¿Por qué existían rutas piratas? Estos son los problemas de orientación en alta mar
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Los satélites han cambiado nuestra vida en muchos aspectos. Qué sería de nosotros hoy en día sin los móviles o los GPS. Pero antiguamente, ¿cómo hacíamos para orientarnos, por ejemplo, en una travesía marítima?
Como explica Eduardo Sáenz de Cabezón en Órbita Laika, programa disponible en RTVE Play, la solución la encontraron estableciendo un sistema de coordenadas similar al famoso juego de los barquitos: la latitud y la longitud. Solo que aquí el tablero de juego era el planeta entero.
La latitud, es decir, la posición norte-sur desde el ecuador, era relativamente fácil de medir. Para ello, los navegantes solo necesitaban saber un poquito de astronomía y ya contaban con instrumentos muy precisos para realizar estos cálculos, como el conocido sextante.
Sin embargo, calcular con precisión la otra coordenada, la longitud, era mucho más complicado y, en eso, las estrellas no ayudaban. Ningún marino conocía la longitud exacta de su posición en alta mar. Lo que hacían era intentar moverse por un paralelo.
Eso era peligroso porque todos los barcos iban por las mismas rutas… incluidos los piratas.
¿Por qué entonces los barcos no intentaban cambiar el rumbo y esquivar a los piratas? Porque si no seguían las rutas establecidas, había mucho riesgo de perderse, con un alto coste de vidas.
El método de los relojes
En consecuencia, el “problema de la longitud” pasó a ser una cuestión de interés global. Y hubo varias propuestas para intentar resolverlo.
“Un relojero inglés, John Harrison, propuso el llamado 'método de los relojes'“
En el siglo XVIII, llegó la solución definitiva llegó cuando un relojero inglés, John Harrison, propuso el llamado “método de los relojes”.
La clave era utilizar dos relojes en el barco. Antes de partir, se necesitaba conocer la longitud del puerto de salida. Y el capitán del barco sincronizaba su reloj con la hora local de dicho puerto.
Cuando, tiempo después, se quería calcular la longitud de un punto en alta mar, solamente había que esperar a que el sol volviera a su punto más alto. Es decir, al mediodía. Entonces, el capitán comparaba esta hora con la de su reloj, que marcaría, por ejemplo, las 4 p.m.
En ese momento, se hacía un cálculo matemático: Si se sabe que la Tierra gira 15 grados cada hora para así completar los 360 en 24 horas, ¿Cuántos grados habrá girado en 4 horas? La respuesta en este caso son 60 grados. Por lo que, sumando esos 60 grados a la longitud del puerto de partida, el capitán ya conocía su longitud en el mar.
Este método fue revolucionario y permitió una navegación mucho más precisa y segura. Resultó que el secreto para conocer la posición espacial estaba en conocer la posición temporal.
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