¿Por qué hay olores que se consideran lujosos o nos traen recuerdos? ¿Por qué hay cosas que no huelen a nada?
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Hay muchos productos que consideramos lujosos porque tienen la capacidad de estimular de una manera muy especial –y agradable– nuestro sentido del olfato, como los perfumes o algunas esencias y condimentos que se utilizan en gastronomía.
Por ejemplo, el café, el clavo y la canela eran considerados antiguamente productos muy lujosos gracias al aroma que desprenden y lo difícil que era conseguirlos, ya fuera por lejanía o escasez. Ahora siguen siendo igual de apreciados, pero por fortuna ya están al alcance de la mayoría.
Como explica el neurocientífico Xurxo Mariño en Órbita Laika -programa disponible en RTVE Play-, nuestro sistema olfativo es un laboratorio de análisis químico de alta precisión, detecta moléculas del aire (volátiles) y analiza cientos de sustancias de forma casi instantánea.
Es un sistema excepcional ya que, junto a los ojos, es de los pocos sitios donde nuestro cerebro sale al exterior en busca de estímulos.
Esas moléculas del aire detectadas por ‘nuestra nariz’ activan el epitelio olfativo y se desencadena una reacción que va directa al bulbo olfatorio.
La información que llega al bulbo olfativo se envía a continuación a otras regiones del encéfalo, lo cual termina por generar la percepción olfativa en nuestra mente.
Entre estas regiones están la amígdala y el hipocampo, que tienen que ver con el procesamiento emocional y la memoria. El sistema olfativo tiene un acceso privilegiado a estas regiones (que no ocurre con el resto de sistemas sensoriales). Esto puede explicar que los olores tengan una gran capacidad para evocar recuerdos.
¿Por qué hay cosas que no huelen a nada, como el agua?
Que una cosa huela o no, no depende de la sustancia en concreto, sino de nuestro sistema nervioso. Somos nosotros, evolutivamente, los que le concedemos olor a las cosas. Hay muchas sustancias volátiles para las que no tenemos receptores en las neuronas olfativas porque no conviene o porque nuestros ancestros no interaccionaban con ellas, de manera que no pueden generar ningún olor.
Los seres humanos no tenemos receptores olfativos para las moléculas de agua y eso tiene mucho sentido porque el agua está en todas partes, continuamente en el aire que respiramos y en el mucus que recubre el epitelio olfativo.
Tampoco tenemos receptores para algunos gases como el gas natural, el metano o el gas butano, algo lógico desde el punto de vista evolutivo ya que nuestros ancestros no interaccionaban muy a menudo con estos gases. En la actualidad, para que podamos detectarlos, se le añade alguna sustancia que les dé olor, como el metanotiol, que huele bastante mal.
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