El pueblo a menos de dos horas de Madrid ideal para una escapada
- Se trata de un pueblo con encanto y mucha historia. Por allí paso Camilo José Cela con una historia de lo más curiosa
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A apenas 1 hora y 30 minutos del centro de Madrid, se encuentra Durón, un pueblo de Guadalajara que tiene apenas 115 habitantes y por el que han pasado desde los romanos, hasta el escritor Camilo José Cela. Es un pueblo con una historia especial que Yonyi, el reportero más viajero de Ahora o Nunca, ha desvelado en el magacín de La 1 de RTVE presentado por Mónica López.
El origen del pueblo no se sabe con exactitud, pero creen que es de origen prerrománico. Si aprecias las fachadas de sus casas podrás ver varios escudos pertenecientes a figuras o familias de renombre, y es que Durón, en la Edad Media, tuvo un asentamiento muy importante y hubo muchos hidalgos.
Los vecinos del pueblo eran conocidos como “los 7 camisas”
A los vecinos del pueblo de Durón les conocían como “los 7 camisas” y es que, según cuenta la leyenda, la famosa Ermita de la Esperanza que se encuentra en el pueblo, estaba a orillas del río Tajo y era el lugar que acogía la festividad del pueblo que se celebraba el 18 de diciembre.
Ni que decir cabe que el frío por aquel entonces era el protagonista, por aquellas fechas casi siempre estaba nevado, así que los vecinos del pueblo salían a festejar con 7 camisas puestas.
La escapada perfecta para los amantes de la naturaleza
El pueblo está rodeado de campos de olivares, por eso es ideal para aquellos que les gusta estar en contacto con la naturaleza. Además, cabe destacar que la explotación de estos es puramente ecológica.
La anécdota curiosa que une Durón con Camilo José Cela
Una de las anécdotas más curiosas de este municipio perteneciente a la Comarca de la Alcarria, es la que une su fuente con Camilo José Cela. Según señala la historia, en una de las plazas del pueblo se haya la fuente de Carlos III, una fuente de estilo barroco que esconde una gran historia.
Por ella pasó Cela allá por los años 40 del siglo pasado, pero no de una forma desapercibida, más bien todo lo contrario. El escritor metió la cabeza entera para lavársela, hasta el cuello, y la vecina que lo vio sacó toallas y comenzó a secarle.