La Siberia Extremeña, un abrazo natural
- Una comarca de Badajoz que preserva la esencia de sus pueblos y los usos tradicionales del entorno
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El nordeste de la provincia de Badajoz es tierra de gran diversidad; se alternan sierras, roquedos, valles, llanuras, ríos y embalses. El exótico topónimo se debe, según el escritor Gabi Martínez, al paralelismo que trazó un embajador español en Rusia tras visitar la comarca. Lo que ocurrió después lo recoge en el libro Un cambio de verdad: "al ver que el nombre se asentaba, el gobernador civil prohibió mencionarlo en público. Pero esta gente tiene carácter".
Puedes escuchar este viaje de Nómadas en el podcast del programa.
Reserva de la Biosfera de La Siberia
Sus cinco pantanos, construidos a mediados del siglo XX sobre los ríos Guadiana y Zújar, modificaron drásticamente el paisaje de La Siberia. Otro de sus entornos imprescindibles son las dehesas, bosques aclarados de encina y alcornoque con amplias zonas de pasto que aprovechan tanto los animales domésticos como la fauna salvaje. Abundan los jabalíes, ciervos, zorros y pequeños herbívoros, de los que se alimentan las rapaces que señorean los cielos.
La rica y cambiante banda sonora de las aves es casi lo único que quiebra el silencio. Cinco ecosistemas definen el medio natural que comparten los 17 municipios siberianos, 11 de ellos integrados en la Reserva de la Biosfera declarada por la Unesco en 2019. Aunque proliferan los pinos y eucaliptos de repoblación, todavía se conserva una buena cubierta de bosque y matorral autóctono; no faltan los quejigos, madroños y lentiscos.
Helechosa de los Montes, entre el agua y la montaña
Moverse por La Siberia podría ser más rápido –las inversiones en infraestructuras son reivindicación permanente–, pero su red viaria nos permite alcanzar todos sus rincones. Sin prisas, porque la línea recta no abunda, sobre todo en el norte montañoso y en torno a los pantanos. Las aguas del Guadiana se embalsan, en primer lugar, en el de Cíjara.
Helechosa de los Montes se asienta en su margen izquierda. Aquí nos encontramos con Juan Antonio Bermejo, uno de sus vecinos más queridos, alcalde durante varias legislaturas, candidato al Senado e impulsor de iniciativas de cohesión entre los pueblos de la comarca. A sus más de ochenta años sigue investigando la historia del suyo, que se engalana cada mes de junio, en la octava del Corpus Christi, para celebrar la victoria del bien en la fiesta de los diablucos. El germen de Helechosa está en lo alto, en una estrecha y empedrada Plaza de España que aún conserva su rollo de justicia junto a un coqueto ayuntamiento pintado en blanco y amarillo. A pocos metros, la parroquia de Nuestra Señora de Altagracia, del siglo XVI.
Villarta de los Montes, historia entre ovejas
Rumbo al sur por una recién estrenada y sinuosa carretera, en cuarenta minutos alcanzamos Villarta de los Montes. Poco antes de llegar, al cruzar el río, observamos a mano izquierda el precioso Puente de la Mesta, vestigio medieval en plena cañada real Segoviana. Otra visita imprescindible es la blanca ermita de Nuestra Señora de la Antigua, rodeada de arcos y con una venerada talla románica en su interior.
La iglesia del pueblo está dedicada a Santa María Magdalena, "una capillita de monjas", como una vez la describió el obispo por su sobrio y acogedor interior. Nos cuenta la anécdota Carmen Sánchez, la cartera de Correos de Villarta, que comparte la ilusión de sus vecinos por reconstruir el retablo de este templo arrasado en la Guerra Civil. Una pequeña cuesta abajo nos lleva hasta el Chorro Viejo, original pilón circular que todavía conserva en su perímetro el desgaste ocasionado por los cántaros. Hasta hace no demasiado –Carmen lo recuerda– era la única fuente del pueblo.
Herrera del Duque, aires señoriales
Nuestra ruta deja atrás la dulce Fuenlabrada de los Montes, gran productora de miel, y nos encamina hacia la capital comarcal, Herrera del Duque.
En un desierto demográfico como La Siberia, sus tres mil quinientos habitantes la elevan casi a categoría de ciudad. Tiene un centro histórico encalado resplandeciente, sobre todo en la amplia y soportalada Plaza de España, decorada con palmeras, bancos y chorros juguetones a ras de suelo. Otra fuente de más empaque, esculpida en jaspe negro en el siglo XVIII, nos marca el camino hacia la parroquia de San Juan Bautista. Es un templo de piedra y ladrillo que nos traslada al siglo XV, época de esplendor bajo el señorío de Sotomayor, artífice también del gran castillo que domina los contornos sobre una primitiva fortaleza almohade.
Desde esa atalaya, la técnica de turismo del Centro de Desarrollo Rural La Siberia, Paula Vera, recuerda a la pequeña Inés de Herrera, hija de judíos conversos "que murió en la hoguera junto a sus familiares". Es una triste historia clavada en la memoria de los herrereños, que cada comienzo de agosto ponen en pie "una emocionante obra teatral en la que participan cien vecinos, que trabajan en decoración, vestuario y como actores y actrices".
