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Hechizados por la niña de '20.000 especies de abejas', ¿qué pasa con Sofía Otero?

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Fotograma de '20.000 especies de abejas'
Sofía Otero y Patricia López Arnaiz en '20.000 especies de abejas'

Las lágrimas de Sofía Otero al recibir el galardón de la Berlinale a la mejor interpretación por su papel protagonista en 20.000 especies de abejas (2023) se colaron de inmediato en historia del cine. Podría pasar lo mismo en los próximos premios Oscar, la película de Estibaliz Urresola ha sido seleccionada como precandidata a los Oscar 2024. Fue uno de los momentos más emotivos del certamen. “Muchas gracias por este premio tan bonito”, pronunciaba ante el micro la joven, que entonces tenía 9 años, mientras agarraba con fuerza el Oso de Plata y la actriz Kristen Stewart la miraba fascinada. El premio reconocía su brillante debut en la gran pantalla, convirtiéndola en la segunda actriz española en hacerse con ese galardón en tres décadas y en la más joven en recibirlo en 73 años.

En el filme, Otero interpreta a una niña en busca de un nombre y de una nueva identidad que empieza a descubrir. Sus padres la llamaron Aitor al nacer y algunos amigos le dicen Cocó, pero ella no se reconoce en ninguno de ellos. Al otro lado del espejo, su pelo largo perfila un pequeño atisbo de cómo quiere ser vista por los demás. Con esa mirada limpia y directa, que tanto recuerda a la de Ana Torrent en El espíritu de la colmena de Víctor Erice, la jovencísima actriz imprime un brillo inteligente y una expresión profunda y sorprendentemente madura con la que atrapa al espectador de inmediato. Aquellos ojos y su forma de traspasar la pantalla fueron los que conquistaron desde el principio, como un flechazo, al equipo de la película. Nacida en Basauri en 2013, Sofía fue una de las primeras candidatas del casting que la directora Estíbaliz Urresola realizó para encontrar a quien terminaría por convertirse en la protagonista absoluta del filme.

Sofía Otero interpreta a una niña que pasa el verano entre colmenas

Vieron a más de 500 niñas para el papel

Su forma de improvisar ante la cámara impresionó a todos. “Comprendía rápido los matices y entendí que tenía un universo emocional muy rico”, explicaba la directora en una entrevista con este medio. Tampoco era la primera vez que Urresola trabajaba con niños ante la cámara, la protagonista de su primer corto, Adri (2013), era una niña de 11 años o las de Las declinaciones (2018), de tan solo nueve. La cineasta, ganadora del Goya el año pasado por su otro corto Cuerdas (2022), sabía muy bien el efecto que buscaba encontrar en una interprete joven, que debía cargar con un enorme peso interpretativo. Otero copa prácticamente cada uno de los planos de la película y es el motor que enciende a todos los demás. La directora también tenía claro que quería una actriz y no un actor, porque Aitor/Cocó/Lucía se siente una niña y quiere ser tratada como una, quiere usar un bikini, quiere hacer pis sentada, quiere entrar en los vestuarios de chicas, quieren que la hablen en femenino.

De las abejas a la colmena

El reflejo que la protagonista busca al otro lado del espejo es también el que deberá mirar el resto de la familia. 20.000 especies de abejas ensamblada con sutileza en el enjambre que configuran su abuela, su madre y sus hermanos y su tía, la historia de Lucía es como una colmena en la que se cuelan todas las demás complejidades de una red familiar. Así, la crisis de identidad de la madre, una artista que parece haber renunciado a sus sueños a la que interpreta Patricia López Arnaiz, también termina de desatarse cuando consigue comprender el transito por el que camina su hijo Aitor hasta convertirse en Lucía.

Ana Torrent en 'El espíritu de la colmena' (1973)

Ana Torrent en 'El espíritu de la colmena' (1973)

El simbolismo del universo de las abejas vuelve a llevarnos a la cinta de Víctor Erice. De la colmena a las abejas. Aunque la de Erice no representaba con ellas la diversidad, en ambos casos sí entraña la complejidad en los enlaces familiares y busca mostrarse la sorpresa que encierra la infancia, el descubrimiento del mundo adulto a temprana edad, de la conciencia de uno mismo. Una distancia de 50 años entre ambos títulos, que se enlazan también a través de la hechizante mirada de sus protagonistas, porque, al igual que ocurrió con la de Ana Torrent, la de Otero se quedará para siempre en la historia de nuestra retina cinematográfica.

'20.000 especies de abejas', de Estíbaliz Urresola Garizafilms