Tres maneras de andar, ver y escuchar la sierra de Guadarrama
- Nos acercamos a este paraje con el recuerdo de Perico Delgado de la penúltima etapa de La Vuelta del año 1985
- Escuchamos las grabaciones de la naturaleza de Carlos de Hita y la poesía y las reflexiones de Jorge Riechmann
11 de mayo de 1985. Alcalá de Henares, en Madrid, acogía la salida de la penúltima etapa de La Vuelta. Terminaba en Palazuelos de Eresma, Segovia. El ciclista segoviano Perico Delgado dio un giro total a la clasificación. La carrera atravesó cuatro grandes puertos de la sierra de Guadarrama, La Morcuera, Cotos, Navacerrada y Los Leones.
“Unas montañas cuya materia de granito y gneis tiene muchas decenas de millones de años de antigüedad”, explica el ensayista que escribe poesía Jorge Riechmann, que también actúa en cuestiones de ecologismo social y es profesor de Ética y Filosofía Política, en Como andar en bicicleta sobre esta sierra situada entre la provincia de Segovia y la Comunidad de Madrid.
Nubes una semanay ahora de repentesol tan intenso
Importa el musgo, importa tacto y vista, no importo yo
Escribe esta poesía en el libro En el fondo del valle ha muerto Jorge Riechamann (Baile del Sol). Cuenta que a través de estas palabras puede establecer “nexos con esas otras temporalidades de los seres que viven mucho más rápidamente que nosotros, también de esos grandes seres que viven de manera mucho más lenta y puede situarnos de otra forma también a nosotros”.
Riechmann propone que pensemos el mundo desde la Gran Historia, el término que acuñó el historiador David Christian, que nos coloca a los seres humanos “no sólo en la historia de nuestro pueblo, en la historia del estado al que pertenecemos, sino que nos sitúa en la historia del cosmos, es decir, empezar a trazar esa ubicación y ese decurso en el Big Bang y luego ir avanzando hacia hacia nosotros”.
Él vive desde 2018 en Cercedilla, en la ladera sur de la sierra de Guadarrama. Esta manera le permite “asomarse a las montañas” de manera más fácil que si estuviera en otros lugares como “en un entorno urbano, pues perdemos fácilmente la noción de las conexiones reales que tenemos con el mundo en el que estamos” y “la posibilidad de relacionarnos de otra manera con el tiempo, con el espacio, con la intemperie… por ahí volveríamos rápidamente a esa cuestión de hacernos cargo de nuestra finitud, en el monte tenemos esa posibilidad de otros vínculos”.
La niebla se elevadesde el hueco de Siete Picos y cubrela montaña. El recuerdono muere tan fácilmente
variación sobre un tema de Akahito.
“El siete aquí en Guadarrama es un número que denota más bien una gran cantidad de algo, más que un número concreto”, ha destacado Carlos de Hita, autor de libros como Viaje visual y sonoro por los bosques de España y que vive en Valsaín, también en esta sierra pero en la ladera norte. Está especializado en la grabación del sonido naturaleza y el paisaje sonoro.
“Los cuente como los cuente, Siete Picos son seis, porque si te pones a buscar siete, te salen 40. Desde la parte madrileña, efectivamente, ves que hay un séptimo pico que está colgado, que es el de El Ventoso, que no forma parte de la de la cresta, sino que está un poquito descolgado. La perspectiva te hace pensar que es el séptimo”, aclara De Hita en Como andar en bicicleta. Están situados entre el valle de Navalmedio, el valle de Valsaín, el puerto de Navacerrada y el puerto de la Fuenfría.
“Las montañas capturan las nubes y acumulan el agua. Todas las montañas son barreras contra las que chocan las nubes, atraen a las nubes y provocan la lluvia”. Destaca que en el puerto de Navacerrada la preticipitación es “el doble” que en la ciudad de Segovia.
Destacaron en la crónica de TVE sobre la penúltima etapa de La Vuelta de 1985 que la subida a La Morcuera fue “empinada y difícil” debido “a las condiciones climatológicas”, ya que el frío estaba siendo “intenso”y la nieve no iba a tardar “en hacer su aparición”.
Los perfiles de la sierra son en su gran mayoría “suaves”, “redondeados” o “amables”, cuenta Carlos de Hita. Hay cotas muy pronunciadas como el macizo de Peñalara que está a 2428 metros, la más alta, y que “vista desde Segovia es una enorme loma”. Otro ejemplo es el Montón de Trigo, que como su nombre indica tiene forma como de “un montón de grano acumulado”; o la Mujer Muerta, “que no son más que cuatro o cinco lomas que dibujan un perfil muy suave”. La zona más agreste son los Siete Picos que “podría ser una cordillera chiquitina con muchas crestas”.
“Aunque en realidad no sé adónde voy, tampoco sé qué me voy a encontrar, tan perdido como estoy en esta Vuelta de 1985. Me habían fichado para ganarla y aquí ando, navegando entre esta niebla que me ciega y me envuelve, buscando una victoria parcial, pues la general está muy lejos”, explica Pedro Delgado sobre cómo se sentía aquel 11 de mayo en La soledad de Perico (Espasa), el libro más personal del ciclista y que ha coescrito con Ainara Hernando.
