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Literatura

Un fenómeno literario que trasciende lo milenial: Las bragas al sol, de Regina Rodríguez

  • En Las bragas al sol una joven viaja a Estados Unidos para trabajar como au pair
  • Regina Rodríguez escribe con humor sobre la aventura de salir al mundo por primera vez

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La divertida historia de la au pair que aterriza en una esnob familia de Atlanta

Los long sellers son siempre una anomalía y un misterio. Las bragas al sol (Suma de Letras/La Campana) fue escrito con esfuerzo y dedicación, midiendo cada paso, pero sobre todo como un divertimento y liberación de su autora, Regina Rodriguez, que pasó por las mismas situaciones que su protagonista.

Esta es la historia de Rita Racons, una joven que emprende el viaje de su vida a Estados Unidos. Está en ese punto vital de la juventud en el que surgen inseguridades, y es su querida abuela la que la empuja a salir al mundo, aprender y vivir. Las bragas del título, por cierto, son las de la abuela; una mañana en la que están tendiendo juntas la ropa y la joven duda acerca de su futuro, ella la anima a sacudirse los miedos. «¿Qué vas a hacer si no, quedarte aquí y ver cómo se secan mis bragas al sol?». Así es como Rita decide hacer las maletas.

Sin nada que perder, la estudiante aterriza en Estados Unidos para trabajar como au-pair y aprender inglés. El azar la llevará a la casa de los Bookland, en Atlanta, donde cuidará de los tres hijos de la familia durante un año entero. Insoportablemente intelectuales, esperan que la nueva au-pair esté a la altura de lo que exigen unas pequeñas mentes ávidas de conocimientos.

Regina Rodriguez construye un relato ágil, locuaz y muy divertido, sin moralismos ni lecciones. Cada uno lo hace lo mejor que puede, sobre todo a los veinte años. La autora cuenta que no tuvo filtros y que se sirvió de sus propias aventuras, de lo que a ella le hubiese gustado leer.

«El sol de junio se esconde tras una nube esponjosa y avanzo por la plaza de la universidad dejándome llevar por la euforia propia de la última semana del curso. Gritos y risas y orlas bajo el brazo. Miro al cielo, cierro los ojos y me permito el lujo que todavía no me he ganado: sentir el verano