Mujeres, negras e inmigrantes: una lucha feminista
- Hablamos de racismo y feminismo con mujeres de diferentes generaciones
- Las mujeres negras se quejan de que damos a sus vidas menos valor
- Puedes ver Objetivo igualdad este domingo a las 14:25h en Canal 24 horas y cuando quieras en RTVE Play
Martha Kembia llegó a España hace 49 años. Venía de República Democrática del Congo, su país, acompañada de sus dos hijos. Su marido llevaba meses trabajando en la base aérea de Torrejón de Ardoz, y juntos comenzaban una nueva etapa.
A la hora de pedir trabajo, Martha no lo tenía fácil porque, aunque estudió Magisterio, aún no tenía permiso para trabajar en nuestro país. Cuando lo tuvo, tampoco pudo hacer lo que de verdad le gustaba. “Había una empresa donde sabían que hablaba francés y que me defendía en inglés. Ellos me pedían que hiciera traducciones y yo las hacía, pero cuando les pedía que me contrataran me ponían excusas”, nos cuenta.
Discriminación laboral
Visto el panorama, tuvo que trabajar limpiando casas. Le pagaban cinco euros por una jornada laboral de ocho horas. Pero no le quedaba más remedio que seguir como limpiadora para mantener a sus hijos, que con los años ya eran cinco. Su marido se había ido a vivir a EE.UU. y no regresó más que para hacer visitas, sin aportarle a Martha el dinero necesario, nos explica.
A lo largo de su vida, el racismo no solo le afectó a ella: “Una vez una empresa ofreció a chicos de mi barrio repartir propaganda, y a mi hijo le dijeron que él no podía hacerlo. Yo lloré a escondidas, eso me sentó muy mal”.
El relato de Martha es uno de tantos ejemplos de racismo que se han sucedido en nuestro país incluso en las últimas décadas. Las chicas afrodescendientes nacidas en España también lo sufren desde que son pequeñas y además apenas tienen referentes.
Sin referentes y sin valoración
“En el colegio no veías gente negra en los libros de texto, no hablábamos de gente negra importante, no había profesorado negro ni personas en puestos de cierto nivel. Hasta que llegué a la universidad, no vi profesores negros”, relata Carlota Momobela, pedagoga.
“Un día en la universidad el profesor preguntó quién quería hacer un trabajo voluntario. Entonces levanté la mano y también la levantó un compañero que parecía latino. Y el profesor dice: “¿Veis los inmigrantes qué rápidos son?”. Y le contesté: “¡Perdona, pero soy de Getafe!”, recuerda, entre risas, Anna Bueriberi, periodista y confundadora de Afrocolectiva,
Aunque poco a poco vamos avanzando, admiten, la comunidad negra, que es la que normalmente sufre más racismo, se sigue quejando del trato que reciben no solo en España: “Para el mundo una persona negra no tiene valor. Y lo vemos a diario cuando ves a gente negra pidiendo en la calle. Yo no veo tanta gente reunida por el tema del Congo como por Palestina y Ucrania. La vida negra no vale. Es un niño desnutrido, un niño soldado, una niña a la que relacionan con la ablación”, dice Carlota.
Se disfrazan de nosotros
Cuando sacamos el tema del rey Baltasar, se indigna: “Habiendo tanta gente negra en España, es una vergüenza que se pinte a una persona de negro, y además los negros no existen. Somos marrones, es una construcción colonial. Lo de negros es una expresión racista”.
“Cuando nosotras decimos que no te tienes que pintar la cara de negro, al final la gente que nos sigue está convencida, pero la clave es llegar a esa gente que no cree que haya problemas por disfrazarse de nosotros. ¡Es que es así! Fui a los carnavales de Tenerife el año pasado y volví a casa llorando porque pensé que iban disfrazados de mí”, lamenta Anna.
Sobre la posibilidad de ser feminista y racista, Carlota es tajante. “No se puede ser feminista y racista. El feminismo es un movimiento de equidad en el que se incluye a todas las personas: blancas, no blancas, transgénero, LGTBI, etc”.
De lo mucho que queda por hacer, de lo conseguido hasta ahora y de cómo el feminismo también incluye a las minorías hablaremos este domingo en Objetivo igualdad.