“A medida que nos acercamos a Navacerrada, las condiciones meteorológicas se acentúan más”, añade el segoviano. “La niebla se hace más cerrada: a 100 metros ya no se ve. El aguanieve se ha convertido en granizo y en nieve”. En la crónica de TVE contaron que al “numerosísimo público” que había en el puerto parecía “importarle muy poco el frío y el temporal”.
Perico atacó bajando el puerto de Navacerrada: “El peligro Delgado no existe”, dijeron en TVE. La carretera estaba muy peligrosa, pero “el conocimiento de las curvas, sobre todo de las primeras, yo creo que fueron capitales para que esos corredores que venían cerca de mí, al final tuviesen que ceder por el miedo y el vértigo que daba de no saber que te encontrabas delante”, recordaba el ciclista en el 30 aniversario.
“No me siguió nadie. Digo ‘curva a la derecha’. Entonces, yo me iba al costado derecho. Ahora sé que la siguiente curva es a la izquierda, me iba al costado izquierdo”, le contaba el ciclista a Edurne Pasaban en el programa Cumbres.
Pasado el tiempo, pensó en aquella bajada: “¿Un coche?, ¿una piedra que estuviese en la carretera?, yo me podía haber matado”, explicaba Delgado en una entrevista en Esto me suena en la que presentaba La soledad Perico. “Realmente cuando vas en la carrera, no lo piensas o tratas de pensar lo menos” y “estaba más pendiente del oído porque, claro, no era capaz de girar la cabeza hacia atrás porque cualquier despiste podía ser fatal”.
“El paisaje sonoro, la suma de las voces de los animales, de los vientos y de las lluvias, nunca suena igual, tampoco hay dos horas al día que suenen igual, no hay dos situaciones climáticas que suenen igual”, cuenta Carlos de Hita, especialista en la grabación de sonido de la naturaleza y el paisaje sonoro.
En los días de niebla, “cuando todo está quieto”, esta actúa como “una especie de acondicionador acústico", es decir, que los sonidos suenan “más apagados, más sordos, suena como todo más concreto, más discreto”.
“La niebla para quien va de oídas por el mundo intentando acercarse a los animales tiene otra ventaja y es que no te ven, te podrán oír, te podrán percibir de otra manera, pero visualmente tú te puedes mover con más libertad por un espacio donde casi todos estamos medio ciegos”.
“En medio de esta soledad inmensa, tan cegadora como el mar de nubes que me envuelve mientras bajo el puerto de Navacerrada en busca de Pepe Recio. Sigo trazando curvas y visualizando en mi mente cuál es la siguiente”, leemos en La soledad de Perico.
1La nieve es la escritura del silencio.
2Nieve que no tapa: descubre
pautas, esquemas, estructuras
eso que a veces nos atrevemos a llamaresencias.
3En cada copo, hoy. una muda oración por el mundo que muere
29 de diciembre de 2020
Escribe Jorge Riechmann en su poemario En el fondo del valle ha muerto Jorge Riechmann. El Jorge que da nombre al libro fue un tío suyo montañero que falleció “en una muerte evitable” antes de cumplir los 30 años la madrugada del 2 de enero de 1957 “en el refugio de la Real Sociedad Española de Alpinismo Peñalara (albergue hoy en desuso), al fondo del valle de la Fuenfría”, cuenta en la nota previa. Está situado muy cerca de Cercedilla y del reajo del puerto de Navacerrada. “Alguien que no tenga ninguna noticia de mi tío, el título le llama la atención como si fuera una provocación, una anticipación de mi propia muerte, que tiene algo de eso”, explicaba en Como andar en bicicleta.
Un movimiento extraño:
a este valle a morir. (no en sentido figurado)
y a renacer también
El hecho de venir a vivir a Cercedilla cuenta que lo siente como un retorno al valle de la Fuenfría, a las montañas que rodean al pueblo y a los Siete Picos. Es decir, a un paisaje de su infancia: “ese vínculo familiar con la muerte de mi tío en ese final de año haciendo deporte, viviendo de cerca la experiencia de la montaña, que para él era tan importante y que acabó de forma trágica”.
Pero en este encuentro con la naturaleza, la aproximación que hace no es solo el de su propia “muerte personal, sino también la posibilidad de una muerte civilizatoria, que es el proceso tremendo en el que estamos con sociedades que básicamente son negacionistas”.
1No fallarles
No dejar de atender a sus silencios
A nuestros muertos, no dejarlosen la estacada.
2El latidodel corazón gigante de la montaña dice:
no están solos los muertosno están solos los muertos
y los vivos tampoco
Espacios de la sierra de Guadarrama como el valle de la Fuenfría explica que “son lugares en los cuales uno puede pedir perdón a los pinos, a los robles, a los corzos, a los zorros… por aquello que estamos haciendo, por estas sociedades que se embarcan en la sexta gran megaextinción como sonámbulas”.
