Día mundial de la patata frita: ¿cuál es la mejor patata para freír? ¿cuántos tipos hay?
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El próximo 20 de agosto se celebra el Día Mundial de las Patatas Fritas, protagonista de uno de los platos más conocidos de la gastronomía española: la tortilla de patatas. Esta hortaliza es uno de los tubérculos más populares y se encuentra dentro de los alimentos más consumidos en el mundo detrás del arroz, el maíz y el trigo. Como en estos últimos, una de las propiedades que tiene es el contenido de almidón, que nos supone un alto beneficio al aportarnos mucha energía. Sin duda, la patata es uno de los alimentos perfectos para consumir de muchas formas diferentes y combinarlo con cualquier otro ingrediente.
Se conocen hasta 7.000 variedades en todo el mundo, y en España concretamente, podemos llegar a encontrar 150 clases diferentes, que pueden variar según el color, el tamaño o el origen.
Tipos de patata según su procedencia
Si las clasificamos según su procedencia, una de las más habituales que encontramos en los supermercados es la kennebec. Esta variedad se cultiva tanto en Norteamérica como en Europa, aunque en España cuenta con la diferenciación de Indicación Geográfica Protegida en Prades cultivadas en las montañas de la Cordillera Prelitoral Catalana y en A Limia, Ourense.
Otra muy famosa es la monalisa, que además es de las más preciadas por su uso versátil para cualquier tipo de cocción. Se cultiva en el norte de España y al sur de Francia, de ahí que sea muy popular sobre todo en el País Vasco.
No podemos olvidarnos de la agria, aunque no os asustéis porque su nombre no influye en su sabor. Es una de las variedades que más semillas se plantan y se comercializan en Holanda, sin embargo, su cultivo se produce principalmente en España, Italia y Alemania. Es una de las más empleadas para hacer los chips de bolsa.
Tipos de patata según el color
En cuanto a su color, una de las que más sobresale es la patata red pontiac. Esta tiene la piel de roja, aunque su carne es totalmente blanca. Algo que diferencia esta patata a parte de su color, es su textura, puesto que al ser más cremosa no es apta para freír. También tenemos la rudolph, que comparte nombre y color con el reno de Papá Noel y, además, es muy fácil de pelar por su piel fina. O la cherie, que tiene una carne bastante firme, por lo que no se desmorona al cortarla: es ideal para cocerla al vapor.
Una no muy conocida es la patata vitelotte o violeta. Se pueden reconocer a simple vista por su piel morada, casi negra. A diferencia de otras variedades, esta mantiene también el color en su interior, siendo este morado igualmente. Este tono se debe a las antocianinas, un pigmento vegetal procedente de las células.
En el grupo de las normales o marrones, una de las patatas que más triunfan es la frisia, una variedad muy resistente que es perfecta para el frito casero. En el mismo grupo tenemos a Nicola, la patata agria antes mencionada. La amandine o patata princesa es tierna, ligera y sabrosa. Están riquísimas al vapor, hervidas, salteadas, al horno o en ensaladas.
Y sin duda, el color estrella de las patatas es el amarillo. La variedad universa tiene su piel de color amarillo claro y la pulpa muy blanca. Este tipo es una de las que más se comercializan del mundo y se utiliza sobre todo para freír.
Tipos de patata según el corte
Podemos encontrar esta hortaliza en multitud de formas diferentes dependiendo del plato. Y según el tipo de cocción podemos hacerlo de una manera u otra. Cuando queremos hacerlas fritas, lo ideal, y a la vez, lo más común, es cortarlas alargadas de unos 5 centímetros de longitud y alrededor de un centímetro de grosor.
Si por el contrario queremos hacerlas en el horno para acompañar al plato principal o para realizar una tortilla, las patatas panaderas son la mejor opción. Para ello, se cortan rodajas de entre 3 y 5 milímetros de grosor, que al ser así de finitas tardan mucho menos en cocinarse.
Y por último, aunque ahora con este calor no apetece mucho, pero si queremos preparar un buen guiso acompañado de patatas, lo mejor es chascarlas. De tal forma que se introduce el cuchillo en la patata y se arranca el trozo. Este corte da una mayor consistencia al plato porque permite que suelte el almidón en la cocción.