entre ellos tuvieron lugar grandes fiestas, comidas, encuentros y recitales hasta el alba.
Un oasis en el que se daba rienda suelta a toda celebración. Así lo recuerdan sus nietas en el documental de Imprescindibles, Jose Hierro, poeta de los vencidos (2023) una producción propia, dirigida por Marcos Hernández y Juanma Jiménez, con el que se culmina la celebración del centenario de su nacimiento, el 3 de abril de 1922. “Llegábamos por aquel puente de hierro por encima del río Tajuña y empezabas a sentirte en casa”, recuerda Tacha Romero, una de las nietas a las que entrevistan. “Era toda una aventura, había que traer agua potable porque el que había allí era de pozo", continua. Precisamente, de ahí viene el nombre, un juego de palabras con cierta resonancia azteca que le encantó a Hierro.
Hasta allí acudían siempre cargados de provisiones para el fin de semana. "Normalmente, se esperaba visita", apunta Romero. Poco a poco, visita a visita, Nayagua se fue poblando de gente y vegetación, primero de pinos, después viñedos de los que consumirían sus vinos y pisarían sus uvas en una especie de rituales festivos a los que estan invitados todos sus amigos. Una casa pequeña de campo que tenía espacio para todos. Cada mes de septiembre, se convirtió en tradición que el poeta demostrase sus dotes culinarias a familiares y amigos, preparando su famosa paella al sol. Siempre sin camiseta, acababa abrasado por las tardes de finales del verano. “No sé como cabía tanta gente en aquella casa”, recuerda una de sus nietas.
Recitales, cuentos y paellas
Ellas también acudían a aquellas grandes celebraciones de amistad y vida. Allí se bailaba, se cantaba, se recitaba. Cada año, una persona distinta tenía que escribir un soneto que después leería ante todos. Fiestas que se prolongaban hasta el anochecer en la que se contaban leyendas y en las que Pepe se inventaba cuentos. “Para nosotros ha sido un lugar muy importante en nuestras vidas”, dice una de sus nietas.
Más allá de las fiestas, otra de las tradiciones que inicio Pepe fue la de plantar un ciprés por cada niño nacido entre la familia y amigos. Arboles que rodeaban la finca y que ayudaron a llenar de sombra aquel lugar. Desgraciadamente, Nayagua sufrió un incendio en 2008 que se los llevó por delante. Se quemaron todos. Hoy vuelven a plantar los cipreses que plantó su abuelo. Cuentan que allí se refugió durante sus 27 años de silencio, pensando y hurdiendo los poemas que después terminarían plasmados en Agenda (1991), su gran regreso. Una recopiliación de la poesía del día a día, una agenda de anotaciones y vivencias de aquel oasis en Titulcia. Descubre más profundamente su figura en José Hierro, el poeta de los vencidos (2023), en RTVE Play.