La mano se levanta como ofrendaa lo que no fuimostanto que no pudimostodo lo que no logramos
como tallo tronchado
“Un árbol puede estar seco, puede estar muerto, pero no significa que no haya vida en él y alrededor de él. La madera muerta es la base alimenticia y la casa de muchos animales e insectos que habitan ahí dentro, de muchos pájaros y roedores que van a comer allí”, cuenta Carlos de Hita.
“Sobre todo si es un árbol viejo con madera gruesa que fue maduro, atrae a muchísimas aves. Por ejemplo, si paseas por cualquier bosque, aquí en Guadarrama es muy evidente, ves los troncos más gruesos y secos que están todos taladrados por los picapinos, los picosmenores, los pájaros carpinteros o los trepadores azules”.
Jorge Riechamann defiende en este poemario que hay que “aprender a morir”. Por una parte, explica en Como andar en bicicleta que “es un asunto central desde que abrimos los ojos como Homo sapiens, es decir, como un animal que tiene conciencia de sí mismo, que sabe que va a morir, que puede hacerse consciente de su propia finitud. En ese sentido, somos algo diferentes a los otros animales y nos toca hacer, quizá también, algo diferente con nosotros mismos”.
Por otra parte, señala a la “crisis civilizatoria” y “ecológico-social-multidimensional”, que aunque sea “muy importante”, cree que “no somos capaces de hacernos cargo de nuestra propia finitud”, que según él debería ser “una tarea humana de siempre para cualquier sociedad”.
Esta manera de enfrentarnos “se nos ha complicado mucho” porque “hemos emprendido esta especie de huida hacia adelante tecnológica y económica impulsados por esas fuerzas casi automatizadas de la acumulación de capital y de un desarrollo que parece que va por su cuenta de la tecnociencia. Y en la raíz de eso, está esa dificultad de la cultura dominante para hacernos cargo de nuestra mortalidad, de nuestra propia finitud”.
Este aprendizaje ante la muerte señala que no tiene que ser “morir físicamente” ni ser “aniquilados por una catástrofe”. Cree que si “pudiéramos asimilar nuestra finitud, se abrirían opciones para hacer frente a la crisis ecológico-social que hoy no parecen estar a nuestro alcance”.
La mano se levanta como ofrendaa lo que no fuimostanto que no pudimostodo lo que no logramos
como tallo tronchado
“No se ve nada y tengo la sensación de no escuchar nada, salvo mi respiración y el ruido de la bicicleta bajando a tumba abierta [...]. Busco constantemente las líneas continuas y discontinuas de la carretera, que son mi guía. Súbitamente, la niebla desaparece. Y el paisaje se llena de formas definidas y colores. Árboles, carreteras, coches, motos y… un ciclista que estoy a punto de chocar con él. Es Pepe Recio”, cuenta Delgado en La soledad de Perico sobre el final de la bajada del puerto de Navacerrada.
El ciclista catalán se puso a la rueda del segoviano: “Le intenté descolgar varias veces, pero bueno, fue imposible. Una vez que ya coroné el puerto [de Los Leones] dije ‘con Pepe Recio no hay nada que hacer’ y pensé ‘más vale un segundo malo, que siempre es un orgullo por lo menos llegar a mi tierra ha escapado”, recordaba Delgado en el 30 aniversario.
Llegaron a un acuerdo entre los dos: “¿Y si nos ponemos relevos? Atrás se vigilan, no tira Robert Millar. Era la noticia que me daban José Luis Pascuas y Jordi Cabestany” y con esta información pensó “vamos a cerrar los ojos y a morir pedaleando”.
Finalmente, Recio ganó la etapa y Delgado quedó segundo. Entraron en la meta en “auténtico olor de multitudes, las gargantas de los segovianos enroquecieron aclamando a su ídolo: ‘Perico, Perico, Perico era un grito unánime de entusiasmo’. Habían separado la barrera de los 6 minutos y 13 segundos que les separaban de Millar”, contaban en la crónica de TVE. Un tiempo que en Esto me suena lo recordó como “inmenso” y “eterno”.
El crotorar de las cigüeñas es uno de los sonidos que te pueden acompañar, cuando vas con la bici por la sierra de Guadarrama. Esta es su manera suladarse en el nido mientras entrechocan los picos, cuenta Carlos de Hita. “Tienen un pico muy grande, que es un caja resonancia” que “oído desde fuera es como un aplauso”.
A la hora de grabar sonidos para sus libros o proyectos audiovisuales, transita por estos bosques con una bici eléctrica. Esto le permite “llegar como una sombra, no se sabe que has llegado y te marchas sin dejar rastro. Yo que ando buscando esos silencios y no disturbar a esos animales a los que pretendo grabar después, creo que me aprovechó bastante de esa condición furtiva del ciclismo”.
Por estas sendascien veces recorridasiempre algo nuevo
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Todas las poesías de este reportaje pertenecen al libro En el fondo del valle ha muerto Jorge Riechmann, de Jorge Riechmann.
Puedes ampliar otros aspectos sobre la etapa del 11 de mayo de 1985 de La Vuelta en los vídeos y las noticias que puedes encontrar en esta noticia.
La conversación con Carlos de Hita se grabó en un paraje cercano a Valsaín y la de Jorge Riechmann, en Cercedilla.