El capricho de una reina que mató a Descartes
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Pocas frases de la historia de la filosofía han llegado tan lejos como la de “Pienso, luego existo”. Su autor, René Descartes, la incluyó en dos de sus obras ilustres, “Discurso del método”, publicado en 1637, y “Principios de la Filosofía”, de 1644, convirtiéndola en el fundamento del racionalismo y del método cartesiano. En ‘Saber y ganar’ queremos recordar su figura pero no por sus aportaciones filosóficas sino por la desafortunada muerte que le sobrevino por culpa del capricho de una reina. Sigue leyendo para enterarte de la historia.
La reina Cristina de Suecia, fascinada por Descartes
René Descartes es uno de los filósofos más destacados del siglo XVII y sus aportaciones en el sector de las matemáticas y la óptica le sitúan también como un importante físico y científico. Su figura tenía completamente fascinada a la reina Cristina de Suecia quien, en el año 1649, le invitó a que pasase una temporada en su corte para recibir clases particulares. Aquel cambio de aires convenció al francés, quien en esos momentos vivía en los Países Bajos donde comenzaba a sentirse incómodo por cuestiones relacionadas con algunas de sus teorías y la religión. Así que, sin dudarlo, aceptó la propuesta de la monarca.
Los caprichos de la reina que le llevaron a la muerte
Lo que René Descartes no imaginaba era que Cristina de Suecia le impondría un estricto horario para sus lecciones. Ella era muy madrugadora así que empezar las clases a las cinco de la mañana le parecía algo completamente normal. Para cumplir con su cometido, el filósofo tenía que levantarse temprano para estar listo a las cuatro y media, momento en que un carruaje real pasaba a buscarle para llevarle hasta la estancia donde le esperaba su majestad.
Se sabe que la reina gustaba de mantener las habitaciones ventiladas con lo que no le importaba dar clase con las ventanas abiertas. Como era poco sensible al frío, las temperaturas bajas propias de un país como Suecia no le molestaban. Y fue precisamente ese capricho el que hizo que, pocos meses después de su llegada a la corte, René Descartes enfermara de una pulmonía y muriera en el año 1650.
¿O fue por envenenamiento?
Esta es la versión que se dio por válida durante años, pero pasados tres siglos llegó una nueva versión a nuestros oídos. Y es que en el año 1980, el investigador Eike Pies planteó otra teoría: que Descartes muriera envenenado. ¿De dónde sacó esta idea? De una carta del médico de la reina en la que habla de los problemas de salud que presentaba el filósofo: hemorragias, náuseas y vómitos oscuros que coinciden con los descritos en las personas envenenadas por arsénico.
Razones no faltaban para que Descartes fuera asesinado. Entre sus ideas religiosas y su cercanía a la reina Cristina, pudiendo serle de gran influencia, acumuló algunos enemigos que podrían haber acabado con su vida. La verdad, por ahora, sigue siendo un misterio.