13 curiosidades sobre Velázquez, de Sevilla a Italia
- El historiador del arte Federico García Serrano explica diferentes aspectos de la vida y la obra del pintor sevillano
- Cuenta cómo fueron sus inicios o la importancia que tuvo el apoyo del rey en el desarrollo de su carrera
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, es decir, Diego Velázquez, que pintó obras maestras como "Las Meninas", hace ya varias décadas que saltó de los libros de texto y las paredes del Museo del Prado para ocupar calles, pantallas, medios, publicidad, redes sociales, museos virtuales y series de televisión, como destaca Federico García Serrano, autor del libro Velázquez en 30 claves (Larousse), en La radio tiene ojos.
Aunque su nombre y sus obras sean muy populares, se pregunta el historiador del arte si lo conocemos de verdad. “Realmente del personaje auténtico en sus significados primarios se sabe muy poco”. En esta publicación se ha propuesto tender un puente entre “el Velázquez que pintaba a Felipe IV, que era un chico sevillano que llegó a Madrid con ganas de entrar en la gloria y de ser alguien en el mundo del arte” y el de hoy, “que sigue siendo un icono del mundo contemporáneo”. Pone como ejemplos las reinterpretaciones de Picasso o del Equipo Crónica, pero también del cómic o de productos como las meninas que ocupan las calles de Madrid.
1. Sevilla, una ciudad esplendorosa
“La infancia es la patria del alma” y “las señas de identidad de cualquier persona están en la infancia”, señala García Serrano, también Velázquez y en su Sevilla. Esta era “una ciudad esplendorosa, abierta al mercado, el puerto de destino y embarque hacia Las Indias”. Aunque la Corte estuviera en Madrid, “lo que movía los hilos de la economía tenía como epicentro Sevilla”.
2. Pacheco, el mentor
Velázquez se forma al servicio de Francisco Pacheco, “un pintor muy bien considerado en la Sevilla de la época y veedor de pinturas sagradas para la Inquisición”. “Era un hombre mucho más culto de lo habitual. Su casa estaba llena de libros, no solo de teología, sino también de arte”.
En una época en la que el oficio de pintor era considerado como un artesano más, él “había estudiado a los grandes maestros” y “se había entrevistado con El Greco”. En cuanto a la técnica, señala que era “bastante acartonado, mediocre”. “No hubiera pasado a la historia, sino por ser el suegro de Velázquez".
3. ¿Posibles influencias de Caravaggio?
En aquel taller de Pacheco, Velázquez aprendió “a hacer las mezclas, a ayudar, a dibujar, a encajar la figura”. “Lo sorprendente y el misterio número uno es que sus primeros cuadros se parecen asombrosamente a los de Caravaggio. No tienen nada que ver con los de Pacheco.
“Velázquez capta el naturalismo, el estudio de las sombras, de los claroscuros, tal como llevaba haciendo Caravaggio en Italia. Nunca se conocieron. ¿De qué manera se pudo producir esa especie de influjo o esa casualidad de que por dos caminos alguien que se dedica a la observación y al estudio de la luz puede llevar a resultados parecidos, pues no lo sabemos”.
Una de las hipótesis que ha señalado es que en Sevilla “circulaba mucho arte porque había mucho comercio de arte, que luego iba hacia Europa”. Entonces, puede que llegara hasta allí “alguna copia de algún cuadro de Caravaggio”.
4. Inicios en Madrid: Góngora
“La idea de venir a Madrid, creo que estaba en Velázquez desde tiempo atrás”, destaca García Serrano. Ya lo había intentado Pacheco, ya que “progresar en la pintura en Sevilla era muy difícil porque el único cliente era la iglesia”.
Velázquez tenía “otras ambiciones”, por ejemplo “en sus cuadros religiosos de la época sevillana”, donde la religión es “un pretexto para hacer otras cosas y que nada pinta con más deleite que una vieja friendo huevos a un aguador”.
Hace su primer intento de venir a Madrid, “seguramente motivado por su suegro”, con “veintipocos años” y “le sale mal”. Pacheco “le facilita unos contactos de sevillanos que están en la capital y él está durante tres o cuatro meses. Consigue hacer un retrato a Góngora hasta que tira la toalla, ya que nadie le hace caso”. No consigue saltar la frontera hacia la Corte y “un poco decepcionado se vuelve a Sevilla”.
5. El retrato de Felipe IV
La segunda vez que Velázquez visita a Madrid es por un llamamiento de Conde Duque de Olivares que “seguramente motivado por los deseos del propio rey Felipe IV, que es muy joven y presumido, y los retratos que le hacen los viejos pintores no le gustan para nada”.
“Este primer retrato gusta tanto al rey. Se ve por primera vez reflejado con naturalidad en la mirada de Velázquez. En ese momento dice ‘no quiero que nadie más me pinte más que Velázquez’. Promesa que, por cierto, duró muy poco, simplemente hasta que llegó Rubens a Madrid”.
6. Las figuras como las ve
“Es un maestro en retratar la expresión. Buscar reflejar las figuras como las ve. Tiene mucha capacidad técnica para pintar la luz, para pintar el color de la carne con una tonalidad que no conseguían los pintores viejos”.
Cuando va a Italia y hace el retrato del papa Inocencio X, “la gente queda asombrada porque les parece estar viendo al propio papa” por “el grado de naturalidad, de verismo y de credibilidad que tienen las imágenes”.
