El libro que dice que 'Te estás jodiendo la vida'
- "La verdadera pandemia del siglo XXI: todo está bien pero estamos jodidos"
- ¿Por qué nuestro cerebro asocia la supervivencia a la aprobación?
¿Has sentido alguna vez que no eras suficiente? ¿Te sueles fijar en cuántos likes tienen tus post de Instagram? Vivimos en un mundo en el que nos validan y valoran los demás pero, a la vez, también lo hacemos nosotros. Algo que no nos está haciendo ningún bien. De eso habla el psicólogo Buenaventura del Charco Olea en Tras la tormenta y en su nuevo libro, Te estás jodiendo la vida.
Un título original, ¿verdad? Pero lo cierto es que el libro de este psicoterapeuta pone en jaque la forma en la que nos relacionamos y gestionamos nuestras emociones. Son 300 páginas en las que aprenderemos "a olvidarnos de nuestra mejor versión y a ser nosotros mismos".
"Muchas veces hace falta, como coger al paciente por las solapas y sacudirlo para que despierte, no? Y creo que es algo que intento plasmar en los libros. Y luego ya hay una parte un poco más friki que no quería solamente combatir el pensamiento positivo y toda esta industria de la autoayuda en términos racionales, sino también me parece interesante hacer una contraposición en términos estéticos", explica Ventura sobre su forma de escribir.
"La verdadera pandemia del siglo XXI: todo está bien pero estamos jodidos" es la frase con la que arranca el libro. Esta pandemia la cimientan tres pilares: la precariedad, la tristofobia y la autoexigencia. Ventura quiere exponer que "tenemos lo superfluo pero no lo necesario", por ejemplo, muchos conocemos Tailandia pero no tenemos una casa. A esto se le añade el miedo que tenemos a sentirnos mal y la tendencia al perfeccionismo de nuestra sociedad.
¿Cuánto vale una persona?
Para este autor, el valor de una persona reside en la humanidad y esa es la idea que defiende a lo largo del libro. "Es algo que reivindico porque nos hermana a todos".
Ventura se apoya en la forma en la que queremos a los demás para poder explicarlo y lo hace con una historia personal. Cuenta que su padre fue un profesor de medicina y que incluso llegó a ser el médico de celebridades como el rey de Arabia Saudí o de Lola Flores. Cuando él nace, su padre tiene 63 años y a medida que va creciendo y ya es un niño, su padre es anciano. A él le toco ver como su padre sufría demencia, Parkinson y finalmente, Alzheimer.
Eso hizo que su padre estuviera asustado y se volviera desagradable pero eso no cambiaba el valor de su padre porque en esos momentos, seguía siendo el doctor Fernando Del Charco. "Lo importante es que yo para valorar a mi padre, no hago un examen o una evaluación de pros y contras sino que decido que no quiero ser indiferente ante lo que le ocurre y que voy a dejar que me toque todo lo que le pasa".
¿Cómo influyen en nosotros los demás?
Desde la prehistoria, la supervivencia del ser humano depende del grupo, ya que te echaban de la tribu si no eras aceptado. "Tu cerebro tiene muy asociado que si no te quieren, tú no vas a sobrevivir. El problema es que las redes sociales y en general la industria del marketing han encontrado en esto la tecla que hay que tocar si quieren movernos a comprar chorradas que no necesitamos", explica Ventura sobre la diferencia entre la influencia ajena en la actualidad.
El problema que tiene esto es que nuestro cerebro identifica la aprobación como supervivencia y ahí es cuando perdemos el control y las personas pasamos a ser un producto. Y en este momento nuestra validación depende de lo que los demás opinen de nosotros, sea en redes sociales o no, pero de igual manera somos "jueces" en las redes sociales de otras personas.
Las redes sociales son escudos que usamos para camuflar nuestra vulnerabilidad. «Si me acaban de rechazar, es tentador subir una foto de postureo. Y de pronto decir: "bueno, a esta chica no le gustaba pero fíjate que 40 likes". Y además fijarme en quién me da ese like y quién no, entonces es algo que digamos, no cura la infección pero alivia la fiebre», explica el psicoterapeuta sobre el uso que se le da a las redes sociales con el fin de no aceptar que estamos mal: tristofobia.
¿Esto quiere decir que las redes sociales son malas? No necesariamente. El caso es identificar desde dónde estoy usándolas, es decir, no es lo mismo usarlas para ocultar mis inseguridades y que todo el mundo vea lo increíble que es mi vida, a usarlas porque me gusta como conexión con familiares y amigos.
Buenaventura del Charco Olea defiende que debemos ser nosotros mismo y no exigirnos tanto. Si algo nos da miedo no es necesario trabajar para cambiarlo ni fustigarnos por ello, debemos aceptarlo. "Si nos permitimos ser nosotros viviríamos muchísimo más en paz y sobre todo, también tendríamos mucha más capacidad de cambiar las cosas. Porque nos damos tanta caña, nos damos una paliza tan grande que eso al final nos bloquea, nos destroza, nos hace sentirnos incapaces, nos desmotiva y luego desde ahí queremos cambiar".