¿Se puede vivir 70 años sin inflamación crónica?
- El estilo de vida de las sociedades cazadoras-recolectoras aporta grandes pistas sobre la prevención de la inflamación
- Proteger el sistema inmune podría ser clave en el retraso de las enfermedades asociadas a la edad
En las vastas llanuras del Serengeti, un hombre llamado Zigwadzee y sus compañeros recogen bayas y tubérculos a la espera de cazar algún animal. Posteriormente, en comunidad y sobre un fuego preparado en el suelo, cocinan los alimentos que han obtenido de su entorno. Esta escena, que podría evocar tiempos pasados, pertenece a una pequeña población de 1.000 individuos cazadores-recolectores que aún reside en el norte de Tanzania: los Hadzas. Los miembros de esta tribu poseen una característica muy particular: pueden vivir hasta los 70 años o más sin mostrar signos de enfermedad. ¿Cuál es su secreto? La ausencia de inflamación crónica.
Existen dos tipos de respuestas inflamatorias: la aguda, que se activa contra amenazas internas de nuestro organismo y cesa cuando el daño desaparece, y la crónica, que persiste más tiempo del debido, lesionando los tejidos adyacentes. El Cazador de Cerebros descubre que recientemente se ha vinculado la inflamación crónica como causa principal del envejecimiento y de enfermedades como el cáncer, trastornos mentales, enfermedades metabólicas, cardiovasculares y neurodegenerativas. Y se sabe que ha aumentado dramáticamente en países con un estilo de vida occidental, pero sigue siendo poco común en poblaciones no industrializadas.
Más que la genética, lo que protege a estas comunidades de la inflamación crónica es su modo de vida. Cuando las poblaciones cazadoras-recolectoras se alejan de su entorno y adoptan dietas y niveles de actividad física occidentales, terminan desarrollando las mismas enfermedades que las sociedades industrializadas. Estudios hechos con gemelos demostraron que la genética determina el nivel de inflamación solo en un 5%, mientras que los factores a los que un individuo está expuesto a lo largo de su vida, el exposoma, contribuyen en un 70%. Por lo tanto, si buscamos reducir nuestro nivel de inflamación, la mejor estrategia es imitar el estilo de vida de estas comunidades. Recuperar nuestras raíces.
Lecciones de los Hadzas
David Furman, director del proyecto 1000 Immunomes de la Universidad Stanford, defiende en 'El Cazador de Cerebros' que “toda especie que es movida a un nuevo ambiente, que no es el ambiente en el que evolucionó, va a generar inflamación. Y cuanto más distantes estemos de nuestro entorno evolutivo, más inflamados vamos a estar”. Es evidente que los entornos industrializados en los que habitamos actualmente difieren mucho de los paisajes en los que evolucionamos. Y como señala Furman, estos cambios nos enferman: “hemos extendido la longitud de vida, pero el tiempo de vida sano no se ha extendido en absoluto. En Estados Unidos, a partir de los 65, años, el promedio de la gente está tomando más de 14 medicamentos. Vivimos más, pero vivimos enfermos”. En cambio, los Hadzas pueden vivir más de 70 años en perfecta salud. ¿Cómo lo hacen?
Cada día realizan más de 100 minutos de actividad física de intensidad baja y moderada y en promedio, recorren unos 12 km diarios. A pesar de esto, su gasto energético total es sorprendentemente bajo, similar al de un adulto medio americano. Estos hallazgos desafían la idea de que el ejercicio nos ayuda a perder peso y nos obliga a reconsiderar qué papel juega en la salud. Ahora sabemos que la actividad física reduce el nivel de inflamación basal; cuando los músculos se contraen, liberan unas moléculas llamadas mioquinas que son muy antiinflamatorias.
“Más del 50% de la población española sufre de exceso de peso“
Sus dietas se caracterizan por ser bajas en calorías, libres de alimentos procesados y muy ricas en fibra y micronutrientes. Como resultado, menos del 2% de los adultos tienen sobrepeso. En cambio, más del 50% de la población española sufren de exceso de peso, lo que conlleva una mayor inflamación debido al aumento de la grasa, que atrofia las células que la almacenan y fomenta la liberación de diversas moléculas proinflamatorias.
Por último, en esta ecuación también entra el sueño. Garantizar un buen descanso permite regular la actividad del sistema inmunológico y prepararlo para enfrentar posibles amenazas. Sin embargo, estas mismas señales inflamatorias se descontrolan cuando no dormimos bien. La comunidad Hadza lo sabe bien, por lo que mantiene sus ritmos circadianos estrechamente sincronizados con las variaciones de la luz solar y duerme unas 7 horas diarias. Y con ella, otra lección que podemos aprender de nuestro pasado para combatir la inflamación crónica.