Una playa en Peloche
Cuando el calor aprieta, lo más aconsejable es conducir los ocho kilómetros que separan Herrera del Duque de Peloche. Esta pedanía es conocida por los danzantes de su festividad de San Antón, pero ante todo por su playa, una de las tres que ondean bandera azul en La Siberia. Nos la muestran Ignacio Laureano, trabajador municipal que se encarga de cobrar el aparcamiento, y Lole Serrano, orgullosa primera mujer danzante de Peloche.
Los dos nos animan a disfrutar de las limpias aguas del pantano García de Sola y a probar la gastronomía local en el cercano restaurante La Barca del Tío Vito. Este negocio con vistas al risco de Valdecaballeros, regentado por la hermana de Lole, elabora el típico escarapuche, una sorprendente ensalada a base de tomate, cebolla y carne de cerdo en vinagre.
Garbayuela y Tamurejo
Más al sur, al otro lado de la sierra de los Villares, nos espera Garbayuela. La localidad, como reconoce el biólogo y vecino a tiempo parcial Andrés Rodríguez, es "de apariencia oscura, no parece un pueblo de Extremadura". Aquí el blanco no es omnipresente, en su lugar se utiliza "mucha piedra y mucho ladrillo, que también se cocía aquí". Ambos materiales forman parte de la iglesia de San Pedro, junto a la siempre animada Plaza de la Constitución.
Muy cerca de Garbayuela se encuentra Tamurejo, pueblecito encalado de doscientas almas y aspecto impecable. Lo dice Álvaro Sánchez, de la empresa de ecoturismo En Ruta Siberia: "la estructura del pueblo es humilde, pero lo que hay se mantiene, se cuida, se embellece, con el añadido de que su gente es muy acogedora". De hecho fue la alcaldesa, Rosa María Araújo, quien puso en marcha junto a Gabi Martínez el festival Siberiana. Este encuentro de liternatura (literatura de naturaleza) en el corazón de la Reserva de la Biosfera de La Siberia transforma la plaza de Tamurejo en foro y mercado de libros, donde escritores, poetas, periodistas y músicos comparten emociones con un público siempre entregado.
Puebla de Alcocer, la guardiana del sur
Este viaje termina cerca de la frontera con la comarca de La Serena; es precisamente el embalse que lleva su nombre –el más grande de España y el tercero mayor de Europa– el límite líquido con el sur de La Siberia.
La mejor perspectiva para entender sus dimensiones se obtiene desde el cerro sobre el que se levanta el castillo de Puebla de Alcocer, el núcleo de población más antiguo de esta zona. El centro, articulado en torno a su Plaza de España, reúne una gran casa consistorial blanca y amarilla, la iglesia de Santiago Apóstol –construida sobre una mezquita anterior– y la casa palacio de los duques de Osuna.
Junto a ella, la casa de la cultura, que incluye las dependencias del pequeño pero impactante Museo del Gigante Extremeño. En él conocemos la historia de Agustín Luengo Capilla, un pueblacorecense del siglo XIX que llegó a medir 2,35 metros de altura (el segundo español más alto jamás registrado). En sus tres salas se cuentan los pormenores de su vida, con abundante material de prensa, una reproducción a tamaño real, la copia de su molde mortuorio y objetos personales como un zapato, un calcetín y el enorme bastón que usaba para desplazarse.
Viaje galáctico siberiano
La comarca no termina aquí. Otras poblaciones como Siruela, Casas de Don Pedro, Castilblanco, Garlitos, Risco o Sancti-Spíritus pertenecen también a esta constelación siberiana. Pero las estrellas de verdad brillan cada noche en los limpísimos cielos de la Reserva de la Biosfera, que cuenta con miradores celestes en Tamurejo, Helechosa de los Montes y Garbayuela. Esos puntos de observación, estratégicamente ubicados, cuentan con plataformas donde se ilumina un planisferio celeste que permite interpretar el cielo de la noche.
Nuestro recorrido
1. Herrera del Duque
2. Peloche
3. Villarta de los Montes
4. Helechosa de los Montes
5. Tamurejo
6. Garbayuela
7. Puebla de Alcocer
Ver mapa de La Siberia más grande.
Voces del programa de radio
Fila superior: Rosa María Araújo (presidenta del CEDER La Siberia), Gabi Martínez (escritor), Carlos de Hita (sonidista de la naturaleza), Jorge Riechmann (filósofo y poeta).
Fila intermedia: Paula Vera (técnica de turismo), Lole Serrano (vecina de Peloche), Ignacio Laureano (controlador de la playa de Peloche), Carmen Sánchez (cartera de Villarta de los Montes).
Fila inferior: Juan Antonio Bermejo (exalcalde de Helechosa de los Montes), Álvaro Sánchez (En Ruta Siberia), Andrés Rodríguez (biólogo y vecino de Garbayuela), Montse Pastor (presidenta de la asociación Tamur).