7. Hostilidades y envidias
El pintor tuvo que soportar con “paciencia” y “de una manera estoica todos los ataques, las envidias de la Corte” debido a su cercanía con el monarca, que “le protege viendo el grado de hostilidad que Velázquez suscita entre sus compañeros, los otros pintores del rey”. Estos pueden hacer “los cuadros religiosos, los de batallas”, pero “el retrato nadie lo hace como Velázquez”. De manera descalificativa, llegan a llamarle “pintor de cabezas”.
8. Rubens, el camino hacia Italia
La revelación para Rubens de un joven Velázquez de su pintura y de su manera de hacerla fue para él “un descubrimiento”. Incluso, llegó a pedir que el taller para pintar en Madrid tenía que estar en el mismo que en el del sevillano porque quería “estar al lado de él”. Tiene “una relación amistosa, cordial y artística”.
El pintor de Siegen es el que “mete en la cabeza de Velázquez la idea de que tiene que salir de la Corte, que no puede estar un pintor tan joven con esas cualidades toda la vida haciendo retratos de un rey. Para progresar, aprender y abrir mundo tiene que salir de allí e ir a Italia, que es la cuna del arte”.
9. Lo que aprende en Italia
Aunque Rubens le contara qué había en Italia, lo tenía todo por ver, como por ejemplo los cuadros de Tintoretto o de Veronese. Allí aprendió y estudió. Descubrió qué era que la pintura estuviera al servicio de la República, es decir, “allí no hay una monarquía” y “capta que el arte tiene otro sentido” de esta. “Le fascina ver cuadros de Tintoretto cubriendo esos grandes espacios donde se reúne el pueblo para debatir”.
“Descubre la mitología, que es un pozo sin fondo de historias para los artistas. Los cuadros de mitología son las películas de la gente del Renacimiento y es donde los artistas se vuelcan porque es ahí donde pueden crear, imaginar y representar. Hay narración”.
10. Bufones o enanos
Velázquez tiene “una conexión especial” con “el mundo de los bufones y los enanos”, que son “servidores” y están “bien considerados”. “Eran apreciados porque tenían ingenio, divertían, hacían canciones y conecta bien con ellos. Quizás porque no se siente tan cortesano como los demás, no sé siente como un pintor que busca hacer méritos como hacen los demás”. Algunas de sus obras más destacadas en este sentido son los retratos de don Sebastián de Morra, Francisco Lezcano o don Antonio el Inglés, entre otros.
11. Con Juan Pareja en Italia
Anualmente se convocaba en el Panteón de Agripa, en Roma, un encuentro entre los pintores romanos. En su segundo viaje a Italia, Velázquez se quiere “presentar ante la sociedad romana” y ser conocido entre los pintores de allí. “Entonces, pinta lo que tiene más a mano, lo que era para él más querido, la persona que le acompaña a todas partes, que es su esclavo, Juan Pareja”.
Los esclavos de aquella época eran ayudantes que estaban a su servicio, recibían un salario y una manutención. Lo trataba con “extraordinario respeto y afecto. Al punto que lo elige para hacer este retrato con el cual se presenta en la sociedad romana y causa impacto entre la gente, pintores y artistas romanos”. Además de “la calidad técnica de la pintura”, destacó por “elegir como tema del cuadro el retrato de un servidor”.
12. Escapar de la corte del rey
Este segundo viaje lo hace con 50 años, “es un hombre maduro”. Acude con “la bolsa del rey llena porque viene a comprar arte para mandarlo a España porque se ha hecho una reforma en el Real Alcázar y hay unas nuevas salas que decorar”. Esto le dió “una posición en Roma que no tuvo en su primer viaje, le da unos contactos, le abre las puertas del Vaticano, tiene la oportunidad de pintar al papa”.
El pintor sevillano sintió “en Roma un reconocimiento que jamás ha tenido en España. Además, convive con artistas romanos, es un volver a la juventud y un recuperar cosas que nunca ha vivido”. Esto le permite “escapar de la corte del rey que continuamente lanza mensajes, quiere traerle y él se resiste como gato panza arriba a volver a España”.
“Tiene la oportunidad de pintar cosas que en España no hubiese podido hacer, como es el caso de “La Venus del espejo”. En España podía haber en un cuarto reservado del rey una pintura mitológica de una mujer desnuda, pero jamás se podría exhibir públicamente. Porque era el rey, pero a los ojos de los inquisidores, eso estaba muy mal visto”.
13. “Las Meninas”, el homenaje a la pintura
“El punto inicial de Velázquez en “Las Meninas” está muy claro: hacer un retrato de la Infanta Margarita. Pero en este caso no quiere hacer un retrato como los demás”, destaca Federico García Serrano. “En mi opinión, va a ser su despedida de la pintura. Entonces, se propone que también sea un homenaje a la pintura”.
“Por eso es que se plantea una representación críptica con un espejo simbólico donde se refleja a los reyes, se incluye el mismo en la pintura y hace esa especie de orquestación de espacios donde pinta el aire, la atmósfera y hace un juego donde puede acreditar toda su maestría, todo lo que ha aprendido a lo largo de los años en un cuadro que no es un simple retrato más. Tiene ambición de narrar y mostrar algo tan importante para él como es que la pintura es un arte equiparable a todas las demás artes”.