Curiosidades de los legionarios del Imperio Romano: de su férrea preparación a las deserciones masivas de los reclutas
- Convertidos en el ejército más poderoso y disciplinado de la antigüedad, su modo de vida fue una incógnita durante años
- Tras 25 años de servicio, los reclutas extranjeros obtenían la ansiada ciudadanía romana
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Es complicado que el Imperio Romano no se haya colado entre tus conversaciones durante los últimos meses. Viral como ninguno, aquella época se convirtió en furor entre los jóvenes al confesar que muchos de ellos, la mayoría hombres, pensaban en ese momento de nuestra historia al menos una vez al día. Verdad o no, lo cierto es que su mantenimiento durante siglos no se entiende sin un ejército bien equipado, entrenado y alimentado: las legiones romanas.
Las legiones no solo fueron instrumento de conquista, sino también de civilización, promoción social, integración y urbanismo. De hecho, un modo de conseguir la ciudadanía romana era servir durante 25 años en un cuerpo del ejército. Unas tropas que defendieron territorios y que fueron las que levantaron los primeros puentes, vías y ciudades que a día de hoy son las bases de nuestras grandes infraestructuras.
¿Qué sabemos de la vida de los legionarios?
Organizados, abastecidos y equipados, así podría resumirse cómo era el día a día de los legionarios romanos. Cuidados con el más mínimo detalle, los soldados tenían la sensación de formar parte de una máquina bien engrasada y perfectamente entrenada. Además, poseían un fuerte sentimiento de pertenencia al grupo, lo que fomentaba el correcto desempeño de sus labores como parte del ejército.
Su férrea disciplina incrementaba la conciencia de inclusión en un equipo que luchaba por un mismo objetivo: la defensa de sus fronteras y la conquista de nuevos territorios. Su vida profesional no superaba los 25 años, así que la gran mayoría perdían el derecho a casarse y a tener pocos o prácticamente ningún entretenimiento. Sus días transcurrían entre largas marchas bajo el peso de una armadura que, en muchas ocasiones, superaban los 40 kg. El legionario pasaba media vida empuñando el arma, repitiendo incansablemente cada una de las maniobras y acabando por interiorizar ciertas habilidades que convertían a la legión en el cuerpo más disciplinado de la antigüedad.
A mediados de 1973, los arqueólogos hallaron una fortificación en terrenos holandeses. En ellos encontraron un importante hallazgo: unas tablillas de madera de las que se pudieron extraer multitud de informaciones referentes a la vida cotidiana del ejército entre los años 85 y 105 d.C. Las primeras conclusiones de los grafistas fueron claras, ya que dieron con informes administrativos, quejas de algunos comerciantes y lo más llamativo: casos de deserción masiva.
Educación férrea, pero deserciones masivas
No debemos olvidar que el poder de Roma se basaba en que sus militares no eran solo guerreros, sino que también adoptaban profesiones tan dispares como obreros, leñadores, constructores o ingenieros. Era tal su trabajo en equipo, que una legión de unos 6.000 hombres tan solo necesitaba un par de horas para levantar una fortificación y excavar un foso de dos metros de profundidad.
Muchos de los asentamientos del ejército debían contar con su propio médico, pero también con productos que ellos mismos fabricaban para poder venderlos en los territorios conquistados y lograr sobrevivir al avance de las tropas. En ocasiones, contaban incluso con talleres de cerámica o con zapateros, unas figuras tremendamente apreciadas porque eran quienes se encargaban de fabricar y reparar las sandalias de cuero de los soldados.
A lo largo de los años, los arqueólogos descubrieron que en los recintos fortificados no solo se encontraban estructuras de madera -temporales y de menor calidad-, sino que también había multitud de edificios construidos con piedra. Esto implicaba que las legiones dejaron de ser tan nómadas y poco a poco se fueron instalando permanentemente en las fronteras. En estos pueblos, las legiones convivían junto a comerciantes, familiares de los soldados y zonas de ocio. Una de ellas se convertiría en uno de los símbolos más emblemáticos del mundo romano: los baños. Con todo ello, los reclutas de las tropas formaron sus propias familias dentro de estos asentamientos. Factor que explica el porqué de las deserciones de tantos hombres tras la creación de estos enclaves.