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Antonio Gala: así le describían sus amigos y así habría titulado él su autobiografía

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Imprescindibles - Figura con paisaje, Antonio Gala

Antonio Gala, lucidísimo escritor, afirmaba que cualquier obra literaria puede ser mejor interpretada por el lector que por el autor. Sus observadores más cercanos, sus seres queridos, son una ventana abierta a la vida del escritor: dicen que era generoso, buen conversador, afilado en el humor y en las disputas; indeseable como enemigo pero enemigo de pocos, "un amigo a primera vista" accesible siempre en momentos de necesidad. Pero también fue un hombre solitario, críptico, difícil de desentrañar.

"Yo estoy enamorada de Antonio Gala", decía en su Imprescindibles Concha Velasco, musa del escritor y una de sus eternas compañeras. Su propio éxito está para siempre ligado al de Antonio Gala, y la actriz mantiene que él es quien escribió sus mejores papeles. Por eso lo conoció doblemente: en el trato directo y en la lectura más atenta de su obra.

Antonio Gala y Concha Velasco

Antonio Gala y Concha Velasco, grandes amigos, durante la presentación del libro 'El dueño de la herida' en 2003 GTRES/ KORPA

Concha Velasco se puso en la piel de muchas mujeres escritas por Gala en obras como Carmen, Carmen, Las manzanas del viernes o Inés desabrochada. En una entrevista al diario Córdoba —la Córdoba de Antonio Gala, siempre en su corazón y en su cabeza— describía su ambivalencia, hace más de diez años, de la siguiente manera: "Los genios, y Antonio Gala lo es, al tener curiosidad por la vida y escribir sobre la vida, son muy tímidos y muy frágiles. Entonces, se disfrazan con una coraza de distancia, pero, cuando traspasas eso, (cuesta, cuesta, hay que quererle mucho), entonces es el amigo leal y fiel para siempre, para siempre".

Vivir alrededor de Antonio Gala

Su profunda soledad es la gran contradicción de su vida porque los conocidos de Gala se congregaban a su alrededor, atraídos como un imán por el constante estímulo de su genio. Conocerlo siempre fue un reto: este experto en esta "soledad acompañada", que es como él la llamaba, solo se entregaba por completo a su pluma y su cuaderno. Con el mundo se obligaba a guardar una distancia reflexiva, que sentía como la única manera de aprender a sentirlo, observarlo y describirlo de forma adecuada.

Antonio Gala en 1975

Antonio Gala en 1975 GTRES

Pero Antonio era, en esto coinciden todos, un vitalista, un vividor. En el documental Antonio Gala: figuración con paisajes, todas las voces coinciden en esta afirmación: "A Antonio le ha encantado siempre vivir", dicen. "Vivir para él era lo único importante". Salir, estar, viajar con él era una experiencia incomparable: era "la persona más amena del mundo", según Concha, tan experto en disfrutar la levedad como en la forja de recuerdos.

Antonio Gala

Antonio Gala en los Premios Mayte de Teatro, en 2009 GTRES

"Una persona que a mi edad no está llena de cicatrices no tendría recuerdos, no tendría ni buenos ni malos recuerdos", nos contaba Gala, que opinaba, sobre todo, incluso sobre las palabras que escribiríamos para él después de su marcha. "Los premios a una vida son de agradecer, a veces se descuidan y te los dan cuando ya estás muerto", decía. Despreciaba también el ejercicio de la autobiografía: "Si la escribiese ahora se llamaría No os molestéis, conozco la salida".

La Fundación, única hija de Antonio Gala

Antonio Gala conoció sinsabores y esfuerzos. Había acabado tres carreras cuando cumplió los veinte años, entró en el convento y lo dejó porque no sabía estarse callado. Cuidó a su padre durante el Alzheimer, y maduró muy temprano. "Fue muy doloroso porque no me reconoció. Me habló durante cuatro meses a mí solo de mí", recordaba el escritor, siempre recordado con su bastón, seña de identidad del autor. Tan fiel era a su vara que decía ser un trípode con pluma, como aseguraba Millán Salcedo, uno de sus amigos.

Antonio Gala en su Fundación para Jóvenes Creadores

Antonio Gala en la apertura del curso de 2010 de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores EFE/ Salas

Querido por aquellos que le rodeaban, no se casó ni tuvo hijos. "Mi único hijo verdadero, mi único hijo querido, lo más consecuente conmigo mismo, es la Fundación", decía en el documental Figuración con paisaje. "Tardé mucho en hacerlo hasta que yo pude, hasta que estuve suficientemente herido y suficientemente sano para dar, no para recibir". Ubicada en Córdoba, su hogar, inauguró la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores en 2002, un legado que el artista deja orgulloso a su muerte.