Cuéntame: Tremenda bronca de Inés y Mercedes que acaba con zasca épico de Herminia
Inés Alcántara ha explotado. Puntualicemos: Inés Alcántara ha explotado contra su madre. Ya lo vimos en el capítulo anterior: adelantándose al resultado de una biopsia que le hace temer una recaída de su cáncer de mama, Mercedes decide repartir en vida la herencia del matrimonio. El terremoto que ocasiona la noticia entre los hijos resquebraja los cimientos de la unidad familiar y lleva a Mercedes a plantearse su papel como madre.
En el segundo capítulo, titulado “Inés La duda”, comprobamos que el asunto, que podría resolverse con diálogo y buena voluntad, se prolonga en el tiempo y, meses después, sigue enturbiando las relaciones entre la familia. Especialmente entre Inés y Mercedes.
El problema es de toda la familia
La primogénita de los Alcántara continúa negándose a aceptar la voluntad de sus padres. Con su empecinamiento, impide que sus hermanos puedan disponer de su parte de la herencia y, además, dinamita la relación con su madre. Esto último acaba afectando al resto de la familia porque, como dice Mercedes, “es el problema de todos”.
A pesar de la mediación de Toni, María y Mike, Inés se ha distanciado tanto de su madre que lleva varios meses sin querer saber nada de ella. “El problema no es la herencia. El problema lo tiene conmigo” reconoce muy apenada Mercedes a Antonio. Sabe que, más allá del reparto del patrimonio familiar, Inés tiene una colección de reproches que ha ido alimentando a lo largo de su vida. En este capítulo vemos cómo los lanza contra su madre con la precisión de un francotirador. Y nadie sabe cuánta munición tiene preparada para seguir disparando.
A Inés le gusta hacerse la víctima
Todos en su familia la conocen bien, aunque, desgraciadamente, eso no sirve para mejorar la relación entre ellos. Sus hermanos, en un intento de hacerla recapacitar, le dicen a la cara lo que opinan de ella. María: “Piensas que todo lo que pasa en esta familia es para joderte a ti. Ya vale de hacerse la víctima”. Y Toni: “No te puedes pasar la vida echándole la culpa a papá y mamá. Un poquito de autocrítica”.
También verbalizan lo que piensan de Inés sus padres y abuela. Ojalá aprendiera a escucharlos porque pondría el foco en lo importante de su vida. Una pena, pero Antonio, su propio padre, reconoce que lo tiene hasta la coronilla y no se corta al decirle a Mercedes que se está aprovechando de ella: “Te quiere tener de esclava y ella de jefa”. Herminia cree que Inés hace todo esto porque “siempre le ha gustado muchísimo llamar la atención”.
La peor parte se la lleva su madre, Mercedes, a la que Inés ha puesto en el centro de todos sus resentimientos. Esta no puede menos que reconocer la realidad: “Me cuesta mucho decirlo, pero es una desagradecida”. Y remata: “Parece que está enfadada con el mundo. Bueno, está especialmente enfadada con su madre”.
Oriol dice a su madre que es ya tarde para preocuparse por él
Dejaremos para otro momento la también difícil relación de Inés con su único hijo. Como reflejo de los reproches que Inés lanza a Mercedes, Oriol se los devuelve sin contemplaciones, y así, le suelta a bocajarro que ya es un poco tarde para ejercer de madre. Inés recrimina a Mercedes que hay un muro entre ambas y Oriol se encarga de demostrarle que entre ellos existe otro igualmente sólido que los separa desde hace demasiado tiempo.
Inés lleva varios meses sin querer hablar con su madre. Incapaz de enfrentarse a ella y encarar su propia realidad, encuentra un atajo para reencontrarse con Mercedes: le propone que diseñe el vestuario de la obra de teatro que va a dirigir en el Centro Dramático Nacional. Se trata de La casa de Bernarda Alba. Para Mercedes, que su hija le haya ofrecido este trabajo es un acercamiento. Para Antonio, una indirecta. Y le abre los ojos. Con unas frases de la tragedia de García Lorca leídas al azar, le descubre el siniestro paralelismo entre la relación de Bernarda Alba y sus hijas y la de Mercedes con Inés.
Inés también encuentra semejanza entre Bernarda y Mercedes y entre Adela y ella misma. Y así, en los ensayos de la obra teatral, como si hablara de sí misma, muy enérgica, explica a las actrices que “Adela es impulsiva, rebelde, se niega a aceptar su destino, desafía a la madre, se enfrenta a las hermanas…”. En otro momento, hablando del diseño del vestuario, le espeta a Mercedes: “Bernarda aplasta a las hijas”. Por supuesto, su madre se da por aludida.
Mercedes se queda sin hacer el vestuario de La casa de Bernarda Alba
Mercedes lleva en su ADN anteponer a sus hijos a ella misma. Por eso, aunque no tiene ni ánimo ni tiempo, acepta la oferta y pone todo su entusiasmo en sacar adelante el encargo a pesar de los desaires de su hija al ver sus diseños. Si en algún momento existió alguna posibilidad de enderezar la relación entre ambas, se evapora cuando Inés va a la casa familiar para decirle a Mercedes que no es necesario que haga el vestuario de su obra. No le cuenta la verdad, que ya tiene otro diseñador, y la provoca con muchas ganas de pelea. Hasta que acaba reprochándole que no la dejaron estudiar y, en contra de su vocación, la pusieron a trabajar de peluquera.
La guerra ya ha estallado. Menos mal que allí está Herminia. La abuela reconoce que sus padres deberían haberle dado la oportunidad de estudiar, pero les justifica por la época y por la situación de unos jóvenes Alcántara recién llegados a Madrid: “Vinieron como otra mucha gente, a buscarse un porvenir. Eran unos ignorantes. Bastante hacían con sacaros a todos adelante” dice contundente.
Inés respira aliviada por la inesperada empatía de su abuela. Lo que no espera es el cargamento de zascas que Herminia tiene preparado para ella. Y empieza recordándole que Mercedes tampoco estudió de joven “y ya casada, con cuatro hijos y trabajando, se sacó una carrera. Tú podías haber hecho lo mismo”. Primer golpe bajo. Mercedes intenta frenarla, pero Herminia está lanzada y ya no hay quien la calle: “Esto tiene que oírlo, hija, que ya está bien de que les echen la culpa a sus padres de todo lo malo que le pasa en sus vidas”. El inesperado rapapolvo está hiriendo a Inés, que aguanta como puede: “Eres mi nieta y te quiero con toda mi alma, pero tu madre es mi hija y yo sé muy bien lo que ha hecho por todos nosotros” dice con la voz quebrada.
Herminia le canta las cuarenta a su nieta
Con esa sinceridad innata, Herminia le ha soltado todo lo que Mercedes calla por no empeorar más las cosas con su hija. Mercedes, herida, recibe la puntilla final cuando se acerca buscando el abrazo de su hija y esta le hace una cobra. Inés se marcha airada, rompiendo el corazón de Mercedes y el cristal de una foto de su juventud. Herminia, con cara de Bernarda Alba, concluye solemne: “Alguien tenía que decir las cosas claras en esta casa”. Y no tiene bastón para golpear el suelo, como la protagonista de la tragedia de Lorca, pero no le hace falta porque subraya sus palabras dando golpecitos en la mesa.
Puede que Mike tenga razón cuando dice que Inés solo está buscando su lugar en el mundo. ¿Conseguirá encontrarlo? Si necesita ayuda, aquí estamos. Pero se equivoca descargando su frustración en Mercedes porque, ella, como nosotros, solo desea su felicidad.