Sorolla por el mundo, los viajes con los que exportó las luces de la España de entresiglos
- Joaquín Sorolla se convirtió en el pintor español con mayor éxito internacional de finales del siglo XIX y principios del XX
- Escucha el documental sonoro Sorolla. La luz en el tiempo en RTVE Audio
Iniciamos un recorrido por los viajes que consagraron a Joaquín Sorolla como un pintor internacional. Desde su Valencia natal y su casa de Madrid, pasando por su formación en Roma, y las exposiciones que mostraron su obra al mundo. Puedes consultar toda la ruta en nuestro mapa virtual.
Valencia es la casa, el retiro, el sitio de confianza tanto de Sorolla como de su familia. Desde que nace y hasta su muerte, la vida del pintor y la de todos los que le rodean está íntimamente relacionada con esta ciudad bañada por el Mediterráneo. El último deseo del maestro, el de ser enterrado en la ciudad que le vió nacer, es la búsqueda de una paz que desde sus primeras pinceladas consiguió en las playas de este enclave del Este español.
Madrid representa la oportunidad. Los primeros rayos de belleza que cautivan a un joven Sorolla en sus primeras visitas, en sus paseos sin rumbo por el Museo del Prado, absorto en los cuadros de sus maestros a través de los siglos: Goya, Ribera y Velázquez. La oportunidad de asentarse cuando sus manos le permitieron las suficientes ganancias como para instalarse en la ciudad de forma cómoda. La oportunidad de encontrar compradores, mecenas, contratos, estilos, amigos, mentores… La oportunidad de que Joaquín comience a ser Sorolla.
Roma es un segundo destino, un segundo amor, un segundo ímpetu, una enseñanza constante: cinco años de maestros comprimidos en las calles de una ciudad que durante siglos ha reunido y atraído a los mejores artistas del viejo continente. Roma es un salto de fe, un intento decidido de crecer.
El éxito internacional
París encumbra a Sorolla. La ciudad de la luz, anfitriona de Joaquín durante años antes de ser reconocido a nivel internacional, le acogió y nutrió, y le mostró caminos que seguir para convertirse en quien él quería ser. Los boulevares parisinos vieron retornar las maletas del pintor en numerosas ocasiones: exposiciones, muestras, visitas a amigos, viajes familiares… Y en todas ellas el Sorolla que se iba era más grande que el que había llegado. Y por fin, en 1900, un Grand Prix, le daría a Sorolla fama mundial en la ciudad que tanto le vió luchar. Sin embargo, 1906 supera todo lo que Sorolla hubiese podido soñar: el éxito de su exposición individual le convierte en el artista más demandado en el mundo.
Venecia está inundada por las mismas aguas que bañan las costas de la infancia de Sorolla. Allí, la labor que tantas veces Joaquín vió a las mujeres del mar llevar a cabo, el trenzado de las redes, le da al pintor otro tipo de captura: su primer gran cuadro vendido. Y con él, comenzaron a sonar los ecos que precedieron a su nombre en la escena artística internacional.
Xàbia es un refugio de la tormenta que ruge en el mar que es la vida diaria del autor en el resto del mundo. Un pedazo rocoso que se alza imponente pero magnánimo sobre las aguas de Mediterráneo. Un reducto de paz donde el pincel se posa sobre los lienzos para plasmar colores que raramente aparecen sobre los lienzos que pinta en otros lugares.
Biarritz y el País Vasco son reflejo de la burguesía donde el éxito ha situado a la familia. Un lugar de veraneo distinto a todo lo que han conocido hasta el momento. Los ruidos, barcas, pescadores y sus hijos de Valencia son sustituidos en el norte por las clases altas que pasan las horas en balnearios, se acercan a la playa con sus mejores galas y recurren al mar para mejorar su salud.
Berlín es tan solo una parada en el camino de Sorolla. Sus exposiciones individuales en Colonia, Düsseldorf y en la capital alemana no terminan de funcionar bien. En algunas Exposiciones Internacionales recibe un moderado éxito, como en Múnich. Pero Alemania es solo la antesala de lo que otros lugares como Londres o Nueva York le darán al pintor.
Londres no importa por qué ocurre, sino por quién ocurre. La ciudad no le reporta un éxito inmediato a Sorolla, que ve como sus muestras no alcanzan el éxito que le hubiera gustado conseguir. Sin embargo, el encuentro con Archer Huntington, fundador de la Hispanic Society de Nueva York, acabará procurándole al pintor un éxito y renombre años más tarde difícilmente conseguido por otros autores de su época.
La Granja De San Ildefonso, además del lugar de veraneo de la Familia Real en la época, es el lugar donde Sorolla se consagró como el retratista más solicitado del momento: su retrato del Rey Alfonso XIII es sinónimo de la fama y confianza de la que Sorolla era digno por parte de la Familia Real y las clases altas, tanto españolas como europeas y americanas.
La consolidación: Sorolla en Nueva York
Nueva York es el inicio de la posteridad para Sorolla: el encargo de la Hispanic Society de Nueva York, por parte de Archer Huntington, será el conjunto de cuadros que marque la obra, estilo y nombre de Joaquín Sorolla en la historia. Los enormes murales que cuelgan de las paredes del edificio situado en el 613 de la West 155th Street de Nueva York marcan un hito en la historia del arte y en la historia española.
Ávila es el inicio de la andadura en el encargo de la Hispanic Society y el comienzo de una serie de viajes que llevarían a Sorolla por toda España, pasando por Sevilla, Aragón, Cataluña, Valencia y Extremadura, entre otros lugares.
Andalucía, y en especial Granada, marcan la etapa final de Sorolla. La belleza del Generalife y la Alhambra quedan plasmadas en los lienzos del pintor, así como los patios plagados de fuentes y vegetación tanto de Granada como de Sevilla. Sorolla queda tan prendado de la belleza de estos sitios que reproducirá estos patios cuando construya su casa en Madrid. Hasta sus últimos momentos como pintor, reproducirá esta belleza en sus cuadros.